¿Modernización ecológica o ecologización transmoderna?

Marx José Gómez Liendo (1)




La sustentabilidad ha devenido, indudablemente, en un imperativo ético-político y un principio

de responsabilidad en el presente y a nivel intergeneracional. Sin embargo, no siempre es claro

qué se entiende al respecto. Por ejemplo, la necesidad de proteger y/o conservar la naturaleza es

una posición común, pero la misma idea o concepto de naturaleza no lo es. Una muestra de ello

es la discusión sobre sus derechos. Dicho debate varía mucho según el enfoque que se asuma.

Hay perspectivas antropocéntricas, ecocéntricas y biocéntricas que reflejan, en parte, las tres

grandes corrientes de la sustentabilidad (débil, fuerte y superfuerte) y los tres grandes tipos de

ecologías políticas descritos por Eduardo Gudynas. Todo ello ocurre, a su vez, auspiciando o

tensionando la propuesta de una modernización ecológica. En este escrito, quiero referirme

puntualmente a los límites de dicha proposición y señalar, por consiguiente, qué implicaría un

giro hacia lo que llamaré una ecologización transmoderna.


En términos generales, la modernización ecológica se basa en la religión secular del optimismo

tecnológico. Esto supone que los cambios sociotécnicos por sí solos son suficientes para

optimizar los procesos productivos, disminuyendo su impacto ambiental y sin necesidad de

imponer límites al desarrollo y crecimiento económico. La modernización ecológica se enmarca

en la corriente de la sustentabilidad débil al considerar viable el establecimiento de políticas de

conservación en simultáneo a la ejecución de planes de industrialización sostenible o el fomento

de un ecologismo pro-nuclear. Bajo esta mirada, los derechos de la naturaleza en sí mismos no

existen. Por el contrario, se reconoce y promueve el derecho a un medio ambiente sano, lo que

permite apreciar el carácter especista y utilitarista de esta propuesta. La naturaleza, esa idea no-

tan-común que todos dicen enarbolar, solo tiene sentido y valor en tanto es útil a las y los seres

humanos.


Por tanto, más que una modernización reflexiva, la modernización ecológica se autoafirma en la

falsa complacencia que produce la tecnofilia. Iniciativas como la agricultura climáticamente

inteligente o la biotecnología asociada al manejo de plantaciones forestales dan forma a un

régimen de tecno-naturaleza que promueve y celebra un mundo “más verde”, pero que guarda

silencio ante la alta conflictividad socioambiental a lo largo y ancho del planeta. En suma, los

límites de la modernización ecológica son, precisa y paradójicamente, sus pilares: un modo de

ser autocentrado, uno modo de hacer mecanicista, un modo de sentir egocéntrico, un modo de

pensar dualista y un modo de vivir hiperconsumista.


¿Cómo trascender, entonces, la programática ecomodernizadora? En principio, explicitando los

lugares de enunciación en el análisis de la crisis ecológica global y la recomendación de

propuestas de transformación y/o emancipación socio-ecológica. Esto es importante porque, en

el fondo, la ontología política de la modernización ecológica produce y reproduce continuamente

una única idea de naturaleza. Esta estrecha visión cercena las posibilidades de una ecología de

mundos donde diversos conocimientos, técnicas, espiritualidades, sensibilidades y naturalezas

conformen en su heterogeneidad un núcleo ético-mítico pluriversal.


Aquí es donde quisiera sugerir un juego de palabras que va más allá de la mera inversión de uno

u otro vocablo, buscando proponer vías para abrazar otras ideas de naturaleza y sus respectivas

formas de organización comunitaria. Lo que llamo una ecologización transmoderna remite a dos

puntos centrales profundamente entrelazados. Por un lado, el reconocimiento de que la

naturaleza solo existe en pluralidad; y, por otro lado, el establecimiento de un diálogo crítico

intercultural en contextos asimétricos de poder. Para que tal diálogo no quede en una teorización

abstracta, y para que la pluralidad de visiones sobre la naturaleza no sea reducida al

multiculturalismo liberal, es necesario identificar, tematizar y analizar los contenidos últimos de

cada cosmovisión y su sistema de conocimientos y técnicas.


Esto nos lleva a la hermosa pregunta formulada por el profesor Eduardo Rueda sobre qué

significa pensar míticamente el mundo. A mi juicio, una posible respuesta puede hallarse en una

reflexión del maestro Enrique Dussel a propósito de su idea de transmodernidad; es decir, pensar

míticamente el mundo implica ahondar en los supuestos ontológicos y en las estructuras ético-

políticas de cada narrativa. De esta manera, podríamos conocer concretamente los temas de tan

necesaria conversación y los términos sobre los cuales activar políticamente el pluriverso.


La ecologización transmoderna busca una ambientalización de las existencias y los entramados

comunitarios al tiempo que va recuperando creativa y críticamente todas las experiencias y

expectativas de vida negadas por la modernidad, así como aquellas que le anteceden y las que

continúan re-existiendo en contra/desde/y más allá de ella. En consecuencia, en lugar de

continuar insistiendo en las promesas prometeicas de una razón tecnocientífica indolente, que

está en la raíz de la crisis ecológica global, es importante abrirnos al estudio y comprensión de

otras racionalidades para poder diseñar en conjunto un futuro con muchos futuros.


En síntesis, se trata de un giro biocéntrico, o de un enfoque de sustentabilidad superfuerte, donde

la identificación de los lugares de enunciación en el debate sobre el reconocimiento de los

derechos de la naturaleza es un primer paso para tejer, como ya había mencionado, una ecología

de mundos donde otras temporalidades, otras escalas, y otras estéticas, por nombrar unos pocos

tópicos, formen parte de la conversación junto a temáticas acuciantes como otras formas de

política, otros marcos jurídicos y otras economías.


Ante la elección que plantea la interrogante que abre este texto, la ecologización transmoderna es

el camino más largo, la opción más utópica, pero la más honesta y consecuente con la diversidad

biocultural del planeta.


1 Esta breve reflexión fue escrita en el marco del Diploma Superior en Ambiente y Sociedad que ofrece el Consejo

Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), bajo la coordinación académica del profesor Augusto Castro

(Pontificia Universidad Católica del Perú), y como una asignación para el módulo sobre bioética, derechos y

emancipación socioambiental en América Latina dictado por el profesor Eduardo Rueda Barrera (Pontificia

Universidad Javeriana, Colombia).

Publicar un comentario

0 Comentarios