Con agendas y discursos compartidos, los movimientos de extrema derecha buscan consolidarse en América Latina, principalmente en Brasil, donde todos los esfuerzos están puestos en la reelección del Jair Bolsonaro.
La conformación de una alianza anticomunista en la región, impulsada por el partido español Vox, se consolida. A través de la plataforma “Foro de Madrid” el bloque intenta establecerse como oposición al Foro de San Pablo y al Grupo de Puebla, ambos conformados por ex presidentes, partidos y movimientos del campo progresista en América Latina.
La propuesta surgió ya en 2020 con la publicación de la Carta de Madrid, firmada por figuras de la extrema derecha en la región y Europa. Es el caso de Rafael López Aliaga, excandidato presidencial de Perú; María Corina Machado, organizadora de los actos violentos de oposición en Venezuela; Antonio Ledesma, ex alcalde de Caracas y uno de los articuladores del golpe contra Hugo Chavez en 2002; así como Arturo Murillo, exministro de gobierno de facto de Bolivia durante el golpe que derribó a Evo Morales en 2019.
El diputado federal brasileño e hijo del presidente de ese país, Eduardo Bolsonaro, es uno de los grandes entusiastas detrás de esta iniciativa. El congresista llegó a proponerse como facilitador del diálogo entre el Foro de Madrid y referentes de Argentina, citando explícitamente al candidato a legislador porteño Javier Milei y al periodista estrella de la extrema derecha local, Agustín Laje.
En México, la iniciativa tuvo el apoyo de 15 senadores y tres congresistas de los partidos Acción Nacional y Revolucionario Institucional. El líder de Vox, Santiago Abascal, llegó a reunirse con referentes de estos espacios, quienes prometieron impulsar la fundación de un Vox mexicano. Con la llegada de Abascal a ese país, ambos partidos se apresuraron a despegarse.
En Chile, el actual candidato presidencial José Antonio Kast, fundador del Partido Republicano Chileno y defensor férreo de la dictadura de Augusto Pinochet, es otro de los que avala la propuesta.
El documento también fue presentado en Ecuador durante la asunción de Guillermo Lasso, y en Perú recibió el respaldo de la excandidata a presidenta Keiko Fujimori, hija del dictador Alberto Fujimori preso por corrupción, secuestro y asesinato durante su gobierno. En Colombia, el expresidente Andrés Pastrana ya mostró su simpatía a la propuesta de los españoles y hasta llegó a participar del Viva 21, un encuentro convocado por Vox en la Feria de Muestras de Madrid, donde también estuvieron presentes Fujimori, Kast, Eduardo Bolsonaro y el senador del Partido Republicano por Texas, Ted Cruz.
Esta articulación “anticomunista y en defensa de la democracia, la libertad y la propiedad privada”, tiene vinculos estrechos con referentes de Estados Unidos. Es el caso del expresidente Donald Trump y de quien fuera su publicista, Steve Bannon, que colabora activamente con la familia Bolsonaro para trazar la estrategia de reelección de cara a las elecciones 2022.
La emergencia de la nueva derecha neopatriótica
Los movimientos de extrema derecha, tanto en Estados Unidos como en otros países, comenzaron a ganar fuerza a partir de la crisis financiera internacional de 2008. Según explican los académicos José Antonio Sanahuja de la Universidad Complutense de Madrid y Camilo López Burian de la Universidad de la República de Montevideo, estos movimientos son “parte de un proceso de cambio estructural en la economía política internacional que va de la mano de una nueva revolución tecnológica y productiva que pone en cuestión a la globalización como etapa histórica”.
Los autores sostienen que “el escenario de insatisfacción de los perdedores, o autopercibidos como perdedores de la globalización, permite que las nuevas ultraderechas encuentren bases sociales para su proyecto político”. Si bien se trata de diferentes partidos y movimientos políticos que reivindican el nacionalismo, en términos económicos no muestran un patrón homogéneo. “Mientras unos se oponen a la liberalización económica llegando en algunos casos a cuestionar al capital transnacional, otros llegan a alianzas con actores neoliberales”.
Ambos autores explican que la construcción identitaria de estos movimientos “es tradicionalista en materia de cultura, prácticas sociales y género”, llegando en algunos casos a defender discursos religiosos que impulsan la idea de una ley natural y que es fundamental para alimentar el miedo y el odio hacia el otro —inmigrantes, negros, la comunidad LGBTQ+, feministas— que es entendido como amenaza.
Bajo esta lógica se justifica la “guerra cultural contra la diversidad y el multiculturalismo” con reivindicaciones muchas veces xenófobas y supremacistas. También rechazan la diversidad sexual y el feminismo bajo el paraguas de “ideología de género”, en contraposición a la familia tradicional y al orden social heteropatriarcal.
Con este discurso se persigue una transformación institucional, una modificación de las reglas del juego que pueda beneficiarlos directamente ante un escenario cada vez más hostil.
Esto se viene expresando en varios estados clave de Estados Unidos donde hoy gobierna el Partido Republicano. De cara a las legislativas de 2022, y más precisamente a las presidenciales de 2024, ya se aprobaron al menos 33 iniciativas para limitar el acceso al voto, en un país donde quien resulta vencedor es quien gana en esos distritos decisivos.
Hacia Brasil 2022
La victoria de Jair Bolsonaro en 2018 tuvo la marca de Steve Bannon, autor intelectual de la campaña de Trump en 2016 y uno de los responsables en consolidar el Brexit. A menos de un año de las elecciones brasileñas, todas las miradas de esta articulación anticomunista están puestas en lo que será la campaña presidencial.
En la estrategia discursiva de los neopatriotas, la situación es tan compleja como decisiva. Del otro lado se encuentra el referente del progresismo latinoamericano y expresidente brasileño Luis Inácio Lula Da Silva, claro favorito según las encuestas, que por ahora lo muestran como vencedor en primera vuelta. La estrategia adoptada sigue el manual de estilo de los gobiernos de extrema derecha, al tiempo que cuenta con el apoyo de referentes de otros países, quienes entienden esta elección como un hito fundamental para consolidar su poder global.
Recientemente, el propio Steve Bannon participó de un evento en Brasil donde declaró que “esta elección es la segunda más importante del mundo y la más importante de todos los tiempos en Sudamérica. Bolsonaro ganará a menos que sea robado por las máquinas”. Tanto Bannon como los simpatizantes de Bolsonaro en el país, e incluso el propio presidente, vienen impulsando una cruzada contra el sistema electoral brasileño. El debate acerca del voto impreso como única garantía de evitar el fraude logró llegar a la Cámara de Diputados, donde fue rechazado por los parlamentarios, enterrando cualquier posibilidad de viabilizar la propuesta de cara a los próximos comicios.
A su vez, el lanzamiento de la nueva red social “Gettr”, impulsada por Trump tras ser expulsado de Twitter y otras redes sociales, abrió un nuevo espacio para la conspiración pre electoral, tanto en Estados Unidos como en Brasil. También la migración de los grupos de desinformación bolsonarista de Whatsapp a Telegram, donde no existe filtro para la divulgación de noticias falsas ni límite para la cantidad de participantes por canal, enciende las alertas en relación a la estrategia 2022. La justicia electoral brasileña va allanando el camino para penalizar el uso de redes con el fin de manipular los resultados de la disputa.
Brasil se vuelve así en un terreno de disputa clave para la consolidación de la articulación anticomunista impulsada por el Foro de Madrid. Todos los ojos están puestos en esta próxima elección, que puede torcer la balanza a nivel regional y en la consolidación del proyecto de Vox para América Latina.
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