Victoria Korn
La huelga general convocada por los sindicatos de transporte contra la inseguridad y la escasez de combustible conmovió Puerto Príncipe y varias provincias de Haití, donde se vaciaron las calles, se cerraron los negocios y la circulación de vehículos fue mínima, mientras algunas zonas mostraban barricadas y la escasez de combustible amenazaba el funcionamiento algunas estructuras hospitalarias en el país.
Lo cierto es que las pandillas armadas han tomado el control de gran parte del territorio a medida que se multiplican los secuestros en el país. El funcionamiento de las redes de telecomunicación en la nación más pobre del hemisferio, están afectadas por la escasez de combustible, ocasionada por el creciente control de las pandillas en los barrios, con . 430 antenas afectadas de las mil 500 que hay en todo el país.
Las pandillas exigieron un pago de casi 500 mil dólares para permitir el acceso a las terminales petroleras, pese a que el gobierno anunció que estableció un corredor para los camiones cisterna. Esta situación llevó a la suspensión de las telecomunicaciones móviles, debido a que las antenas son alimentadas con electricidad de generadores térmicos.
Los bandoleros
La organización criminal más grande de Haití exigió la inmediata renuncia del primer ministro Ariel Henry, con la amenaza de agudizar la crisis de combustible, mientras el presidente de la Asamblea Nacional, Joseph Lambert, también reclamó su dimisión y condenó el mutismo del jefe de Gobierno durante esta grave crisis, tras abogar por un acuerdo global que permita al país superar la situación actual.
Lambert fue nombrado presidente de Haití tras el magnicidio de Juvenel Möise por el Senado en julio pasado, cuando el primer ministro interino, Claude Joseph estaba al frente del Gobierno. Sin embargo, su juramentación se aplazó.
Jimmy “Barbacoa” Cherizier, líder de la coalición de bandas “G9″ en el área metropolitana de Puerto Príncipe, dijo en una entrevista con radio Mega que garantizaría el paso de los camiones de combustible si Henry dejaba el cargo.
Estados Unidos ha señalado a una de las pandillas más poderosas de la isla caribeña, en concreto a la banda ‘400 Mawozo’, por el secuestro de 17 misioneros estadounidenses y sus familiares.
«O los bandidos deponen las armas, o el Estado se encargará de restablecer la ley y el orden en los barrios», dijo Lambert en el programa radial Magik 9 y defendió la utilización de la fuerza para restablecer la autoridad estatal.
Un grupo de hombres armados impidió el lunes última al primer ministro de Haití participar en un acto público en Pont Rouge en la capital, cuando se disponía a depositar una ofrenda floral al monumento donde fue abatido Jean Jacques Dessalines, líder de la revolución haitiana. Miembros de bandas dispararon armas automáticas para obligar al primer ministro y su delegación, a retirarse y retroceder.
El líder del G-9, Jimmy Chérizier, a cara descubierta, desfiló acompañado de hombres fuertemente armados encapuchados y vestidos de blanco, hasta el monumento al líder de la revolución, donde depositaron una ofrenda floral. En las camisetas de estos se podía leer “Jisitis para Jovenel” (Justicia para Jovenel) junto a una foto del presidente haitiano, Jovenel Moise, asesinado en julio en su propia casa.
El negocio del secuestro
El pastor protestante Jean Pierre Ferrer Michel fue devuelto la semana pasada a sus familiares tras 22 días de secuestro y el pago de 750 mil dólares entregados a sus captores . Organizaciones de derechos humanos denunciaron que Litz Quitel, ministro del Interior y Justicia, estaba involucrado en el secuestro.
Mientras, una banda exige 900 mil dólares por el profesor Patrick Dorenenecourt, secuestrado la semana pasada, quien se suma a los 17 misioneros de EEUU y Canadá, por cuya liberación se exigen 17 millones de dólares. Unas 800 personas han sido víctimas de secuestro en lo que va del año, pero la práctica se agravó en julio tras el asesinato de Moïse. Los secuestros se triplicaron de julio a septiembre, mientras las bandas armadas controlan actualmente 40 por ciento de Puerto Príncipe.
¿Golpe dentro del golpe?
El brutal magnicidio del presidente Jovenel Moïse añade nuevos elementos a la crisis de Haití, tras años de intervención extranjera y un Estado que cada vez más es una maquinaria para el enriquecimiento de las camarillas en el poder, mientras el país enfrenta una permanente degradación de los derechos humanos y de las condiciones de vida de su población.
Existe el riesgo de una doble impunidad: quizás nunca se sabrá quiénes fueron los responsables de la muerte del mandatario; y por la otra, ni Moïse ni sus cómplices responderán ya por los crímenes que han cometido, como lo reclamaron por tres años las organizaciones de derechos humanos, al igual que la oposición política.
Mientras tanto, el Departamento de Estado de EU nombró a Daniel Lewis Foote, un diplomático de carrera con larga experiencia en países en crisis, para trabajar con las autoridades haitianas con el objetivo de intentar garantizar elecciones libres y estabilidad en el país. Foote viene también acompañado de la zanahoria: la ayuda humanitaria y los marines.
Para el analista Arnold Antonin, a estas alturas, tres cuestiones parecen evidentes: (a) el misterio sigue a pesar de la presencia de la Interpol y del FBI; (b) es la comunidad internacional, o sea las grandes potencias occidentales, quien decide; (c) pareciera que se trata de un complot transnacional con implicados de diferentes nacionalidades.
Entre ellos colombianos, estadounidenses, venezolanos, ecuatorianos, dominicanos y haitianos del círculo muy cercano al presidente asesinado, entre ellos Joseph Badio, ex-funcionario del Ministerio de Justicia, así como un pastor protestante, supuestamente médico, residente en Florida (Emmanuel Sanon), y una jueza de la Corte de Casación (Windelle Coq Thélot).
Antonin se pregunta si no se trata de un golpe de Estado dentro del mismo golpe de Estado que Moïse ya había llevado a cabo el pasado 7 de febrero de este año, cuando decidió quedarse en el poder más allá de la fecha prevista por la Constitución y la ley electoral haitiana. Por otra parte, muchos observadores se preguntan también qué papel jugaron y aún juegan los servicios secretos extranjeros en este drama.
**Periodista venezolana, analista de temas de Centroamérica y el Caribe, asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
0 Comentarios