Por | 04/09/2021 | Bolivia
Luis A. Gómez. Periodista mexicano, corresponsal que fue de La Jornada, autor de El Alto de pie. Una insurrección aymara en Bolivia. Fue editor de la página “del otro periodismo” www.narconews.com y coordinador de la Escuela de Periodismo Auténtico. Cofundador de El Juguete Rabioso. Actualmente publica una columna de análisis sobre el racismo en el discurso de la derecha boliviana (https://racismobolivia.lamula.pe ).
Pachakuti: Luis, desde que estuviste en Llanera y en El Café de Macondo de Gijón, explicando pormenores de Bolivia y del juicio en EEUU por la masacre del “octubre rojo” al expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada… bastantes cosas han pasado en los territorios bolivianos: golpe de estado; rescate del presidente Evo por parte del gobierno mexicano ante posible magnicidio; exilio de Evo y Álvaro en México y en Argentina; muerte de la hermana de Evo (que en algún momento hizo funciones de “primera dama”, y cuya casa fue también saqueada); resistencias al golpe; movilizaciones exigiendo vuelta a la democracia e imponiendo elecciones tras varios aplazamientos; masacres de Senkata y Sacaba; cierre de medios informativos y humillación a periodistas, alcaldesas, gobernadores; refugio en la embajada mexicana de varios dirigentes del gobierno depuesto; fallecimiento de Eugenio Rojas, ex alcalde de Achacachi, senador y ministro; elecciones y triunfo contundente para la democracia; regreso triunfal por carretera de Evo; conformación de nuevo gobierno y designación de Rogelio Mayta (abogado de las víctimas de la Guerra del Gas) como ministro de exteriores; muerte de Felipe Quispe en plena campaña de elecciones departamentales en las que era candidato (y tras cuya muerte ganó su hijo); comienzo de encausamiento a algunas figuras del golpe de estado, y desde luego la pandemia y sus afectaciones, incluida la corrupción del gobierno golpista en la compra de insumos..
—¿Cuál es tu lectura de este proceso, en escasos pero largos meses?
Luis A Gómez —Primero que nada quiero dejar claro que en estos casi dos años de lucha política abierta hay una cosa falsa: el binarismo entre “golpe” y “fraude”. En el conflicto presente entre ambos polos —el del Movimiento Al Socialismo (MAS) y el que aglutina raquíticamente a la derecha— ambos mienten en un punto u otro, pretenden que su versión de lo ocurrido es la verdad. Más allá de esa infértil discusión, en Bolivia quedó claro que la gente puede sin problemas hacer valer sus intereses. En particular, por dar un ejemplo, en El Alto mucha gente se hartó de Evo Morales y el grupo con el que gobernaba; muchos aymaras vieron su renuncia “desde afuera”, en la ciudad y en las provincias, pero no dudaron ni un instante en salir a las calles luego de que la policía y el gobierno de facto comenzaron a maltratar a la wiphala, su bandera. Es la misma gente que en octubre de 2019 no votó activamente por Evo (aunque igual lo hicieron ganar en El Alto) pero que en 2020 votaría masivamente, de manera decisiva, por Luis Arce Catacora. Creo que en parte el mismo proceso ha ocurrido en otras partes del país, donde la gente ya no se somete a los dictados de Evo (un sano disenso) pero tampoco acepta las posturas de una derecha asesina y cobarde como la que gobernó al país durante un año. Hablo lo mismo de ciertas regiones del oriente boliviano, el Norte de Potosí y los Yungas de La Paz. Claro que sí, el Chapare, los valles altos de Cochabamba y otras regiones siguen siendo incondicionales del presidente indígena que dieron a Bolivia. De todos modos, yo insistiría en ver que el tiempo reciente dejó dos cosas claras: la gente de la tierra es la mayoría del país y su voluntad ya no apunta a la política de antes. Y esto costó muerte, sangre y dolor, pero dejó fortalecidas las voluntades colectivas de los pueblos originarios. Habrá que esperar un poco más porque lo ocurrido sigue pariendo eventos pero siendo siempre conscientes de que el tiempo no corre para atrás.
Pachakuti —Previo a las elecciones presidenciales-legislativas estuviste entrevistando varias semanas a Rogelio Mayta sobre la situación política. ¿Ha sido sorpresa su entrada en el nuevo gobierno?
Luis —Pues además de las reacciones públicas (de la oposición y sus medios) fue sorpresa para él, que suele ser modesto y callado. Para mí no. Parte de nuestras discusiones fuera de cámara (por decirlo así) incluían justamente la necesidad de nuevos cuadros políticos (por fuera de los partidos o con suficiente independencia de pensamiento) y la importancia que yo veía en su figura y en su pasado. No olvidemos que fue candidato electo a senador en 2019 y es bueno saber que durante el tiempo del juicio de responsabilidades a Sánchez de Lozada y su banda también recibió ofertas para candidatear o trabajar en el Estado, que rechazó para seguir en el juicio.
Pachakuti —Los movimientos sociales, durante el golpe y tras la recuperación democrática: ¿cómo valoras su situación y fuerza en estos momentos?
Luís —Los veo tomando un respiro. El año de gobierno de la derecha no fue nada más brutal en términos humanos, los sucesos también golpearon a muchas organizaciones en el terreno político, generando divisiones y peleas que no se notaban antes. Sobre todo en las organizaciones cercanas al gobierno de Evo Morales. Por primera vez comenzaron, por ejemplo, a vocalizar su descontento con el grupo gobernante, en particular los mestizos del gabinete y el exvicepresidente Alvaro García Linera. Podría decirse que el corte de caja de 14 años de evismo pasó facturas. Pero quiero destacar, porque viene a cuento, que la principal organización de mujeres indígenas y campesinas (la legendaria Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia “Bartolina Sisa”) no solamente se abrió a la discusión interna, también fue la parte central y más visible de la resistencia política al gobierno de Jeanine Añez… por ahora, creo, habrá que dejar que sigan asentándose los sucesos para saber si recuperan terreno o credibilidad, como en el caso del Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ), dividido y vuelto una ong clientelar sin bases.
Pachakuti —Has estado cerca, en aspectos de estrategia, en momentos decisivos como ha sido la guerra del agua de Cochabamba del 2000, en El Alto en 2003, y con quienes tuvieron protagonismo en algunos de esos momentos (como la también mexicana Raquel Gutierrez Aguilar, que prologa El Alto de Pie): ¿te atreves a avanzar qué aspectos más relevantes se presentan en la actual coyuntura boliviana?
Luís —Lo primero que se mira es una nueva plasticidad del poder, o al menos de su ejercicio. No está todavía totalmente separada de las formas anteriores (de la derecha o del evismo) pero comienza a mostrar características propias. Buenos ejemplos son el manejo de la pandemia, la compra de vacunas y las acciones de reactivación de la economía, que es la mayor preocupación de la gente hoy en Bolivia. Otro sería esa tolerancia cero a la corrupción (por lo menos dos ministros fueron cesados por ello). Hay un gobierno nuevo, con gente nueva que, a veces a tropezones, vive el reto de consolidar el poder que le otorgaron en las urnas y que, más adelante (pero no mucho más adelante), deberán trabajar en el rencuentro y la reconciliación entre gentes de diversos colores e ideologías.
Al mismo tiempo, es claro que en el abajo ya no se aceptan ni las imposiciones ni los chantajes. Los aymara, que son la gente que me acogió en Bolivia, mi gente, no le toleraron al MAS y a Evo imposiciones a la hora de escoger candidatos para las elecciones subnacionales (gobernadores, alcaldes y asambleas legislativas departamentales). Y no fueron los únicos. En El Alto triunfó Eva Copa, aymara, quien dejó el MAS cuando le negaron la candidatura que era debida por su popularidad y su fuerza. Copa es la alcaldesa más poderosa del país en términos de control político del hacer municipal (ocho de los once concejales alteños son miembros del partido que la llevó a la silla). Y lo mismo podría decirse del triunfo de Santos Quispe, el hijo menor del ya mítico Mallku: el joven gobernador del departamento de La Paz es un político aymara crítico y opositor al MAS y a su cúpula dirigencial. Sin embargo, ambos (Copa y Quispe) tienen buenas relaciones de trabajo con el gobierno nacional, tanto con el presidente Arce como con David Choquehuanca, el vicepresidente, con quien tienen además buena amistad… hay entonces nuevas formas de hacer y entender la política. Los poderíos regionales parecen ir creciendo en complejidad y, supongo, es en parte lo que viene: regionalismos que, sin hacerse la guerra, habrán de negociar su camino al futuro.
Y en el bando de la derecha, que sufre aún por su fragmentación y sus derrotas, hay un rasgo peculiar que se hace cada día más notorio: en medio de su beligerancia y de sus mentiras (en sus discursos y en sus medios de comunicación), aceptan y comienzan a aceptar que en Bolivia son una minoría, pequeña y frágil, cuya hostilidad a los indios y a sus aliados no da ya frutos ni les otorga votos. Esa aceptación se asentará, no hay de otra, y espero que sirva para al menos suavizar a gente que cree firmemente en su opción política y en sus privilegios sociales y económicos como derechos.
Pachakuti —El 5 de septiembre es fecha de Bartolina Sisa. No es muy conocida en Europa, aunque su martirio colonial haya sido escogido para el “Día mundial de la mujer indígena”. ¿Sigue presente e inspiradora en la actual Bolivia plurinacional?
Luís —Y cada vez más, diría yo. No solamente porque fue una figura importante, más allá de su relación amorosa con Julián Apaza, Tupaj Katari, sino porque con el transcurrir de los años el rol de las mujeres indígenas en esta gesta que ya dura siglos (la emancipación de todo poder ajeno a ellos) es fundamental. Obviamente, como dije antes, la organización de las “Bartolinas”, como se las conoce, ha tenido un peso decisivo en la resistencia política al gobierno de facto de Jeanine Añez y Arturo Murillo. Pero ya va más allá y hay estudios académicos que recuperan toda información sobre ella (aunque es escasa) y sobre otras mujeres así de importantes (Micaela Bastidas, por ejemplo). En los actos oficiales del gobierno o en los eventos sociales organizados en comunidades, barrios o plazas, ya no se menciona nada más a los varones, aparecen también ellas, que son sin duda la fuerza verdadera en todo movimiento. La iconografía popular es muestra: cuando estuve en Bolivia hace tres años era impresionante ver cómo florecieron murales y carteles con su rostro, lo mismo en las escuelas que en las avenidas. Es decir que sí, que Bartolina Sisa inspira, por ello hay de hecho más mujeres indígenas hablando y pensando para su gente. Era algo debido y espero que siga creciendo en la conciencia de las jóvenes que vendrán un día a tomar el relevo de esta generación.
P: Muchas Gracias.
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