Héctor G. Oesterheld y las metáforas del Imperialismo (primera parte)

Este creador argentino, autor de obras maestras de la historieta universal, realizó un proceso descolonial de sí mismo, hasta terminar en valientes posiciones revolucionarias que le costaron la vida y la de toda su familia.

 

Por Alejo Brignole

Héctor Germán Oesterheld, nacido en Buenos Aires en 1919 y descendiente de inmigrantes alemanes y españoles, muestra en su biografía dos fenómenos muy frecuentes en América Latina, pero no necesariamente tangentes, aunque en su caso lo son. En primer lugar, él, como tantos otros hombres de la cultura, tuvo su propio proceso gradual, interior y personal, que le permitió romper con la matriz colonial de la que abrevan las sociedades periféricas. Dicho de otro modo, fue acercándose a una lectura epistemológica de la realidad, descontaminada de influencias exógenas.

El segundo fenómeno que marcó su vida está relacionado con su condición de artista que abrazó posiciones revolucionarias y por ello el sistema represor que el imperialismo estadounidense despliega en sus periferias, lo eliminó. En este aspecto, la vida de Oesterheld se emparenta con la de otros artistas también asesinados, torturados y desaparecidos en todo el hemisferio, como Víctor Jara en Chile y muchos de una larga lista.

Estudiante de geología, el joven Héctor abandonó los estudios para adentrarse en su pasión creativa, que era narrar historias. Su primer trabajo en forma de cuento fue publicado cuando contaba con 24 años en el diario La Prensa, de Buenos Aires. Más tarde  comenzaría a trabajar para importantes editoriales como Abril y Códex.

 

La desaparición de Germán Oesterheld fue seguida por la de casi toda su familia: sus cuatro hijas Estela, Diana, Marina, y Beatriz, y tres de sus yernos, además de dos nietos presuntamente nacidos en los centros de tortura.

Para explicar el contexto artístico de Oesterheld, digamos que por aquellos años (década del ’50) Argentina era una meca internacional de la industria editorial referida a la historieta (o comic según la nomenclatura anglosajona), que por un lado atraía a autores de todo el mundo (los míticos dibujantes y guionista italianos Hugo Pratt o Dino Battaglia colaboraron con Oesterheld en algunas de sus obras), y por otro producía guionistas y dibujantes de gran maestría que eran tentados por editoriales estadounidenses, francesas o británicas, tres de los grandes polos del comic mundial.

El auge de la historieta en Argentina desde los años 50 en adelante tuvo incontables talentos y produjo publicaciones que hoy son de culto en la materia, como Nippur de Lagash, del maestro paraguayo Robin Wood, o Corto Maltés del mismo Hugo Pratt.  El Eternauta, de Oesterheld, fue también una de estas grandes joyas.

El primero de los personajes importantes creados por el guionista argentino fue el piloto de pruebas Bull Rocket, que apareció por primera vez en el número 176 de la revista Misterix, en 1952, dibujado por el italiano Paul Campani. Luego siguió El Sargento Kirk, en 1953, dibujado por Hugo Pratt.

En el argumento de esta obra, Kirk pertenecía al Regimiento 7mo. de Caballería del Ejército Estadounidense y como suboficial al mando es forzado a participar en una masacre de indígenas. Ante su propio cuestionamiento ético, decide desertar para dedicarse a criar caballos con otros exiliados internos como él, entre ellos Maha, un indio sobreviviente de la tribu Tchatoga. Originalmente Oesterheld había pensado en Kirk como en una especie de Martín Fierro (personaje del poema gauchesco escrito por José Hernández en 1872, considerado fundacional de la narrativa argentina, cuyo protagonista es también un auto marginado que se vincula a los indios aún en estado salvaje, desde una perspectiva blanca y colonial). Sin embargo, la editorial exigió a Oesterheld que situara la acción en los Estados Unidos.

Esta preeminencia cultural impuesta por los mercados angloparlantes en el género de la historieta condicionó a generaciones enteras de artistas, que preferían explorar temáticas exógenas o ambientar sus obras en escenarios exóticos, antes que situarlas en contextos nacionales o latinoamericanos. Oesterheld no fue la excepción y buena parte de su producción fue fruto de esta visión condicionada.

 

Portada original de la primera aparición de El Eternauta, convertida en una historieta de culto por su carga metafórica adelantada a los tiempos.

En 1957, Oesterheld funda con su hermano la Editorial Frontera, cuyas primeras publicaciones fueron exitosos lanzamientos novelados –en prosa– de sus guiones El Sargento Kirk Bull Rocket. A poco lanza las revistas de historietas Hora Cero y Frontera. Desde sus páginas vieron la luz sus creaciones más celebradas como Ernie Pike, un corresponsal de guerra que relata batallas de la Segunda Guerra Mundial (basado en el cronista estadounidense Ernest Pyle). Otros títulos como Ticonderoga, con dibujos de Hugo Pratt; Randall, the Killer, con ilustraciones de Arturo del Castillo y Sherlock Time, con dibujos de Alberto Breccia.

Enumerando estos títulos, resulta evidente que el componente cultural colonizado de matriz estadounidense es trasversal en su obra. Sin embargo, Oesterheld ya había comenzado su trabajo interno descolonial que iría, igual que una  hiedra lenta pero paciente, abriéndose paso en su creatividad y en su lectura de la realidad. Su primera gran obra en este sentido, fue sin dudas El Eternauta, del que hablaremos en detalle en la segunda parte de este artículo.

Debido a factores combinados, ente ellos la fuga de dibujantes hacia otras editoriales, sumados a problemas económicos, la Editorial Frontera cesó sus actividades tras cinco años de fructífera producción. A partir de entonces, la obra de Oesterheld fue adquiriendo progresivamente un mayor compromiso político. En 1968, la editorial Jorge Álvarez decidió realizar una serie de biografías de figuras históricas de América Latina adaptadas gráficamente. Oesterheld fue convocado para realizar Vida del Che y otra entrega sobre Eva Perón, pero al salir el número del Che, el gobierno militar de entonces lo retiró y secuestró los originales. El número sobre Eva Perón no saldría sino hasta décadas más tarde, en 1998, en Ediciones Colihue.

En 1970, Oesterheld escribe para la revista 2001 un guión titulado La Guerra de los Antartes, cuya temática y argumento es muy afín a El Eternauta, pues ambas narran invasiones extraterrestres que ponen de manifiesto la dicotomía conquistadores-colonizados, y la lucha de los últimos por su liberación.

En La Guerra de los Antartes, Oesterheld va mucho más lejos en su paráfrasis política, y muestra cómo los países del norte rico negocian con los invasores el territorio latinoamericano para cederlo a los alienígenas, a cambio de seguir viviendo ellos sin cambios sustanciales. Como dato añadido, Oesterheld muestra una sociedad latinoamericana que ya había por fin superado su estadio colonial de dependencia económica y poseía instrumentos soberanos, tecnológicos e institucionales que le permitían hacer valer su posición en el concierto internacional. Además, la obra muestra una cuasi perfecta unión entre la sociedad latinoamericana y sus dirigentes, los cuales han dejado de lado las tentaciones traidoras de sesgo entreguista, para consagrarse a la realización de sus naciones.

En ambos casos –en El Eternauta y en los Antartes–, el autor utiliza la figura del invasor extraterrestre como metonimia de los imperialismos, y sobre cómo éstos siempre necesitan de los aliados internos, los asimilados y colaboradores para cumplir sus metas expansivas. En este sentido, la agudeza psicosocial y su capacidad de extrapolar metafóricamente estos esquemas, hacen de Oesterheld un autor imprescindible para jóvenes que quieran leer con perspectiva política, pero utilizando la aparente simpleza de un formato como la historieta. No en vano las dictaduras militares impuestas por el Pentágono en toda América Latina se han centrado en ocultar y evitar este tipo de publicaciones y, como en el caso de Oesterheld, de torturar y asesinar a sus autores

(continuará).

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