Mano dura y gatillo fácil, el sueño húmedo de Larrañaga

Por Nicolás Centurión


Viernes 13 de noviembre de 2020. Julio vuelve de trabajar. Como todos los viernes va a comprar pizza para cenar con su familia. Pero un pequeño cambio en sus planes lo llevó a vivir un infierno en pocas horas: Persecución, balazos, abuso policial y más. El azar quiso que Julio sobreviviera y pudiera contarnos su historia.



 

Julio fue directo del trabajo a la pizzería. La rutina de siempre al volver del trabajo, levantar a sus hijos y sobrinas e ir a buscar la cena. Pero ese viernes cambió de plan. Llamó previamente para encargar, así cuando llegaba levantaba la cena y seguía rumbo a su casa. Estaba cansado, venía de trabajar en Piriápolis a 60 kilómetros de su casa en Pinamar.

 

Se desarrollaba un Operativo de la PADO (Programa de Alta Dedicación Operativa) en calle Nogueira y Ruta Interbalnearia kilómetro 37. Unos diez efectivos custodiaban esa esquina, parando motos y autos. Julio venía en su auto –tras comprar pizza- desde el este hacia Montevideo, a unos 800 metros del operativo. Lo cruza y en la estación de servicio de Pinamar elige ir por la calle paralela a la Interbalnearia. 

 


Allí se encuentra con dos focos detrás de él. Entiende que son dos motos, rebaja la marcha y le hace señas para que lo rebasen. Las motos siguen detrás de él y pocos metros después siente impactos en su vehículo. Piensa que lo van a rapiñar, que le van a robar el auto y lo van a matar, entonces acelera la marcha y las motos lo empiezan a perseguir. 

 

El primer tiro da en su brazo derecho, entrando unos centímetros por encima del codo y con orificio de salida a unos centímetros por debajo del mismo. Otro disparo le pega en su pierna derecha. Lo salva el celular que lo tenía en el bolsillo de ese lado, sino la arteria femoral iba a quedar comprometida. Los dos restantes impactos dieron en otras partes del auto. Siente que no va a vivir para contarla.

 


Como toda persecución se dio a gran velocidad. Julio enfiló hacia el Arroyo Tropa Vieja y dobló a mano derecha rumbo a su casa. El brazo le sangraba y pensaba que se iba a morir. Rompió el portón de su casa con el auto y chocó contra su propio parrillero, el que él había construido. 

 

Se bajó del auto, golpeó la puerta de su casa con total desesperación. No había nadie en el interior. Su esposa, Gabriela estaba en la casa de su madre a unas cuadras de allí. De inmediato se abalanzaron sobre él dos policías.

La sorpresa lo invade a Julio. Nunca pensó que lo perseguían policías. No le prendieron las sirenas ni le dieron voz de alto. En fracción de segundos de esa noche que de primavera tenía poco, la sinrazón de los azules tiñó de rojo una noche que pretendía ser familiar y terminó en una pesadilla.

Lo reducen, le apuntan con sus armas: uno a la cabeza y el otro a la espalda al grito de "quedate quieto. Esta no es tu casa"..."¿Qué haces acá, pichi?" "Quedate quieto o te mato acá nomás".

 

Otra vez la sensación de muerte. "Para mi que me mataban", relata Julio. Lo salvan los vecinos. Se presentan en su casa y empiezan a gritarle a los policías, preguntando qué están haciendo, que lo suelten. Que es su vecino, que es un laburante. Los policías empiezan a dudar.

 

Julio sigue en el piso, sangrando, reducido y con dos armas encima de su cuerpo. El policía que disparó durante la persecución, el que más exaltado estaba, cuenta con antecedentes y varias denuncias por abuso de funciones y amenazas. 

 

Esposan a Julio, "me tiran para atrás del patrullero como un perro", dice. Gabriela unos minutos antes de enterarse de lo sucedido escuchó unos balazos en el barrio y pensó que estaban persiguiendo a un delincuente. 

 

Una vecina la llama y le cuenta la escena dantesca que estaba viendo en ese preciso momento. Enseguida se dirige hacia su casa y se encuentra con un panorama tétrico. Pregunta incansablemente ante los policías qué estaba pasando, por qué habían detenido a su marido.

 

Ningún policía le dirige la palabra.

 


Solo uno atina a contestarle y empieza repetir el discurso armado oficial: que su marido había evadido el control policial, que se dio a la fuga ante la voz de alto, que le disparó a los policías y que hirió a uno de ellos. Incluso que a ese policía lo habían trasladado con Julio.

Gabriela no acreditaba lo que sucedía. Julio no tenía armas, nunca había tenido problemas con nadie. Venía de la rutina de todos los viernes de comprar pizza. 

En un arrebato de justicia le espetó a los policías qué estaban haciendo y que se estaban equivocando. Seguido acto abrió el auto y allí se encontraba la pizza todavía tibia. "¿No ven que fue a comprar pizza?", increpó a los uniformados.

Vio a Julio en la parte de atrás del patrullero, él solo pudo atinar a levantar los brazos en paralelo por las esposas y mostrarle el brazo baleado. Lo que no vio Gabriela fue al supuesto policía herido en el patrullero.

A Julio lo derivaron al Hospital Pasteur en Montevideo. Allí recibió buen trato por parte de los enfermeros y médicos. Pasó de ser victimario a víctima por las pericias médicas.

Mientras Julio se encontraba en revisión médica, policías seguían rondando a unas cuadras de su casa. Con una celeridad abrumadora, apareció un arma a unas cuadras de la. Arma que los policías declararon que era de Julio.

Según el informe policial, fueron ocho en total los disparos efectuados por uno de los dos policías que persiguieron a Julio. De los otros cuatro, no se sabe su destino. 




(Imagen del auto de Julio cedida por él mismo)

Retomemos los hechos y pasemos en limpio: 

Según el relato policial, Julio evadió el control policial y se dio a la fuga. Falso. Nunca lo pararon y eso se puede comprobar por las cámaras de seguridad de la zona, solicitadas a instancia de la fiscal Mirna Busich a cargo del caso. 

Según el relato policial, Julio en plena persecución le disparó a los policías e hirió a uno de ellos. El famoso policía herido nunca apareció ni hay registro en ningún hospital de él. 

Igualmente Julio podría haber disparado. Entonces barajemos las hipótesis posibles:

Hipótesis 1 

Julio es derecho. Entonces podría haber disparado desde su lado derecho hacia atrás. De esta manera el vidrio trasero del auto tendría que tener un disparo. 

 

Hipótesis 2

Julio disparó hacia su lado izquierdo hacia atrás. Es decir, el arma estaría detrás de su cabeza en el parietal izquierdo. 

 

Hipótesis 3 

Disparó con su mano izquierda de las dos maneras que relatamos con su mano derecha pero a la inversa.

 

Las tres hipótesis fueron descartadas de plano. Primero que con el balazo en el brazo no podía disparar con su mano hábil. Segundo que el vidrio trasero de su auto no tiene ningún orificio de proyectil. Tercero, las pruebas de parafina que dan como resultado si el individuo posee restos de pólvora, dieron negativo tanto para ambas manos como en el cuello en el caso de que hubiera disparado cruzado hacia atrás.

 

Pero esto no queda aquí. El arma encontrada, en tiempo record, contenía balas del Ministerio del Interior y no se encontraron huellas dactilares. Imaginemos que esa arma la hubiera tenido Julio.

El hombre a alta velocidad, recibiendo balazos por todos lados, habiendo recibido uno en su brazo hábil, manejando y disparando (según la policía) tuvo tiempo de limpiar las huellas del arma y deshacerse de ella. Realmente Julio está para una película de acción de Hollywood. 

 

Sumado a la farsa de Julio como hábil pistolero y el arma plantada, el relato policial cayó por completo. Nunca pararon a Julio, no se dio a la fuga. No marchaba a gran velocidad antes de la persecución, las cámaras demuestran que conducía a no más de 65 kms por hora. Tampoco realizó maniobras bruscas ni sospechosas.

 

No tenía arma de fuego por ende nunca le pudo disparar a nadie. Ergo el policía herido no existe. 

 

Aparece en escena el Comisario de Salinas. Este les pide a los efectivos de la PADO que se retiren porque no era su jurisdicción. Estos desacatan la orden y a los minutos aparece el arma en una plaza de juegos a pocas cuadras de la casa de Julio. La efectividad de los uniformados es encomiable. La persecución transcurrió aproximadamente durante un kilómetro y medio, "rastrillaron" la zona y esa misma madrugada el arma apareció.

 

Mientras Julio estaba con su esposa en el hospital Pasteur, la policía técnica se presentó a las tres de la madrugada en el domicilio de Julio. Allí se encontraba la madre de Gabriela para supervisar a los de azul.

 

Revisan todo el auto y le piden si pueden abrir el asiento del conductor. La suegra de Julio les concede el permiso y allí encuentran otra bala. Según la madre de Gabriela, la propia policía técnica le afirmó que esa bala iba directo al pulmón y que Julio hubiera muerto en minutos. Lo salvó la parrilla del asiento, una maraña de fierros que hoy le permiten estar con vida.

Agregaron que si alguna persona hubiera viajado en el asiento de atrás hubiera muerto acribillada.

 

Allí enseguida Gabriela nos cuenta que Julio tiene la costumbre de ir con sus sobrinas e hijos a la pizzería y que siempre viajan en el asiento de atrás. Si no hubiera cambiado el trayecto, estaríamos lamentando varias muertes.

Julio, al cuarto día de estar internado, recién hizo la denuncia. Su brazo quedó con secuelas y le cuesta trabajar como obrero de la construcción porque la bala le comprometió los tendones. 



Así las cosas...

A Julio lo amenazaron de muerte. Lo apuntaron dos policías con sus armas. Ingresaron a su domicilio luego de las doce de la noche sin orden judicial. Lo golpearon, lo insultaron. Su auto no estaba requerido, él tampoco. Lo quisieron hacer pasar como un delincuente y casi lo matan. 

¿Las razones? Si es que existe algo de razón en estos hechos, ninguna. Es el proceder habitual de varios policías en varios puntos del país, que actúan con total impunidad. Sobre todo amedrentando jóvenes de barrios humildes.

Eso lo pudimos comprobar estando en la parada del ómnibus luego de la entrevista con Julio. Este nos acompañó y allí nos cruzamos con tres jóvenes del barrio que lo recibieron al grito de: "que andas hombre bala!" 

Al preguntarles cómo era el trato de los policías con ellos, la respuesta es concreta: "horrible". Uno de ellos que estaba con campera y gorra nos dice: "acá te bardean todo el tiempo. Te tratan de pichi, de chorro y uno está tranquilo tomando un vino en la parada. Todo el tiempo. Vienen y te patotean porque sí".

 

Lo judicial:

La fiscal Mirna Busich pidió la formalización del proceso de tres de ellos, mientras avanza la investigación sobre el involucramiento de los otros cinco policías. El juez de Atlántida de 1º turno, Marcos Seijas imputó a dos de los policías en un proceso abreviado.

 

Otro policía fue condenado por encubrir los hechos, ya que estaba al tanto de que habían plantado un arma sus compañeros y no lo denunció a sus superiores. Fue condenado con tres meses en régimen de libertad a prueba, por lo que debió presentarse ante la comisaría y realizar tareas comunitarias.

 

Al policía que efectuó los disparos, el juez determinó arresto domiciliario con vigilancia por dispositivo electrónico, prohibición de contacto y comunicación con la víctima, por entender que no había peligrosidad ni riesgo de fuga, decisión que fue apelada tanto por la fiscalía como por la defensa de la víctima.  

Para el otro policía se dispuso la formalización por el delito de abuso de funciones y privación de libertad con medidas cautelares por 180 días, debiendo presentarse semanalmente a la seccional policial.

 

La investigación aún no ha concluido. Resta determinar quién y cómo plantó el arma. Además falta resolver la situación judicial de los otros cinco policías indagados. El viernes 9 de abril de 2021 se sumó otro indagado y en total son ocho policías los involucrados.

 

Las medidas dictaminadas por la justicia no garantizan la seguridad de Julio y su familia. Esta historia el protagonista la pudo contar, pero hace dos semanas fueron asesinadas cuatro personas por abuso policial y mal procedimiento: Una niña de 12 años murió por una bala perdida en un enfrentamiento en la puerta de su casa en un enfrentamiento aun por dilucidar los atacantes y un hombre de 29 años en una parada de ómnibus falleció a causa de otra bala perdida a raíz que un policía se resistió a una rapiña.

Otro hombre se atrincheró en una pensión del centro de Montevideo con cuchillos y la policía lo acribilló a balazo. Aun se investiga la desproporción de la fuerza aplicada. Por último, un hombre fue asesinado por la policía en una persecución calco de lo que sucedió con Julio.

La diferencia con él es que una de las balas se impactó en el cráneo del conductor. Un BMW que no estaba requerido, así como tampoco la víctima.

La defensa de estos últimos policías es compartida con la de los policías que persiguieron y amedrentaron a Julio. 

 

¿Quién nos cuida de la policía?


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4 Comentarios

  1. Nadie nos cuida. Lamentablemente hoy en dìa, es una salida laboral y son tan jovencitos, que ni barba tienen, pero tienen delirios de poder y sueños de ser super poiicìas, como en las series de tv. Tambièn lamentablemente les dieron aliento para hacer lo que hacen y acomodaron las leyes que apoyan y apañan su lamentable forma de "cuidarnos" y olvidando, o nunca se enteraron de aquello de "se es inocente, hasta tanto se demuestre lo contrario" , lo que està difìcil con el gatillo fàcil, porque sus errores terminan bajo tierra y un ministro, muy bocòn, pero inepto para el cargo que tiene, porque el teòrico es fàcil, el pràctico es difìcil y visto desde afuera, somos todos capos. Hoy hay que tener cuidado, como en otros tiempos, que igual por correr en la calle, apurado, te llevaban, los de verde, hoy son los de azul

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    1. Gracias por comentar. Si, son muchos los casos de abuso policial. Ese mismo día que estábamos entrevistando a Julio mataron a otro ciudadano que la policía lo persiguió y fue la misma historia que le quisieron adjudicar a Julio. La diferencia es que uno vivió y el otro no y no se puedo defender.

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  2. UNA VERGUENZA.-TENEMOS QUE CUIDARNOS DE ELLOS.ASI VA MI PAIS.-

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