Myanmar: Crónica de un Estado Fallido - Periferia

Latest

«Desde la periferia al centro de los temas

Myanmar: Crónica de un Estado Fallido

Ramiro Quintana

Phuket, Tailandia, Abril 2021


Mi primer contacto con Myanmar y su gente, se produjo varios meses antes de que lo visitara por primera vez, y fue en el primer partido de fútbol que jugué en Chiang Mai - ciudad en la que aún vivo - hace unos seis años atrás.




Recién llegado de Sudamérica, me era muy difícil aún diferenciar entre la gente de los distintos países del continente milenario, y al encontrarme en Tailandia, asumí que todos los de aquel partido que no eran occidentales eran seguramente thais.

Sin embargo Brett, un compañero de equipo australiano, se encargó de precisar que todos los jugadores asiáticos de aquella noche no eran locales, sino que eran birmanos.


Brett conocía del tema en profundidad, dado que era un periodista reportando para un medio de su país sobre los múltiples conflictos étnicos que aquejan a Myanmar a lo largo y ancho de su territorio desde que logró su independencia del Imperio Británico a finales de la década del cuarenta del siglo pasado. 


Habiendo sido deportado por el gobierno del entonces presidente Thein Sein -ex general de la Tatmadaw (fuerzas armadas birmanas) y fundador del ultraderechista Partido de la Unión, Solidaridad y Desarrollo (USDP) -, Brett se había visto obligado a sentar base en la ciudad de Chiang Mai, localizada a unos cien kilómetros de la frontera con Myanmar, y continuar desde allí con su trabajo.


El equipo que formaban todos los birmanos compensaba su falta de estatura con pierna fuerte y mucha velocidad, la cual confieso, me tuvo a maltraer durante toda la noche.  

El despliegue físico que demostraban en la cancha era más destacable aún si uno consideraba que la mayoría de ellos trabajaban durante el día en distintas plantaciones de caña de azúcar y maíz de las afueras de la ciudad, así como en fábricas de distintos rubros bajo duras condiciones laborales y en un régimen de empleo informal, que su condición de inmigrantes ilegales les obligaba a aceptar y del que muchos empleadores tailandeses sacan provecho para abaratar costos.


Aproximadamente 1.400.000 birmanos viven en Tailandia, siendo el principal grupo de inmigrantes del país. Muchos de ellos cruzan ilegalmente a través de una frontera porosa y selvática, en busca de mayores oportunidades en el país vecino.


Pero hablar de la gente de Myanmar como si fuese un único grupo es un error, puesto que su población de más de 54 millones de habitantes está conformada por gente de 135 grupos étnicos distintos


Tal diversidad étnica y cultural, puede ayudar a entender por qué la historia de la República de la Unión de Myanmar - su nombre oficial - ha estado signada por constantes conflictos armados a lo largo de su vasta geografía desde la retirada del Imperio Británico, muchos de los cuales siguen vigentes hasta el día de hoy.


Son muchas las minorías étnicas que reclaman su autonomía ante la indiferencia demostrada a lo largo de la historia por parte de un Gobierno central inestable, que no ha sido capaz de satisfacer derechos tan básicos de su población tales como el acceso a la educación o a la salud.


La sanguinaria Tatmadaw


Es recurrente la promesa de los distintos gobiernos -democráticos y militares- de aumentar su presencia en todos los rincones del país, muchos de los cuales hoy están bajo el control de distintos grupos armados.


Cuando en el año 2002 el gobierno militar reinante por aquel entonces anunció un proyecto de construir una nueva capital en el centro del país para aumentar la presencia oficial en todo el territorio nacional, esto fue tomado como una buena señal y un paso en la dirección correcta pensando que iba a acercar al gobierno a la gente y a traer más estabilidad a la zona.


La nueva capital Naipyidó, fue inaugurada el 6 de noviembre del año 2006 en el día de las Fuerzas Armadas con una masiva marcha de 12.000 tropas y con acceso limitado a la prensa.

Un evento de tales características ya dejaba entrever el verdadero objetivo de mover la capital de Rangún a su nueva localización, el cual no era más que una maniobra militar de un gobierno totalitario para aumentar su control y estar más cerca de las zonas perdidas en manos de grupos separatistas a través de la fuerza.


Como era de prever, la presencia oficial en los años subsiguientes se incrementó en las zonas de conflicto, pero no a través de avances sanitarios, obras de infraestructura o mayor participación política, sino que fue a través de la Tatmadaw y sus prácticas genocidas.




Acusada de usar la táctica de “tierra quemada” (destruir todo lo que pueda ser de utilidad para el enemigo, incluidas estructuras civiles), las Fuerzas Armadas de Birmania son acusadas por distintos organismos internacionales de crímenes de lesa humanidad perpetrados en los distintos frentes de combate que mantienen abiertos fronteras adentro, y hasta del reclutamiento de niños soldados pese a haber firmado un acuerdo en el año 2012 con UNICEF - junto a otros actores del mismo conflicto - en el que se comprometía a no involucrar a los menores en el combate.


Lejos de aumentar la presencia del gobierno central en zonas rurales del país, las campañas de avanzada de la Tatmadaw solo sirven para incrementar la brecha que existe entre los distintos grupos étnicos y el gobierno central de Naipyidó, que rechaza el diálogo y responde con fuego de mortero y balas que ya han cobrado la vida de cientos de miles de personas y obligado al desplazamiento interno de más de un millón de civiles.


Un país dividido


Ya con más tiempo en el continente asiático y empezando a entender un poco mejor el intrincado social de la zona, cuando llegué a mi primera clase de idioma tailandés identifiqué rápidamente que mi compañera de banco seguramente era de Myanmar. 


En uno de los respiros que dio la clase le pregunté por su procedencia, a lo que me contestó tímidamente: “Rakhine”. Con un poco de esfuerzo fui capaz de ubicar aquella zona en mi cabeza y le contesté con orgullo: “Un Estado que queda en el Oeste de Myanmar, no?”. “No” - contestó secamente para mi sorpresa - “Rakhine es Rakhine”.


Sorprendido ante aquella respuesta, al volver a casa comencé a indagar en el tema. Oficialmente sí, Rakhine es un Estado de poco más de 3 millones de habitantes al sur-oeste de Myanmar, en las costas del Golfo de Bengala y que comparte frontera con el vecino país de Bangladesh. Pero también es escenario de una pugna histórica entre el gobierno central y varios grupos armados de distintas etnias presentes en la zona que reclaman su autonomía.




Habitado en su mayoría por rakhines - grupo étnico budista que da nombre al Estado- cuenta también con una población significativa de rohingyas musulmanes que han sido víctimas de violencia sectaria por civiles de otras etnias y de violencia gubernamental y militar por parte de la Tatmadaw.


El conflicto alcanzó su punto álgido en el año 2016, cuando una avanzada de la Tatmadaw sobre la población rohingya al norte del Estado se cobró la vida de más de 24.000 civiles asesinados en distintas masacres y obligó a casi un millón de habitantes de esta etnia a escapar al otro lado de la frontera al vecino país de Bangladesh (de mayoría musulmana) en busca de asilo.


Dicha situación puso en primera plana Mundial parte de las atrocidades perpetradas por la Tatmadaw, que además de exterminar sistemáticamente a civiles rohingyas en distintas masacres como la de Maung Nu o Tula Toli, limitó la entrada y movimiento de prensa internacional en la zona de conflicto, y en un intento por justificar su accionar ante los ojos del Mundo, produjo propaganda con fotografías adulteradas y sacadas de contexto en un intento por reescribir la historia del conflicto en la zona.


El Triángulo Dorado


Toda la frontera que Tailandia comparte al norte con Myanmar, es con el Estado Shan, el más extenso de dicho país y que pese a haber logrado cierta autonomía política en los últimos años, aún es escenario de uno de los conflictos étnicos más largos de la historia moderna.

Dicho estado debe su nombre a la etnia que mayoritariamente lo habita, los shan (también conocidos como Tai Yai). 


Los shan son un pueblo mayoritariamente budista que no solamente está presente en dicho Estado, sino en otras zonas del país, en gran parte de las zonas montañosas del norte de Tailandia y en el suroeste de la provincia China de Yunnan, de donde se cree que son originarios.


La región que abarca el estado Shan junto al norte de Tailandia y el noroeste de Laos, es conocida como el “Triángulo Dorado”, y es la segunda zona del Mundo con mayor producción de Papaver Somniferum - también conocida como “amapola real” o “adormidera” - planta de la que sale el opio y la heroína.


Un territorio históricamente empobrecido y sin muchas más alternativas económicas, ha llevado a los grupos independentistas a financiar parte de su lucha a través de la producción y comercialización de dichas sustancias, junto a la metanfetamina.

Aprovechando la geografía selvática y de difícil acceso de la región, tanto los grupos separatistas como otros actores del narcotráfico han instalado laboratorios de producción de sustancias estupefacientes a gran escala.


Esto no ha hecho más que dar pie a las Fuerzas Armadas a incrementar su accionar en esta zona en particular, justificandola como una avanzada en contra del narcotráfico (siendo incluso financiada parcialmente por las agencias estadounidenses de la CIA y la DEA), pero que considerando el retorno económico que genera la venta de opio y sus derivados, no se trata de otra cosa que de un intento de la Tatmadaw de hacerse con el control de dicho mercado


El conflicto en el Estado Shan o en Rakhine, son solamente dos ejemplos de los muchos que existen en el territorio de Myanmar: de las 15 regiones administrativas que componen la Nación, existen conflictos armados entre el Gobierno central y distintos grupos separatistas en al menos 10 de ellas.


Un nuevo paso hacia atrás 


La eterna lucha de Myanmar por establecer estructuras democráticas que trajeran paz y estabilidad política a la región parecía comenzar a cursar un camino prometedor cuando en las elecciones generales del 2015, la Liga Nacional para la Democracia (NLD por sus siglas en inglés) encabezada por la premio nobel de la paz San Suu Kyi se impuso al entonces gobernante partido conservador USDP con casi el 60% de los votos. 


De todas maneras y de acuerdo a una modificación en la constitución efectuada por el gobierno militar reinante en el país de 1989 a 2011 antes de entregar el poder, la Tatmadaw retenía el derecho nombrar a ¼ de los miembros del Parlamento.


A poco más de un año de asumir en su cargo, el genocidio rohingya llevado a cabo por la Tatmadaw previamente mencionado en este artículo, comenzó a evidenciar una separación entre la mandataria y unas Fuerzas Armadas que parecían tener una agenda propia, no alineada con los intereses y valores del Gobierno central. 


El silencio de San Suu Kyi fue interpretado por distintos actores del Mundo político como una muestra de debilidad, y su incapacidad de ponerle fin a la violencia provocó una catarata de críticas de la comunidad internacional que le valió la revocación de varios premios y galardones obtenidos anteriormente por sus esfuerzos por reconstruir la democracia en el país.


Sin embargo, su primer mandato al frente de la República de la Unión de Myanmar pasó sin mayores inconvenientes, y fue reelecta en las elecciones generales del 2020 con un porcentaje de votos aún mayor que en las elecciones anteriores.


Pero a menos de tres meses de la elección, la Tatmadaw tomó el poder por la fuerza argumentando que la elección general del año anterior había sido fraudulenta, y declarando el Estado de Emergencia por un año junto a un apagón de internet intermitente por tiempo indeterminado. Así fue que en las primeras horas del 1ero de febrero del 2021 en una operación conjunta entre la policía nacional y las fuerzas armadas, Suu Kyi y otros líderes de la NLD fueron detenidos por el delito de “importar ilegalmente diez o más walkie-talkies sin permiso pertinente de las Fuerzas Armadas” y por “violar la Ley de Gestión de Desastres Naturales durante la campaña electoral al saludar un convoy de la NLD durante la pandemia de COVID-19”.




La toma de poder por parte del Comandante en Jefe Min Aung Hlaing provocó una serie de protestas a lo largo del país que se extienden hasta el día de la fecha. En ellas, han muerto más de 700 manifestantes (incluidos niños) a manos de las fuerzas militares y policiales, y más de 3.000 civiles han sido detenidos


En un intento por encontrar aliados y mejorar su imagen a los ojos de la Nación, la Junta Militar liberó a más de 23.000 prisioneros y retiró al grupo armado Arakan Army (AA) de la lista de grupos terroristas, pero lograr el apoyo popular parece una misión casi imposible.


El futuro es incierto y la promesa de la Tatmadaw de entregar el poder dentro de un año se aleja cada vez más al ritmo de las balas que los soldados disparan contra manifestantes en las protestas que día a día surgen en distintas ciudades de Myanmar. 


Cuesta creer que esta vez sí vaya a haber una solución positiva para todas las partes, viendo que todos los intentos anteriores de unir a la gente del país bajo un mismo Gobierno han fallado. Tal vez es hora de asumir que la República de la Unión de Myanmar con el territorio delimitado como lo dejaron los ingleses al abandonar la zona hace más de 70 años no puede existir como tal, y es hora de pensar en una nueva configuración geográfica en la zona como reclaman desde hace décadas los distintos grupos de la región. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

DESTACADAS

García Linera y los retrocesos del progresismo latinoamericano

  Álvaro Verzi Rangel El gran problema del progresismo es que no ha sido capaz de ofrecer un nuevo modelo, afirmó el exvicepresidente bolivi...