Apuntes sobre la serie “El Reino”

Por Nicolás Centurión


Luego de ver la primera temporada de El Reino, donde se muestra de manera clara y contundente los entramados de corrupción, servicios de inteligencia, medios de comunicación, fiscales, jueces, iglesias y fanáticos religiosos, pobreza, marginación, think tanks y más; me surgen algunas cuestiones en modo apunte.



AVISO: Estos apuntes son sobre la temporada entera. Si no la viste, mejor que esperes a terminarla y después volver aquí.


La primera grata sorpresa es que el elenco no decepcionó. Actores de renombre donde cada uno destaca a su manera sin que alguno se lleve los aplausos y los reflectores por encima de otro, más allá de gustos personales.


Luego la forma en que se trató de ir desarrollando la trama. A priori pensé que se iba a tratar de un tete a tete entre la fiscal Roberta Candia, interpretada por Nancy Duplaá y el pastor evangélico Emilio Vázquez, interpretado por Diego Peretti. Pero no. La trama tiene más una visión de dron, que el estilo estadounidense basado en la investigación policial. La visión que nos da es como de arriba de la trama, donde no hay tantos hilos ocultos pero a pesar de ello, la intriga es efectiva. El ritmo no decae en ningún momento. 




Toca temas muy complejos y de manera acertada. Sin caer en lugares comunes. Mostrando una realidad que prácticamente es la que atraviesa latinoamérica toda y países de otras latitudes: el ascenso de una ultraderecha conservadora, evangélica, pro vida, con financiación turbia. Un discurso pro familia, propiedad privada y salvación individual, lo que los autores llaman “teología de la prosperidad” es decir, neoliberalismo evangélico.


La cuestión no queda allí y a mi entender, uno de los puntos altos de la serie es el capítulo llamado “El Archivo Osorio”. Allí se muestra el pasado de Rubén Osorio interpretado por Joaquín Furriel, una especie de monje negro. Donde vemos que tiene muchos contactos y mucha llegada pero no sabemos para quién trabaja. Parece que queda huérfano y a la deriva con el asesinato de Badajoz, y allí es donde muestra su verdadera rostro. 



En dicho capítulo se devela que Osorio es un agente contratado por los servicios de inteligencia de Estados Unidos. Se muestra su carrera como servicio. Primero infiltrado en un partido de izquierda para frenar una revuelta, luego implicado en la crisis del 2001 donde ayuda a banqueros a fugar dinero antes del estallido financiero y social. Asciende y a través de un think tank promueve un nuevo partido político, con similares características al PRO de Mauricio Macri, pero aquí pueden entrar muchos más como ejemplo. Su candidato es Badajoz, un empresario outsider de la política.


La trama de poder, que quizá no a muchos sorprenda, pero es interesante mostrarla en nuestras tierras. Porque los mafiosos, los corruptos, los delincuentes solo los muestran como marginales, narcotraficantes y muy esporádicamente algún empresario o político intocable. 


En la serie la cuestión es más sencilla y real a pesar de la complejidad del tema. Los empresarios, los de cuello blanco, están ahí en el acto de lanzamiento del pastor. “Los dueños de la Argentina” como le dice Osorio al Pastor, pero podría haber nombrado a cualquier otro país. 





La pregunta que me asalta (y perdón por el pesimismo): si así tan a la vista están puestas las cartas, los hilos y las tramas en una serie de la plataforma Netflix, ¿qué estarán tramando desde ya los servicios secretos, el departamento de Estado con su arsenal de ONGs para nuestros países? ¿Qué se está digitando para nuestras latitudes de acá a 20 años? Porque esto que vemos ahora, ya se viene gestando desde hace rato y solo le han hecho ajustes mientras se ejecutaban sus proyectos. Porque los documentos de Santa Fe se escribieron hace varias décadas.


Solo queda ver la realidad, sufrir los embates de las potencias imperiales y que una serie nos cuente con una producción que nos impacte lo que sucede en nuestros países.


Siempre de chico me gustaron las historias donde uno podía elegir su final. 

Este que planteé anteriormente, por más que tenga la crudeza de la realidad y la confirmación de la experiencia, no deja de ser un diagnóstico pesimista.


Quizá en el final planteado al inicio nos volvieron a vencer una vez más. Quizá sea tiempo de ser los creadores de nuestro propio guión y poder escribir un final que marque el comienzo de la emancipación de nuestros pueblos. 


¿Habrá segunda temporada para los de abajo?


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