Álvaro Verzi Rangel|
El ultraderechista presidente brasileño Jair Bolsonaro, quiere socavar preventivamente los resultados de las próximas elecciones y el negacionista banquero, estratega y gerente de campaña de Donald Trump, Steve Bannon está dispuesto a ayudar a convertir al Brasil en el nuevo campo de batalla del Make America Great Again (MAGA).
Bannon, acusado de fraude y lavado de dinero, prepara un regreso político, tras no obtener muy buenos resultados en Europa. La semana pasada en “cibersimposio” organizado en Dakota del Sur por el empresario trumpista y director ejecutivo de MyPillow, Mike Lindell, puso su mirada en Brasil y las elecciones presidenciales de 2022, partiendo de la premisa de que los comicios presidenciales estadounidenses del año pasado fueron robados a Trump.
Bannon advirtió que una elección diferente podría estar en riesgo: la reelección del presidente ultraderechista Jair Bolsonaro, de Brasil. En el simposio estuvo presente Eduardo, uno de los hijos del mandatario brasilño, quien impulsa desde hace años la creación de un foro de partidos de extrema derecha e insistió en el paralelo entre los sistemas de su país y el estadounidense.
Pura falacia y desinformación, porque el sistema electrónico de votación brasileño es de los mejores del mundo, avalado por 25 años de uso, y en ese país la votación es obligatoria. Lo que pasa es que Bolsonaro es consciente de que pierde en unas próximas elecciones, sobre todo si enfrenta al expresidente progresista Luis Ignacio Lula da Silva, y por eso busca tener las herramientas para poder organizar un fraude.
Incluso ha planteado la perspectiva de una intervención militar para supuestamente asegurar la integridad de la votación, haciendo desfilar tanques y tropas del ejército en Brasilia el 10 de agosto. Las verdaderas intenciones del presidente son obvias. Se está preparando para rechazar un resultado futuro desfavorable, sembrando dudas desde ahora.
En Dakota, Bannon ya estaba cobrando su asesoría. Cuando le tocó hablar, dijo que la de Brasil era la «segunda elección más importante del mundo», y que «Bolsonaro ganará a menos que lo roben, adivinen qué, las máquinas». Lo cierto es que los brasileños, no las máquinas, parecen decididos a derrocar a Bolsonaro. Pero Bannon, siguiendo el libreto que le acercara Eduardo Bolsonaro, descartó a Lula como «un criminal» y lo llamó «el izquierdista más peligroso del mundo».
Bannon resapaldó a Bolsonaro en las elecciones de 2018 en Brasil y también se reunió con Eduardo ese año. Después de su conversación, Eduardo anunció su intención y la de Bannon de «unir fuerzas, especialmente contra el marxismo cultural». Esta vez se reunió incluso con Donald Trump, al que invitó a viajar a Brasil a un seminario de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC). ¿Y si la jugada fuera catapultar a Eduardo Bolsonaro como el candidato y no a su padre?
El año pasado, Bolsonaro y sus hijos apoyaron abiertamente a Trump para que ganara la reelección, sintiendo que una victoria de Biden aislaría y restringiría al gobierno brasileño por su manejo descuidado de la deforestación amazónica, entre otros temas que han despertado la alarma internacional.
Hasta ahora, el firme apoyo del presidente brasileño a Trump no ha tenido mucha reciprocidad pública por parte de Trump o sus partidarios. Bolsonaro tardó más de un mes antes de reconocer la victoria de Biden e incluso repitió acusaciones falsas sobre fraude en las elecciones estadounidenses de 2020 en una reunión este mes con el asesor de seguridad nacional de Biden.
Bolsonaro ahora está tratando de vincular los eventos en Brasil con la red más amplia de delirios fantásticos, resentimientos e indignaciones que alimentan la base de Trump y, por extensión, gran parte del Partido Republicano. Bolsonaro, con Bannon de su lado, quiere hacer de Brasil el próximo campo de batalla del MAGA. Y no es la primera vez que Bannon intenta llevar su programa de gira a otras latitudes.
Haciendo un poco de memoria, tres años atrás Bannon visitó varios países de Europa en un intento de unir una red transnacional de ultranacionalistas de derecha. Ian Buruma señalaba en Project Syndicate que “Bannon ve este esfuerzo como parte de una ‘guerra’ entre el populismo y ‘el partido de Davos’, entre la ‘gente real’ blanca, cristiana y patriótica (en palabras de su partidario británico, Nigel Farage) y las élites globalistas cosmopolitas”.
Sintiéndose ganador, en aquel momento dijo: “Estamos abiertos a los negocios … Somos una ONG nacionalista y populista, y somos globales».
En esa gira europea, Bannon intentó juntar a varios ultraderechistas. Se reunió con los españoles de la ultraderechista Vox, con la francesa Marine Le Pen, el viceprimer ministro italiano Matteo Salvini y el fascista primer ministro húngaro Viktor Orbán, pero el llamado Movimiento de Bannon tuvo poco impacto en la política europea, posiblemente porque en realidad no sabe mucho sobre cómo funciona el mundo.
«Durante la gira, las diatribas de Bannon tienden a centrarse en Trump, su milagrosa victoria electoral y la visión del presidente de derribar a la ‘élite liberal global'», señalaba Tim Gosling en Foreign Policy en 2018. “Presiona todos los botones correctos: gastos de defensa, desequilibrios comerciales, pero lo hace desde una perspectiva ciega de Washington ”, añadió.
Pero los hijos y simpatizantes de Bolsonaro están encantados con el apoyo de Bannon, de una manera que los conservadores europeos nunca estuvieron. Pero incluso la derecha brasileña está preocupada. João Filho señaló en The Intercept que la participación de Bannon debe verse como una señal segura de que las elecciones de 2022 serán impugnadas.
“Incluso si Bolsonaro no es reelegido”, se preocupó, “el bolsonarismo seguirá vivo, y continuarán utilizando los conocimientos de Bannon e invirtiendo en conspiraciones contra la democracia «. Thomas Traumann, en Veja, dijo que Bannon aparece como el vínculo entre la «versión tropical del trumpismo» de Bolsonaro y la paranoia insurreccional actual que se ha apoderado de los verdaderos creyentes de Trump.
Ciro Gomes, exgobernador, exministro y congresista que buscará la presidencia brasileña por cuarta vez el próximo año, habla desde 2018 de la conexión Bannon-Bolsonaro, denunciando la influencia del estadounidense sobre el presidente brasileño.
A pesar de sus tensiones bien documentadas, Bannon permanece estrechamente asociado con Trump, y siempre recibe al menos un crédito parcial por la sorpresiva victoria en 2016. Como resultado, el clan Bolsonaro sigue atraído por él.
Andre Pagliarini, profesor de historia moderna de América Latina en Dartmouth College, señala que a medida que Bannon señala su voluntad de participar en las elecciones brasileñas de 2022, su relación con los Bolsonaros podría volverse más clara. Es poco probable que Bannon pueda guiar a Bolsonaro a la victoria, pero la victoria legítima probablemente no sea el punto. La búsqueda principal de Bannon es el agravio, la victoria es simplemente un feliz accidente, añadió.
De Manafort a Bannon
Paul Manafort renunció como director de campaña de Donald Trump en 2016, pocos días después de que el New York Times denunciara que los libros de contabilidad descubiertos en Kiev indicaban que el veterano consultor político republicano y vendedor de influencias había recibido 12,7 millones de dólares en pagos en efectivo de un partido controlado por el exlíder de Ucrania, Viktor Yanukovych.
El hijo del presidente, Eric Trump, dijo que su padre no quería que la «distracción» de los problemas de Manafort se cerniera sobre su candidatura a la Casa Blanca y por eso nombró a Kellyanne Conway como directora de su campaña, y a Steve Bannon, el provocador de Nreitbart News y otros medios de derecha, como director ejecutivo de la campaña.
Hoy, Manafort es un criminal convicto, cumpliendo una sentencia de siete años por fraude fiscal y conspiración, manipulación de testigos y violaciones de cabildeo en el extranjero. En mayo, la Oficina de Prisiones lo liberó de una prisión federal en Florida, debido a problemas de salud relacionados con el coronavirus.
Pero enseguida volvió a los titulares, cuando un informe del Comité de Inteligencia del Senado sobre la intromisión rusa en las elecciones de 2016 lo describió como una «grave amenaza de contrainteligencia», en parte porque uno de sus socios comerciales desde hace mucho tiempo era, de hecho, un oficial de inteligencia ruso.
Bannon no está en prisión, pero enfrenta acusaciones de fraude y lavado de dinero que podrían llevarlo a la cárcel por hasta cuarenta años. Agentes federales lo arrestaron el año pasado en un yate de motor de lujo atracado en Connecticut y liego apareció esposado en un tribunal de Manhattan.
Se declaró inocente de los cargos de que él y otros tres hombres habían desviado de manera encubierta millones de dólares que habían sido donados a una campaña en línea de GoFundMe supuestamente destinada a financiar la construcción del muro de Trump en todo el país. la frontera sur. Y el juez lo liberó con una fianza de cinco millones de dólares.
Obviamente, Trump se desmarcó rápidamente del grupo We Build the Wall y de Bannon, pero fue difícil imponer el divorcio en el imaginario colectivo, sobre todo cuando apareció con Bannon y de varios otros activistas de la ultradrecha en un evento de recaudación de fondos para el grupo
Durante años, Bannon, quien comenzó como oficial naval y banquero de inversiones de Goldman Sachs, se promocionó como un líder de pensamiento populista de la extrema derecha, un hombre interesado en el negocio de la politiquería. Para John Cassdy, del Neww Yorker, es solo otro estafador que busca explotar a los partidarios de Trump para su propio beneficio financiero.
Manafort, quien, junto con Roger Stone y Charles Black, virtualmente inventó el negocio de cabildear en Washington para gobiernos extranjeros, también fue un estafador, pero a diferencia de Bannon no trató de presentar su avaricia como parte de una causa política más amplia. Su participación en la campaña de Trump parecía un servicio a algunos de sus benefactores de Europa del Este.
Bannon tenía un discurso populista y durante la campaña de Trump, se presentó a sí mismo y a Trump como defensores de una clase trabajadora estadounidense, que había sido sacrificada en el altar de la globalización. Después de ser expulsado de la Casa Blanca de Trump, en agosto de 2017, expandió sus ambiciones a Europa, donde buscó construir una red de partidos de extrema derecha.
Pero no llegó muy lejos. Incluso se asoció con un multimillonario chino exiliado, Guo Wengui, para presionar por un cambio de régimen en China. Ahora quiere desembarcar en Brasilia.
*Sociólogo venezolano, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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