“La esquina y la murga desde la niñez
Cantarle a la luna versos de cuplé
Despedidas al barrio y soñar
Subir al tablado”
Don Timoteo, 2017.
“Garganta de sueños rotos, jurándole amor a la luna llena. Bancando por casi un siglo el rechazo burlón de la clase media”. Así comienza el pregón de Asaltantes con Patente, ganadora del Concurso oficial de carnaval en este 2023 en la categoría Murgas, con su espectáculo “¿Quién da más?”.
Y así ha sido y es. La murga y el carnaval en general, denostada por las capas medias y altas, por la burguesía y por la intelectualidad elitista, condenada y criticada por su origen, de aquellos runflas y rufianes que de día tenían solo la fuerza de sus manos para trabajar y de noche la ronca bronca de su garganta para cantar lo que viven. “Mezclando sueños con ilusiones nace su musa / vive en la esquina donde se cruzan la esperanza y la realidad”, cantaba Falta y Resto en el año 2001.
Dios Momó bendijo/maldijo a los 17 murguistas con ser los anti bufones que en la corte del Rey son los primeros en reírse y señalarlo a él. Caiga quien caiga, sea el Rey que sea. Mistongo berretín del arrabal. Versos con voces de bocas torcidas que asustaron a más de una vecina paqueta al entonar la retirada. Más la barriada los mima a la vuelta de los tablados con la mesa pronta pal truco y el fuego pal asado.
Lo formal y la historia
El concurso oficial consta de cinco categorías (murgas, parodistas, sociedad de negros y lubolos, humoristas y revistas). La murga es. por un lado, un género coral-teatral-musical, una ópera popular ; y, por otro, la denominación que se le da a los conjuntos que lo practican, sobre todo en Carnaval.
La sociedad de negros y lubolos junto con las murgas son los estandartes del carnaval uruguayo, sin desmerecer a las otras categorías. Pero por razones históricas, culturales, musicales y más, son los dos géneros representantes que condensan “lo uruguayo” en una dialéctica popular. ¿Las murgas suenan así por Montevideo o Montevideo suena a murga? Los tambores tienen tres toques distintos, Barrio Sur, Cordón y Palermo por los barrios de donde surgieron. Se toca de tal o cual manera por esos barrios, pero después esos barrios empiezan a sonar porque los tambores le dan su identidad.
“La murga es por un lado, un género coral-teatral-musical, y por otro, la denominación que se le da a los conjuntos que lo practican, sobre todo en Carnaval”
Así se fue desarrollando el carnaval, cada vez con más profesionalismo, dinero, negocios, con la irrupción de la televisión y los tablados comerciales que fueron reemplazando a los tablados barriales que aún viven y luchan, gracias a la gestión cooperativa de vecinos y vecinas anónimas.
Si hablamos de identidad, Uruguay no llega a los 200 años de constituido como República, mientras que el carnaval tiene más de 120 años de existencia. Entonces estamos hablando de un sonido, de una forma de decir, de una expresión artística (que a su vez engloba varias de su seno) que relatan la historia de un país por más de la mitad de su existencia. “Si será grande el carnaval que la tierra se confunde con el cielo” dice el gigante murguista Pablo “Pinocho” Routin.
El origen de la murga también está en discusión. Se suele decir, como en una especie de paralelismo con las olas de inmigración en el período de entreguerras y en la segunda post-guerra, que la murga viene de España, de una mixtura criolla del país europeo y del Uruguay con la venida de “La Gaditana que se va”, una comparsa de Cadiz que trajo su espectáculo a tierras “yoruguas”.
Pero este relato tiene algunas vetas y resabios cipayos porque, por ejemplo, en 1887 existía una agrupación llamada “Murga carnavalesca uruguaya” y “La Gaditana que se va” desembarcó recién en el siglo siguiente por estas latitudes.
En 1940, una publicación de cuño popular como la revista «Cancionera» evocaba el proceso fundacional del género en estos términos: “Un periodista pobre con arrestos de poeta escribió sus canciones y la voz del barrio se oyó en el centro de la ciudad, en medio del ruido enloquecedor de los bombos y platillos y de la estridente corneta de cartón […] Así comenzó a vivir en carnaval esta clase de comparsas encarnadas en directores […] que hicieron de sus conjuntos la atracción del año. Y así como había nacido pobre e inventada por el cerebro de la muchachada, hoy, engrandecida por el aplauso y el apoyo del pueblo, la murga es la atracción mayor de nuestros carnavales.”
Evocando ese pasado humilde, la murga ganadora de este año y vigente bicampeona, se refería en uno de los versos de su presentación: “Murga que naciste pobre de vendedores ambulantes”. La murga es eso, gargantas que espetan a voz en cuello las verdades de los de a pie. Un megáfono de 40 días con escenarios en todos los barrios, desde los más acomodados hasta la periferia montevideana donde muchas veces el carnaval termina siendo el único acceso a la cultura de los habitantes del barrio.
Que el letrista no se olvide
El de este año ha sido un carnaval atípico, atravesado por la sequía, pero donde se suspendió solamente una etapa del concurso. Usualmente el carnaval finaliza los primeros días de marzo, superponiéndose al inicio del año escolar. Este año la competencia y los tablados barriales finalizaron en la última semana de febrero.
Por su parte, ha habido temas que atravesaron muchos libretos de conjuntos y también de categorías. El aumento de las tarifas, combustibles y alimentos fue “figurita repetida” en varios repertorios.
Los narcos han sido también tema recurrente por la cantidad de hechos que se han sucedido en el país: grandes incautaciones de cocaína, ajustes de cuentas y el caso más sonado, el de Sebastián Marset, donde el gobierno uruguayo facilitó su pasaporte para poder fugarse de Dubai, permaneciendo prófugo hasta el día de hoy.
Otro de los temas que no pasó inadvertido, e incluso llegó a ser muy reiterativo, es el de Alejandro Astesiano, ex jefe de seguridad del presidente Luis Lacalle. Conforme transcurría el concurso y aparecían más chats, audios y conexiones en la investigación, los conjuntos carnavaleros iban agregando la nueva información a su libreto de dura crítica al gobierno neoliberal.
La reforma de la educación fue otro de los puntales de crítica por parte de las agrupaciones carnavalescas. El presidente del Codicen, órgano rector de la Administración Nacional de Educación Pública, Robert Silva, ha sido blanco de furibundas críticas. Para contextualizar, Silva es la “cabeza de turco” de este gobierno para llevar adelante la reforma educativa; es quien se está inmolando por un proyecto sumamente regresivo, mercantil, ajustador y desprolijo.
Otra de las reformas que eligieron denunciar los letristas es la de la seguridad social, que intenta que los trabajadores precisen de más años de servicio para poder jubilarse, y que cobren todavía menos por sus jubilaciones.
Por otra parte, la causa de los desaparecidos y la consigna del «Nunca más» se mantiene vigente en cada uno de los conjuntos que a lo largo del tiempo la incorporan a su repertorio. Vale decir que si cada vez más conjuntos la toman es porque la impunidad sigue campando a sus anchas en este país. Un ejemplo fue la murga Doña Bastarda en su canción final “La Gran Muñeca”, que en su salpicón de actualidad le gritaron a los militares torturadores “que se pudran en la cárcel”.
La salud mental se hizo eco en el templo de Momo en conjuntos como la Revista La Compañía y las murgas Asaltantes con Patente y Nos Obligan a Salir. El fenómeno fue encarado desde distintas ópticas: el hospital psiquiátrico Vilardebó, la terapia, el sufrimiento personal, la depresión y el suicidio. El trasfondo es el mismo: las consecuencias de una pandemia como agravante de una sociedad que enferma por sus exigencias, mandatos y lógicas mercantiles de relacionamiento.
Por su parte, el oficialismo, como sucedió en años anteriores, siguió señalando al carnaval y sobre todo a las murgas, exigiéndoles una equidistancia política: se trata de una vieja reyerta que al volver la derecha al gobierno cobró mayor vigor.
Es este un señalamiento que desconoce que durante los quince años de progresismo frenteamplista, se pronunciaron en el carnaval sendas críticas a los gobiernos de centroizquierda, y que desconoce además el origen de la murga y el público que mayormente la consume.
Que no se apaguen las bombitas amarillas
La fiesta del dios Momo llegó a su fin. Versos de despedida se cantaron en las bajadas de los tablados de cada barrio. Sobre el asfalto de la ansiosa ciudad se fueron guardando los trajes; los micrófonos se apagaron; los grandes artistas cotidianos que por 40 días y mil noches prendieron el megáfono de los sin voz ante miles de personas, se fueron “silbando bajo”, con sus restos de brillantina de regreso al laburo.
Por un año más, los uruguayos repetirán los cantos de sus murgas preferidas. La murga, alegre y mistonga, crítica y fatal, campeó más de un vendaval como para que un gobierno oligarca pueda hacer callar la fiesta popular.
La murga (y el carnaval) nacieron irreverentes, atrevidas, contestarias y de frente al poder. De frente contra la dictadura, gambeteando la censura, escribiendo en hojillas de fumar las retiradas. Levantando las banderas del «Nunca Más», denunciando al neoliberalismo de los noventa y su saqueo. Apoyando ocupaciones y marchas, siempre solidaria la murga: cuando a principios de los 2000 la crisis calaba hondo, la murga no se calló, ni tampoco se callará mañana.
La tradición y la evolución de la murga hacen que este género tan vivo, convulso, contradictorio y retobado siga más vigente que nunca.
Hasta el próximo carnaval.
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