Nicolás Centurión
El viernes 20 de mayo se realizó la vigesimoséptima Marcha del Silencio en Uruguay, esta vez multitudinaria –más de 300 mil personas en un país de tres millones de habitantes-, cortando la racha de dos años sin marcha presencial por la pandemia de Covid-19.. Se estiman que participaron más de 300.000 personas
La marcha, histórica, que partió como es tradicional desde el Memorial de las Desaparecidos, a unas 30 cuadras del centro de Montevideo, desbordó en concurrencia a propios y ajenos. Fue encabezada por familiares de detenidos-desaparecidos con una pancarta que atravesaba la avenida de punta a punta con la consigna «¿Dónde están? La verdad sigue secuestrada: Es responsabilidad del Estado”.
Familiares de Detenidos-desaparecidos marcharon con carteles que portan el rostro de los compañeros y compañeras desaparecidas, con su nombre y la fecha cuando desaparecieron. Este año se imprimieron más de 20 mil fotos con los 197 desaparecidos. El efecto fue una marea de rostros donde parecía que los mismísimos desaparecidos marchaban.
El silencio atronador inundó la principal avenida montevideana, 18 de julio. Debido a la inmensa convocatoria, el paso de marcha fue a tranco lento y cansino. La Universidad de la República se manifestó en su puerta de entrada con un cartel de neón que decía “¿Dónde están?” y una margarita de la misma iluminación que es el símbolo de Familiares. La otra institución que hizo alusión a la marcha en su fachada fue el teatro El Galpón, que colgó una tela enorme en la que se leía la consigna de este año.
Al llegar al edificio de la Intendencia (Municipal) de Montevideo, por altoparlantes se escucharon los nombres de los detenidos-desaparecidos y los marchantes rompen el silencio para expresar un solemne: “Presente”. Unas cuadras adelante, al llegar a la Plaza Libertad, la marcha cantó el himno nacional y enarboló sus puños y entonó con énfasis en los versos que dicen “tiranos temblad, tiranos temblad.”
Una tradición de lucha que viene desde la dictadura, la que no permitía expresarse bajo ninguna forma y en sus raptos nacionalistas pasaba el himno a todo momento en los actos públicos. Entonces, el pueblo uruguayo adoptó para sí el himno y específicamente esos versos cantados de manera contundente para ser un grito contra la injusticia y la impunidad.
Durante el trayecto se vieron carteles y pancartas que decían frases como: “De qué nos sirve la libertad si no hay justicia”, “No hay olvido, no hay perdón, no hay reconciliación. Militares clasistas”, “Ningún pacto silenciará la lucha. A quebrar la impunidad, vivan los sueños de los compañeros”
Nilo Patiño, integrante de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos, afirmó que la adhesión a la marcha “rebasó todas las expectativas”. La realidad es que hay muchos colectivos y personas que trabajan durante todo el año por la causa, pero que se notan particularmente durante mayo y la marcha es su “expresión máxima”.
También se refirió al retorno de la marcha luego de dos años sin poder hacerla presencial: “Para nosotros es re importante por el vínculo que hay con la gente. Ese vínculo es la fuerza que tenemos. La causa de los desaparecidos es la punta de un movimiento ético y de unidad que busca la verdad y pide por justicia”, afirmó.
Como casi todas las marchas, los días previos fueron álgidos y siempre quedan teñidos de alguna declaración y/o hecho que demuestra que la impunidad sigue campando a sus anchas. El año pasado el presidente derechista Luis Lacalle se dedicó a tuitear sobre cuestiones que poco tenían que ver con la marcha y no le dedicó ni media palabra.
Por su parte el senador del ultraderechista Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, le dedicó un tuit al día de la abeja y recibió una respuesta contundente de parte del periodista Gabriel Pereyra: “Las abejas son importantes en algunas culturas. En Galicia, en los funerales, los familiares bailaban en torno al muerto para conducir su alma al otro mundo, emulando a las abejas que bailan al hallar comida. Claro, para eso los familiares deben contar con el cuerpo del difunto.”
Este año la polémica se suscitó en el parlamento, cuando la senadora por el centroizquierdista Frente Amplio, Amalia Della Ventura, asumió la presidencia del Senado con una remera que tenía estampada la consigna: “Todos somos familiares.”
La reacción de la bancada del Partido Nacional no demoró en aparecer y los senadores Penadés, Da Silva y Bianchi se pronunciaron en contra de la vestimenta de la senadora aduciendo que esa remera no representa a la bancada del Partido Nacional. Incluso la senadora Bianchi fue un poco más allá y declaró en la radio que “Este país cayó culturalmente.” en referencia a la remera de la senadora frenteamplista.
Una declaración de principios alarmante, que deja más que claro, que no es compromiso por parte del Partido Nacional la búsqueda de restos de desaparecidos. El propio Partido Nacional tiene sus mártires, los parlamentarios Zelmar Michelini y Hector Guiterrez Ruiz fueron asesinados por la dictadura uruguaya en Argentina en el marco del Plan Cóndor. La madre del actual ministro del Interior, Luis Alberto Heber fue asesinada por las Fuerzas Armadas mediante un vino envenenado.
Sin embargo, el hoy presidente, en la campaña electoral de 2014, dijo que si fuera por él no seguiría con las excavaciones en los batallones militares donde se supone que están enterrados por desaparecidos. No es de extrañar, porque en la coalición gobernante conviven con Cabildo Abierto, un partido abiertamente militarista, defensor de los represores, que ha lanzado un proyecto de ley para darle prisión domiciliaria a los genocidas presos y agrupación que en sus filas cuenta con torturadores.
El propio Lacalle Pou se reunió en su despacho con una organización que caracteriza a los genocidas como “presos políticos”.
.La base sobre la que se asienta la democracia uruguaya es de impunidad. La teoría de los dos demonios instaurada por las Fuerzas Armadas y por el dos veces expresidente Julio María Sanguinetti sigue teniendo peso en el día a día. Los medios de comunicación hegemónicos, al dedicarle rincones minúsculos a una de las marchas más grandes de los últimos 30 años; demuestran que la memoria sigue siendo un campo de disputa.
El pacto de silencio e impunidad sigue extendiendo su manto de sombra, pero los jóvenes e incluso niños y niñas que marcharon -muchos de ellos por primera vez- en esa noche fría de mayo, alumbran una esperanza para seguir portando los rostros de cada compañero desaparecido. Y quizá algún día puedan encontrar la verdad.
* Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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