Brasil: ¿qué sueños caben en una urna?

 Por PAULA GIMÉNEZ y MATÍAS CACIABUE 

Brasil: ¿qué sueños caben en una urna?

En la recta final hacia la segunda vuelta electoral en Brasil, la disputa voto a voto, las alianzas de última hora, las campañas sucias, la violencia política recrudecida y las amenazas bolsonaristas de desconocer el resultado electoral por un "posible fraude", nos obligaron a desvíar la atención de aquellos debates más profundos. ¿Cuánto más deberían esperar los sectores postergados de nuestra región?, ¿Qué sueños caben en una urna?

Este domingo 30 el pueblo brasilero presentará una batalla que no es menor: desmontar la estrategia de poder, golpe parlamentario a Dilma y golpe judicial a Lula de Silva mediante, que hace 4 años atrás otorgó a Jair Bolsonaro, un retardatario neofascista, el llamado Trump del trópico, el título de Presidente del país más importante de América Latina.

Si los presagios de las encuestadoras se cumplen, Bolsonaro podría convertirse en el primer presidente brasilero que perdería una reelección. Las características “aberrantes” de su figura y su gobierno no han resultado suficientes como para predecir una victoria cómoda para su contrincante, Inacio Lula da Silva. Las últimas encuestas dan ganador a Lula por un margen de entre cuatro y ocho puntos de ventaja.

Aumentar exponencialmente la presencia de militares en el gobierno, desatar una crisis de deuda pública, promover los discursos de odio, la homofobia y la misoginia, alentar a que la población se arme, empujar la privatización de empresas públicas, y mantener un enfrentamiento abierto contra los poderes del Estado, también son acciones que están en la lista de proezas del gobierno de Bolsonaro. Quedará para la historia la gran movilización convocada por el propio presidente en contra del Congreso y del Tribunal Supremo de Justicia en marzo de 2020, como punto crítico de la guerra abierta que encaró contra la ya restrictiva democracia brasileña, en un país donde el 5% más rico de la población obtiene los mismos ingresos que el 95% restante.

Mientras en el año 2014 la ONU retiró al Brasil del mapa de la hambruna mundial, en junio de este año se conocieron cifras sobre este flagelo que indican que se estaban duplicando las producidas en el contexto de Pandemia del Covid-19. Según un estudio realizado entre noviembre y abril de este año por la organización Red Brasileña de Pesquisa en Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional, Red Penssan, actualmente en Brasil 33 millones de personas sufren hambre. La encuesta reveló también que más de la mitad (58,7%) de los brasileños viven con algún grado de inseguridad alimentaria.

En este duro contexto económico-social, ambos candidatos pelearán esta semana voto a voto, principalmente entre el electorado joven, las mujeres y el evangelismo, para saldar la escasa diferencia entre uno y otro. En primera vuelta, Lula se impuso con el 48,43% y Bolsonaro obtuvo el 43,20%. En el medio, hay 32 millones de personas que no asistieron a votar el 2 de octubre. 

Mientras Michelle Bolsonaro recorre las iglesias evangélicas bajo el lema “Mujeres con Bolsonaro”, Lula aumenta su caudal en el seno del catolicismo, ya que el evangelismo es bastión del actual presidente, con su construcción narrativa de “Dios, Patria y Familia”.

Bolsonaro prometió que, si es reelecto, mantendrá el principal programa de asistencia social, Auxilio Brasil, en 600 reales (poco más de 100 dólares). Además, impulsó una reducción de impuestos a los combustibles que derivó en 3 meses consecutivos de deflación, en un contexto internacional en el que la inflación golpea a la mayoría de las economías nacionales. Estas políticas y promesas dan signos de que, pese a su orientación política, el primer mandatario aplica también medidas populares, que no eluden las problemáticas socioeconómicas del Brasil, y que, por supuesto, explicarían el por qué el bolsonarismo sigue teniendo elevados márgenes de consenso social.

 

El mundo mirando a Brasil

Bolsonaro era el primer escolta en el mundo de la bandera del “American First” del presidente estadounidense Donald Trump. Sus vínculos son hasta familiares. Eduardo Bolsonaro, hijo y principal estratega del presidente, ha estrechado un fuerte vínculo con Steve Bannon, mentor de Trump y artífice de la “Alt-Right”, el movimiento global de extrema derecha que se hace fuerte desde el uso del territorio virtual como un “campo de batalla”. Dicho movimiento  se encuentra asociado a think tanks como la Red ATLAS y la Fundación Libertad, y a articulaciones políticas como la “Carta de Madrid”, suscrita por el bolsonarismo y dirigentes ultraderechistas como Santiago Abascal de España, Fernando Doval de México, José Antonio Kast de Chile, Pablo Viana de Uruguay, y Mauricio Macri y Javier Milei de Argentina.

En este sentido, los apoyos internacionales que Bolsonaro supo cosechar son indicadores de la existencia de un proyecto articulado internacionalmente, que busca disputar poder ante la incapacidad de los sectores progresistas de ofrecer proyectos de futuro a las mayorías pauperizadas, en especial a las y los jóvenes. En otras palabras, los fenómenos neofascistas, como el bolsonarismo, sólo se pueden explicar por la renuncia de los proyectos populares a construir utopías de transformación de la estructura económico-social de nuestros países y el mundo, más allá de las necesarias conquistas en el campo de los derechos civiles.

Por otro lado, las elecciones de Estados Unidos de 2020, con la victoria de Joe Biden, marcaron un antes y un después en la política brasileña. Bolsonaro fue el penúltimo presidente del mundo en reconocer la victoria electoral demócrata, y los vínculos desde allí fueron marcados por la escasez y la tensión.

Lula da Silva, por su parte, supo tejer alianzas con diversos sectores empresariales y políticos que llegaron incluso a ser parte del golpe parlamentario a Dilma Rousseff, beneficiado también por un proyecto internacional, de tinte globalista, que busca ir contra esta corriente neoconservadora-neofascista. En este sentido, un símbolo de este alineamiento pudo verse en la reunión que mantuvieron el expresidente de Brasil con el encargado de negocios Douglas Koneff, principal autoridad de la embajada de Estados Unidos en el gigante sudamericano.

Entre los apoyos internacionales, Lula cosechó también el de personalidades europeas como el expresidente francés François Hollande, el ex primer ministro francés Dominique de Villepin, el español José Luis Rodríguez Zapatero, los exjefes de Gobierno de Italia Massimo d'Alema y Enrico Letta, la extitular de la Confederación Suiza Micheline Calmy Rey, y el exprimer ministro belga Elio di Rupo.

Esto deja entrever que el resultado de la segunda vuelta no será ajeno a las disputas globales por el poder y la configuración de los proyectos económicos que en él se inscriben. Además, Brasil es el jugador latinoamericano de mayor integración y articulación con los capitales financieros y tecnológicos chinos, otorgando mayores niveles de complejidad al escenario geopolítico que delineará el proceso electoral local.

La disputa en la recta final

Desde que se conocieron los resultados de la primera vuelta, ambos candidatos trazaron sus estrategias para ir en busca principalmente de aquellos votantes que fueron a parar a otros candidatos. 

Así, Bolsonaro tiene el apoyo de los gobernadores de São Paulo, Minas Gerais y Río de Janeiro, los tres Estados más poblados del país, mientras que, Simone Tebet y Ciro Gomes, tercera y cuarto candidatos más votados en primer vuelta, junto al expresidente Fernando Henrique Cardoso, se han inclinado por dar su apoyo a Lula.

Sin embargo, en el caso de Tebet, quien fue candidata por el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), el partido del ex vicepresidente golpista Michel Temer, el apoyo no se logró sin contradicciones. Su partido no tomó una posición única e, incluso, mientras Helder Barbalho, gobernador de Pará, se sumó a la postura de Tebet, el golpista Michel Temer y Ibaneis Rocha, gobernador del Distrito Federal, manifestaron su apoyo al actual presidente.

Además, las denuncias cruzadas han sido pieza fundamental del último tramo de la campaña, en la que a Bolsonaro se lo llegó a acusar de pedófilo luego de haber dicho que “pintou um clima” con dos adolescentes. El presidente tuvo que aclarar lo contrario y a los pocos días estaba  esforzándose  por despegar su imagen de la del ex diputado que supo ser su aliado, Roberto Jefferson, quien atacó a balazos y granadas a la policía que lo intentaba detener por desacato.

Por su parte, el presidente acusó a Lula de que se “esconde creando noticias falsas en mi contra”, luego de que el candidato del PT se ausentara del segundo debate previo al balotaje. Además, Fábio Faria, ministro de Comunicaciones de Brasil y coordinador de la campaña oficialista, denunció en conferencia de prensa que 154.085 anuncios en la propaganda obligatoria de radio y televisión no fueron transmitidos por los medios, principalmente en el noreste del país. 

Mientras, Bolsonaro volvió a alentar a sus seguidores a que en el segundo turno del 30 de octubre se vistan de amarillo y permanezcan en los alrededores de las mesas de votación para impedir el fraude, un tema que ha aparecido de manera recurrente en su discurso, para abonar su voluntad de desconocer la derrota.

Pese a que las encuestas cantan victoria, la misma aún no está asegurada. La profundización del hambre y la pobreza, que nos ha dejado la pandemia, convive con subjetividades arrasadas por el discurso de odio. ¿De qué nos hablan los últimos procesos electorales, incluida la convención constituyente en Chile? ¿Qué mensajes está dejando el pueblo?

Observar los acontecimientos que vienen sucediendo en la región, permite visualizar la dificultad a la que se enfrentan los gobiernos progresistas para instituir programas de gobiernos que golpeen sobre las estructuras que sostienen las desigualdades más profundas, en un contexto internacional de amplia crisis. 

En Brasil, la metáfora es clara: el futuro no cabe en una urna. Ante un mercado salvaje y concentrado, conquistar el Estado no es desdeñable. Con la riqueza de recursos naturales y la capacidad productiva, industrial y científica instalada, Brasil representa, junto a México y Argentina, un gran potencial de autonomía para el conjunto de la región, si pudiera desarrollarse una decidida política común y coordinada, que persiga la integración en beneficio de las grandes mayorías.

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