La importancia creciente de China en el tablero mundial, sus impactos en la economía internacional, el lugar estratégico que lustro tras lustro va ganando en términos geopolíticos no pueden ser comprendidos sin tener en cuenta los profundos cambios estructurales que ha realizado en estas últimas décadas a nivel interno. La dirigencia del Partido Comunista Chino (PPCh), la particularidad de sus líderes y los programas de gobierno, objetivos y acciones dejan legados que van instituyéndose en la política de la China continental, incluso, muchas veces, alcanzando estatus constitucional, marcando así la vida política y económica del país.
Tal es el caso de la enmienda constitucional que se aprobó en 2018 que permite la reelección indefinida del cargo más importante de la política del gigante asiático y que se está poniendo en práctica por primera vez en el marco del XX Congreso Nacional del Partido Comunista de China (PCCh), que comenzó el pasado domingo 14 de octubre y que por una semana y a puertas cerradas, estará definiendo la continuidad del tercer mandato de Xi Jinping y la continuidad de la política implementada desde el 2013. Transformaciones del orden de lo doméstico pero que hay que mirar de cerca porque tienen implicancias directas en la geopolítica global.
China logró, el año pasado, alcanzar uno de sus objetivos centenarios que postulaba construir una sociedad modestamente acomodada en todos los aspectos para 2021, año en el que se cumplieron 100 años de la creación del partido comunista. Para alcanzar este objetivo, el país se propuso como meta duplicar el PBI y el ingreso per cápita respecto de 2010.
Para mediados de siglo, cuando se cumplirá el centenario de la fundación de la República Popular China, se propone concluir la transformación de China en un país socialista moderno, próspero, poderoso, democrático, civilizado y armonioso, haciendo así realidad el sueño chino de la gran revitalización de la nación china. Para alcanzarlo pretende lograr ser la primera economía del mundo para 2030. No falta mucho para eso.
En el discurso de apertura del Congreso, Xi Jinping expresó «a partir de este día, la tarea central del PCCh será liderar al pueblo chino de todos los grupos étnicos en un esfuerzo concertado para lograr el objetivo del segundo centenario de convertir a China en un gran país socialista moderno en todos los aspectos y promover el rejuvenecimiento de la nación china en todos los frentes a través del camino chino hacia la modernización», y cuando habla de modernización, el Jefe de Estado plantea que se trata de la modernización de una enorme población, de prosperidad común para todos, de avance material y cultural-ético, de armonía entre la humanidad y la naturaleza y de desarrollo pacífico.
Estas definiciones cobraron verdadera relevancia porque fue la primera vez que el mandatario habló con tanta claridad sobre lo que se entiende por modernización para China, que está muy alejada a la concepción de modernización de occidente. Esta forma de comprenderlo tiene un sesgo nacional, en el que el país invita al mundo a definir sus propios caminos de modernización de acuerdo a sus propias realidades, con un pueblo que acompañe y acepte.
Tales objetivos centenarios se enmarcan en ciertas problemáticas que China aún sostiene, entre las que se cuentan los niveles de desigualdad social, las amplias brechas entre los más ricos y los más pobres, entre el campo y la ciudad y en el acceso a los servicios básicos como salud, vivienda y educación. Además, deben resolverse las problemáticas ambientales y de las burbujas inmobiliarias que también sustentan grandes desequilibrios.
La importancia de este congreso radica en que los lineamientos y definiciones surgidas en este evento establecerán, a su vez, el complejo sistema estatal que sostiene China desde la instauración de la República Popular. El partido comunista -sostenido en base a una estructura piramidal- y el Estado chino, actúan en espejo. Entre más de 90 millones de afiliados, alrededor de 2300 delegados participantes del evento decantarán en 200 que formarán parte del Comité Central, que elegirá a aquellos 25 que ocuparán las sillas del Politburó y finalmente sólo siete de ellos conformarán el Comité Permanente, que toma las decisiones cruciales. Los nombres y trayectorias que lleguen a este lugar serán clave para los próximos años del país.
El Congreso indica cierta renovación en términos de los perfiles de sus delegados y delegadas. Más del 90% se afiliaron al Partido luego del proceso de la Reforma y la Apertura bajo el liderazgo de DengXiaoping en el ’78. Los líderes denguistas comienzan a retirarse y eso es parte de un ciclo que está concluyendo.
Los delegados y las delegadas, entre quienes se encuentran representantes del sector trabajador, empresarial, del agro, de la sociedad civil, mujeres, funcionarios de todos los niveles del Estado, científicos, de instituciones gubernamentales, llegan a dicho lugar de representación como cuadros altamente profesionalizados, bajo criterios muy exigentes de postulación, recomendación y méritos obtenidos. Esos méritos y esas recomendaciones conllevan también concepciones que, desde una perspectiva liberal occidental pueden ser difíciles de comprender, tales como hacer lo moralmente correcto y hacer el bien para sí y para la sociedad. La rectitud, la postura política, la fidelidad al partido y la capacidad de desempeño son indicadores fundamentales a la hora de establecer quienes representarán al pueblo chino en los órganos de mayor jerarquía del Partido.
Este año, se dispuso como criterio de selección cuáles y cómo fueron sus aportes en relación a la eliminación de la pobreza, el COVID-19, los desastres naturales y la promoción de la innovación tecnológica. Esta constituye una escala de valores, “méritos”, que adquieren relevancia en función de las necesidades de la China -y el mundo- del momento.
En síntesis, este Congreso se da en un proceso de recambio generacional, que acompaña el cambio de era, donde por un lado se dan algunas rupturas, como es el caso de la norma de dos presidencias, pero por otro lado se buscará dar continuidad en las estructuras del partido y del gobierno, en relación a la política exterior donde parece no haber discrepancias en cuanto a la estrategia de avance en la disputa geopolítica global.
Los movimientos al interior del dragón que terminó de despertar a principio de Siglo gracias, en gran parte, a la relocalización del capital angloamericano tras la crisis financiera del 2008, cuyos ganadores inundaron de dinero a las economías emergentes, se dan entonces en un contexto geopolítico que se complejiza tras la crisis pandémica. La crisis económica que también atraviesa China, la política de Covid Cero que dificulta la producción, la problemática de las hipotecas, harán que en este Congreso el Partido discuta fuertemente cómo continuar garantizando la prosperidad de sus ciudadanos. Al tiempo que sentará posiciones y metas a largo plazo, para ganar el enfrentamiento estratégico que libra por el dominio de los avances científicos tecnológicos que le permitirían imponerse al decadente, pero no menos peligroso, imperialismo occidental.
*Magali Gomez. Lic. en Ciencias de la Comunicación (UBA), maestranda en Relaciones Internacionales (FLACSO), docente/investigadora del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana Manuel Ugarte de la UNLa.
*Solange Martínez. Investigadora del CEIL Manuel Ugarte (UNLa), conductora de Esquina América (Radio MegafonUNLa) y analista argentina del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
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