Por | 15/10/2022 | Brasil
En este artículo la autora analiza los agentes que actúan en el escenario electoral de cara al día 30 de octubre: las iglesias (católica y neopentecostal), las fakes, los militares y las campañas y apoyos de Lula y Bolsonaro.
La segunda vuelta electoral del 30 de octubre en Brasil, donde se medirán el ex presidente progresista Luiz Inacio Lula da Silva y el actual mandatario ultraderechista Jair Messias Bolsonaro, se convirtió en una contienda con contornos dramáticos para la democracia y los derechos fundamentales. Y no solo para Brasil.
Quedan poco más de dos semanas, que valen décadas para los brasileños. Las elecciones, en su primera vuelta, demostraron que la política brasileña no solo sigue la polarización política mundial. La regresión civilizatoria se convirtió en una política que permitió el resurgimiento del fascismo y de todo tipo de ideologías reaccionarios.
Es una segunda vuelta en la que la artillería de la agenda electoral aumentó, tanto en duración como en intensidad. La consigna del bolsonarismo es insistir en “Lula ladrón”. Bolsonaro afirmó en Recife que Lula “va a volver a la cárcel”, tras señalar que defiende el libre comercio, al contrario del “Estado opresor”, supuestamente preferido por su contrincante.
Las principal estrategia de la campaña bolsonarista es reforzar la asociación entre Lula y los gobiernos del PT a casos de corrupción en la tentativa de ampliar el rechazo al ex presidente. La campaña lulista entró en el ritmo de Bolsonaro, pero no enfrenta lo que no solo es el mayor tabú del PT, el tema de la corrupción.
Los votantes, más que recortes de periódicos donde se habla de su inocencia, quieren ver documentos. Desinformado o con información tergiversada, el votante, hasta el día de hoy desconoce que Sergio Moro, el corrupto juez que condenó a Lula por la llamada Operación Lava Jato, fue también ministro de Justicia de Bolsonaro.
Hoy, el bolsonarismo es la vanguardia política de la extrema derecha y un grave riesgo para la democracia y para las conquistas sociales que han obtenido los trabajadores como resultado, precisamente, de la democracia. La posibilidad de la victoria de Bolsonaro en esta segunda vuelta es un mensaje que aterroriza.
Jorge Branco, director ejecutivo de Democracia y Derechos Fundamentales, señala que hay dos razones por las que las repercusiones de esta elección son mucho mayores que la simple elección de un gobierno de cuatro años, ya que “en el caso de la victoria del candidato de la reacción, sus implicaciones serán dramáticas y producirán duras repercusiones en la economía, la política y la cultura de los brasileños”.
Hay razones que explican que un sector de la sociedad apoye al reaccionarismo. La secuencia acumulativa de los gobiernos de Michel Temer y Bolsonaro destruyó casi por completo la legislación laboral del país. El aguinaldo, las vacaciones pagadas, la distinción de horas extraordinarias y la limitación de la jornada laboral, por ejemplo, eran conquistas sociales y no derechos naturales.
La continuación de la eliminación de los derechos laborales es un objetivo que los sectores empresariales han logrado a partir de su apoyo a la candidatura bolsonarista. No es casualidad que ahora se sumen denuncias de acoso de los empresarios sobre trabajadores que eventualmente puedan votar o apoyar a Lula en esta segunda vuelta.
Para que este bloque fascista/lumpen-burgués logre su objetivo de disminuir o eliminar los derechos sociales, es necesario eliminar o reducir los instrumentos de resistencia de los trabajadores y los más pobres. Por lo tanto, las medidas para reducir la democracia son esenciales para este bloque.
Incapacitar sindicatos, asfixiar universidades o eliminar políticas de reparación social, conforman una “canasta” de políticas desdemocratizadoras que involucrará a los alineamiento del sistema de justicia y del STF en particular, la persecución política de líderes opositores, alteración de la legislación electoral, ocultamiento de medidas gubernamentales, eliminación de espacios de participación, favorecimiento de empresas de comunicación alineadas con el fundamentalismo y la reacción, dice Branco.
Militares
Mientras se discute la posibilidad de un golpe militar en caso de que gane Lula, cabe recordar que las ideas de extrema derecha se han convertido en mayoría entre los oficiales generales de las Fuerzas Armadas que se mueven en los círculos públicos produciendo contenidos revisionistas sobre la dictadura militar, el golpe de 1964, revitalizando tesis oscuras y abstractas contra el comunismo y el peligro comunista.
Estos lineamientos allanan el camino para que el bolsonarismo y el fascismo coopten gran apoyo entre los militares, incluyendo la base de las Fuerzas Armadas y la policía militar, y tomando posiciones políticas importantes en el gobierno de Bolsonaro. Sin embargo, no hay unanimidad en el alineamiento con el bolsonarismo.
De ganar Lula deberá pactar con los sectores constitucionalistas y democráticos de la alta oficialidad para restablecer una política de reconstrucción del papel de los militares.
Fakes
En una segunda vuelta en la que la artillería de la agenda electoral aumentó, en duración e intensidad, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) parece haberse rendido en la guerra de las fake news. Entre otras razones, porque en los términos firmados con las plataformas digitales no se adoptaron mecanismos claros para prohibir contenidos y sancionar las infracciones.
Por ineficaz, el acuerdo terminó permitiendo la avalancha de noticias falsas que el TSE no logra detener. También la autoridad de los magistrados del TSE, tan elocuente en otros momentos de la precampaña, ha desaparecido, pese a algún intento como el del magistrado Paulo de Tarso Sanseverino, quien determinó que la campaña de Bolsonaro debe sacar del aire la propaganda electoral en la que el ex presidente Lula es calificado de “corrupto” y “ladrón”.
Desde el pronunciamiento en vísperas de la primera vuelta, el presidente del TSE, Alexandre de Moraes, hizo mutis por el foro. Pero no fue el único en callar. En la semana, Bolsonaro amenazó a 15 magistrados del Supremo Tribunal Federal, la Corte Suprema de Justicia…
Entre el pronunciamiento de Moraes y la actual avalancha de fake news, se eligió un Senado capaz de meterse en varios líos con el Supremo Tribunal Federal (STF). Y la retirada del árbitro ayudó a empujar a PT al juego sucio, a pesar de la desventaja en un campo donde el rival tiene más experiencia y menos escrúpulos.
Las campañas
Como señala el politólogo Emir Sader, las intervenciones de Lula, en las masivas concentraciones en todo el país, en su lucha por la politización de la campaña, recorren los programas de televisión. Allí hace su diagnóstico de las razones de la crisis que enfrenta Brasil, seguido de cómo la enfrentó su gobierno y cómo pretende volver a gobernar Brasil.
Bolsonaro desarrolla una estrategia completamente diferente convencido que pierde si se comparan ambos gobiernos. Elige un discurso extremadamente agresivo como su orientación general, con el objetivo de criminalizar al PT, incitando al odio contra los miembros del partido adversario, lo que ya dejó el saldo de al menos 10 militantes del PT asesinados.
El equipo de campaña de Lula se ve obligado a desmentir una cantidad de noticias falsas difundidas por la campaña de Bolsonaro (se habla de millones de fake news por todo Brasil. Por detrás, una red de robots financiada por empresarios brasileños y foráneos que patrocinan el sistema inventado peor Cambridge Analytica, con la experiencia en la campaña del Brexit (la salida del Reino Unido de la Unión Europea) o en las campañas de Donald Trump en 2016 en EEUU y la de Bolsonaro en 2018.
A pesar de reacciones como la del ministerio Público Federal, que dio un plazo para que la senadora electa Damares Alves (Republicanos-DF) probara las acusaciones de pederastia escatológica, las instituciones de control no son capaces de limpiar las aguas residuales de la campaña
El Tribunal Superior Electoral determinó la remoción de las redes sociales de un vídeo grabado por el diputado federal bolsonarista de Minas Gerais Nikolas Ferreira, que asocia a Lula al uso de drogas, asesinato, censura, aborto y cierre de iglesias. El TSE dio un plazo de 24 horas para la remoción del vídeo, pero en ese lapso millones de personas más vieron el vídeo. El mal fue hecho, el objetivo electoral de calumnia fue alcanzado y mientras la comunicación electrónica es instantánea, la ley llega siempre con retraso
El optimismo de Dilma
«La dictadura brasileña tardó 21 años en ser metabolizada por los brasileños. Porque la sociedad la digiere. Y logramos hacer ese proceso en menos tiempo. En seis años, estamos en medio de una elección, y ahora podemos elegir al presidente Lula a fines de este mes, y eso creo que representa una victoria para la sociedad brasileña”, explica la ex presidenta Dilma Rousseff.
A pesar del avance de la extrema derecha en el Congreso Nacional, con nombres abiertamente bolsonaristas, elegidos tanto para Diputados como para el Senado, Dilma cree que las candidaturas de mujeres negras, indígenas y trans que ganaron en esta elección harán una importante lucha contra el conservadurismo.
Este Lula
La escritora Cristina Serra señala que el mercado hizo todo lo posible para vender un candidato de tercera vía, a alguien limpio, que supiera usar los cubiertos, para profundizar en la agenda ultraliberal de Paulo Guedes, dueño de una fortuna offshore, que cayó en el conveniente olvido en las páginas de la prensa.
Como no funcionó, ahora, en tono de ultimátum, el mercado intenta imponer su propia lógica y agenda a Lula, pisoteando dinámicas propias de la política, en momentos en que el candidato busca ampliar su base de apoyo, no solo para salir elegido, sino para lograr gobernar el país fracturado que saldrá de las urnas, en caso de resultar vencedor.
Serra indica que es lamentable que Folha de Sao Paulo asuma el papel de vocero de la insensatez, exigiendo a Lula el reconocimiento de que «la agenda liberal de los últimos años ha traído avances duraderos» y exigiendo que el candidato señale quién será su ministro de Economía.
Maria Cristina Fernandes, analista de Valor, recuerda que cuando, en abril de 2018, Lula se subió al camión de sonido, frente al Sindicato de los Metalúrgicos de São Bernardo, para su último discurso antes de la detención, todos esperaban que levantara la bandera de Brasil y decir ‘no me preocupa lo que me va a pasar a mí, sino lo que le va a pasar a Brasil’.
Pero optó por el camino de la deificación: “mi corazón latirá por vuestros corazones… ya no soy un ser humano, soy una idea mezclada con vuestra idea”.
Pare de sufrir
Para el sociólogo Orlando Calheiros, existe una teocracia en Brasil, desde el momento en que los valores cristianos (o mejor dicho pentecostales) pasaron a confundirse con los valores de la propia sociedad y del Estado sin que fuera necesario tener un liderazgo religioso oficialmente instituido.
No son solo fake news, es también la coerción explícita, es amenaza de maldición, es asedio moral, persecución abierta por parte de los líderes de las iglesias pentecostales. En las que se suman muchos fieles asustados, con miedo a manifestar cualquier descontento, temerosos de ser descubiertos. No se trata de personas con miedo a decir que votarán a Lula, sino de quienes están incómodas con las formas en que las iglesias pentecostales están abrazando a Bolsonaro.
Vencedor del primer turno electoral del 2 de octubre, Lula estaba a sus anchas cuando recorrió una favela del Complexo do Alemao, en Rio de Janeiro, donde los pobladores -con banderas de todos los colores, también rojas del PT-, saludaron al líder de camisa blanca.
Sin mucho alarde religioso el ex presidente mostró una imagen de Nossa Senhora de Aparecida, patrona de Brasil, ante los vecinos en una de las comunidades más violentas del país sometida a la hostilidad de las bandas distribuidoras de drogas y la Policía Militarizada. En varias de estas barriadas pobres la población evangélica supera a la católica. Esto irritó a los extremistas bolsonaristas
Poco después se irritaron nuevamente con el sermón de un religioso que trataba sobre la pobreza y la desigualdad. En el canon bolsonarista tales comentarios sobre la realidad de un país con 19 millones de conciudadanos padeciendo hambre equivalen a una confesión de comunismo.
Actualmente un 53% de los brasileños es católico y alrededor del 30% es evangélico. Un sondeo reciente de Datafolha mostró que Lula tiene el 55% entre los católicos contra el 38% de su rival. Y entre los evangélicos Bolsonaro lleva la delantera con el 62% frente al 31% del político de centroizquierda.
El neopentecostalismo, un producto religioso-ideológico anglosajón, propone la Teología de la Prosperidad consumista y desigual que alienta la guerra contra religiones de ascendencia africana y la hostilidad frente al catolicismo progresista.
Juraima Almeida es investigadora brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
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