
El plan de gobierno y el combate a la pandemia parecen correr por andariveles paralelos. El jueves último se registraron 1.698 nuevos casos de covid-19, entre 11.462 test realizados. Desde el 13 de marzo hasta la fecha hay 76.816 casos. 11. 575 personas cursan la enfermedad y 151 se encuentran en cuidados intensivos. En una semana han fallecido 749 personas.
Las fronteras, sobre todo las con Brasil al noreste del país, siguen siendo un colador. El turismo de ricos sigue existiendo. Las aduanas y las restricciones son para los pobres.
El gran capital y las grandes empresas siguen con los motores a tope. El colapso vuela raso al piso afectando a las pequeñas y medianas empresas, a los comerciantes, bares, teatros y restaurantes pequeños que ya no pueden sostener su situación. Los trabajadores se están comiendo los pocos ahorros que tenían.
En una nueva escalada del gobierno contra los trabajadores, una reforma de la seguridad social aparece en escena. Una seguridad social que está en déficit, de alrededor de unos 800 millones de dólares al 2019.
Lo cierto es que Uruguay tiene un problema demográfico serio. Según la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) ,un cuarto de la población del Uruguay tendrá más de 65 años en 2050. En 1950, por ejemplo, por cada mayor de 60 años había seis personas en edad de trabajar, pero hoy hay cuatro, y se estima que en 20 años no alcancen a tres.
En 1996, año de la anterior reforma previsional, en Uruguay nacieron 58.000 niños y en 2019 apenas 37.000, con una tasa de reposición demográfica de 2,1 hijos por mujer. El único grupo que crece es el de los mayores de 60 y 65 años, en particular, los de 80 y más. Los números hablan por sí solos: Uruguay es un país envejecido.
El desarrollo tecnológico ha hecho que tareas que demoraban días pasen a realizarse en pocas horas. La automatización del trabajo, consecuencia de la robotización, la inteligencia artificial y la nanotecnología; han disparado exponencialmente la producción de los productos y el desarrollo de las industrias a niveles sin precedentes.
Esto que podría devenir en jornadas reducidas de trabajo, no solo en horario sino también con respecto a los días laborables, simplemente se ha tornado en mayor explotación de los trabajadores.
En menos tiempo se produce más, pero se mantienen las horas de trabajo y ahora se pretende extender la edad de retiro. Esta iniciativa aúna voluntades de actores impensados sentados en la misma mesa. Por ejemplo la ex directora del Fondo Monetario Internacional (FMI) Christine Lagarde y el expresidente José Mujica.

En Uruguay lo que sucede es que además de lo narrado anteriormente, las empresas están reduciendo sus plantillas enviando al seguro de paro y/o despidiendo trabajadores, según cuenta la delegada en la Federación Uruguaya de Empleados del Comercio y los Servicios (FUECYS) Ángela Colman.
El panorama es complejo y nada esperanzador, mientras la pandemia avanza y las redes de contención se empiezan a deshilachar por un Estado que se retira de la ayuda y se afianza en el ajuste.
A pesar de que exista una comisión multipartidaria para tratar la reforma de la seguridad social junto a empresarios y sindicatos, el horizonte marca que nuevamente los platos rotos irán a costa de los riñones de los trabajadores.
* Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
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