Reseña de "El Patrón, radiografía de un crimen"

Escribo esto la mañana después de haber visto la película por segunda vez luego de un intervalo de cuatro o cinco años. Las tripas revueltas y el pecho apretado me siguen dando vuelta. 

La película no es una joya del suspenso, ni del crimen ni tiene giros argumentales impactantes. No estoy dentro de la cabeza del director, pero creo que tampoco era su intención. La película está basada en el libro homónimo que a su vez está basado en un caso real. 


Es la historia de Hermógenes Saldivar, un hachero de Santiago del Estero que fue a buscar suerte con su esposa Gladys o "La negrita" como él le dice, a Buenos Aires. La historia de ellos dos es la historia de miles, por no decir millones a lo largo y ancho de América Latina y el Caribe. La promesa de un mejor porvenir en las capitales y en las urbes más pobladas con respecto a la vida de las provincias o los poblados más alejados.

Hermógenes después de varios trabajos termina recalando en una carnicería regenteada por Latuada. Su némesis, quizá el némesis de todos. De esos personajes nefastos por donde se lo mire. Xenófobo, misógino, racista, violento pero que no es un monstruo. Tan mortal y tan común como cualquier patrón o jefe que alguno haya tenido alguna vez.

La película es cruda por donde se la mire. La crudeza de la realidad se conjuga con la abundante carne cruda que aparece en escena por el escenario en el que se desarrolla. La película es efectiva, sin grandes locaciones ni presupuesto y sobre todo es verosímil que es el rasgo que más destaco.


Es verosímil, totalmente creíble. Una historia que le puede pasar a cualquiera y que debe estar pasando en este momento. Porque la esclavitud no ha sido abolida ni mucho menos. Ni siquiera hablo en modos propiamente marxistas de explotación sino que hablo de explotación pura y dura en el medio de la ciudad y del asfalto que abrasa. 

Para que esta historia suceda se encastraron varios factores. La necesidad de la pareja que venía con una mano atrás y otra adelante. En la escena que se mudan para el fondo de la carnicería se nota claramente, un par de bolsos cada uno y un colchón doblado que parecía una servilleta. La sumisión de ambos y bastante profunda en Hermógenes. La personalidad de Latuada que ya explicamos, pero también la complicidad de otro de sus empleados. La ausencia del Estado que solo aparece en dos ocasiones: cuando clausuran el local a través de Bromatología y cuando la policía se lleva preso a Hermógenes. Pero no aparece cuando La negrita está embarazada y no accede a ningún servicio de salud  y así podríamos seguir.

Hermógenes es analfabeto, "inepto" como él se nombra porque así lo nombraron y lo sellaron en su documento y en la frente.

La historia se viene desarrollando como la vida misma. Un don nadie, pobre, sin recursos para pagar un abogado, un Estado nuevamente ausente ya que el abogado defensor nunca aparece. Su destino era la cadena perpetua. Una cadena de favores termina decantando que se le asigne un abogado defensor, más por conveniencia personal del abogado que por compromiso. Aunque a medida que va conociendo el caso se compromete de manera total.

La condena era casi cantada, pero una excepcionalidad en todo el sistema hizo que lo pudieran defender como corresponde. El Estado apareció pero en forma de un fiscal totalmente deshumanizado pensando en su ómbligo y con cero rasgo de empatía.

La defensa logró poner en libertad a Hermógenes, pero mientras el hachador estaba preso, la Gladys estaba con su bebé en una villa miseria en condiciones paupérrimas. Esto son solo apuntes de situaciones que se acumulan, se apilan, hacen cayo en el alma y en algún momento explotan.


Esta película no pasa desapercibida. No tuvo tanta publicidad ni luces de neón aunque esté en Netflix. Toca un tema de explotación cotidiano como otra serie de moda que anda ahora, pero con un sentido de realidad mucho más ético y no tanto para las luces de Hollywood.

Hermógenes volvió al monte. Volvió con su hacha y su motosierra a trabajar de sol a sol. No-preso pero siendo explotado una vez más.

El sistema volvió a ganar.


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