Cristina Kirchner, la “reina plebeya”

 


Fuentes: Rebelión

Una intervención demoledora para el establishment y útil para cualquier ciudadano disconforme o incluso para los opositores racionales a la gestión de Alberto Fernández.

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Este es el sistema que está podrido y perverso y que es necesario que todos pongamos el esfuerzo para corregirlo, para transformarlo. Porque no se puede seguir con un país donde nos vienen a endeudar cada 20 años o cada 10 años viene uno, nos endeuda y después lo sobreseen y vuelve a hacer lo mismo. Esto es lo que está pasando y en esto tienen responsabilidad ustedes”.

CFK

Cristina Fernández de Kirchner (CFK) acaba de ratificar su decisión de mayo de 2019, cuando convocó al actual presidente Alberto Fernández para encabezar la fórmula que los llevaría al gobierno: renunció al protagonismo táctico para asumir un liderazgo estratégico del movimiento nacional y popular realmente existente en la Argentina.

Este jueves 4 de marzo pasado, en directo y ante la sala I de la Cámara de Casación Penal, pasó de acusada (por momentos con un ensañamiento cruel, que le recordó a los jueces) a acusadora, rechazó una absurda imputación en la denominada “causa del dólar futuro”, desnudó el lawfare y realizó un certero análisis de las fuerzas e intereses en disputa en el cuadro político local, que en buena medida lo es también del continente.

Quienes me acompañan con la lectura de mis notas, o han escuchado alguna de mis intervenciones, saben de mi apoyo, pero también de mis propuestas críticas a la gestión kirchnerista, siempre por lo necesario que NO hizo o no hace, sin desconocer lo mucho y bueno que sí.

Es una posición política que mantengo desde que -con otros compañeros- decidimos apoyar la candidatura presidencial de Néstor Kirchner, en un encuentro que mantuvimos a principios de 2003, y me valió fuertes cuestionamientos de mis ex camaradas y también de no pocos de mis actuales compañeros, entonces críticos y hoy más “kirchneristas” que nadie.

No soy afecto al elogio fácil, pero creo que para cualquiera que quiera entender y cambiar nuestra realidad es necesario ver el video, o leer y analizar el testimonio: un brillante y esclarecedor análisis, que la ubica por delante de cualquier político argentino en funciones ejecutivas o legislativas.

La intervención fue demoledora para el establishment y es útil para cualquier ciudadano disconforme o incluso para los opositores racionales a la gestión de Alberto Fernández.

Lo es, también, para los que desde la izquierda proponemos mayor decisión con medidas audaces y transformadoras, e incluso para los que acompañan al gobierno desde el centro del espectro político o para los que, funcionarios o no, tienen la convicción de que sus limitaciones son consecuencia de la mala “correlación de fuerzas”, abusada categoría que casi siempre reduce la militancia al ámbito electoral y nunca incluye el protagonismo popular para cambiarla.

El establishment, así como la derecha política y la corporación judicial, claman contra la intervención con comprensible indignación: CFK demostró que el primero es el poder real, al que nadie elige, pero todos sufrimos; que los segundos son sus cómplices y los terceros sus sirvientes, poder aristocrático que no se somete a votación alguna, actúa con impunidad, al margen de la Republica y muy -muy- lejos de la democracia.

Hay que apelar al pueblo y actuar con firmeza frente a ellos ya que es ingenuo, cuando no suicida, pensar en su “autodepuración”, como en su momento lo fue pensar que lo harían los militares genocidas.

La contundente defensa de una acusación absurda no deja fisuras: la decisión es legal, por lo que el “caso” de los contratos a dólar futuro no corresponde a ningún tipo penal; CFK y su gobierno no causaron perjuicio alguno a las arcas del Estado y el Banco Central tuvo ganancias, según el lento peritaje realizado.

En realidad, los ex funcionarios fueron incriminados para desprestigiar la gestión e impulsar la candidatura de Mauricio Macri para la segunda vuelta de 2015, luego que en la primera fuera derrotado por la fórmula Daniel Scioli-Carlos Zannini.

Un reciente informe de los peritos de la Corte Suprema permite concluir que fue la administración neoliberal la que -cuando asumió- adoptó las medidas que beneficiaron personalmente con el “dólar futuro” a sus funcionarios y amigos, también receptores de lucro que provocó la fuga de capitales alentada por el (este sí, ilegítimo) endeudamiento externo, que contribuyó a condenar a millones al hambre, todo lo que contó con la omisión criminal, o incluso la “legitimación”, de quienes hegemonizan la justicia.

Es vital que la ex presidenta haya avanzado en esclarecer el impacto brutal de las decisiones judiciales sobre las condiciones de vida de los argentinos: en su momento, el aval al terrorismo de Estado y el silencio ante su estatización de la deuda privada contraída por los grupos económicos en el exterior, pero que finalmente pagamos todos los argentinos; recientemente el freno a la defensa del interés público -en desmedro del crédito, la salud, la educación, la vivienda o el trabajo- en casos como el de los estafadores de Vicentin, los fraudes y negociados con el Correo/autopistas/parques eólicos, y ahora la insensibilidad ante la ola de femicidios, el aliento a la represión en Guernica y siempre la protección al “gatillo fácil”; también los juicios que duran décadas mientras otros se resuelven en días.

CFK desnudó el lawfare -el neologismo inglés que es una contracción gramatical de law (ley) y warfare (guerra)-, que utiliza al poder judicial como actor político, en combinación con medios de prensa y grupos económicos, para desestabilizar y perseguir a los lideres populares que se atreven a desafiar la hegemonía estadounidense y el dominio de las corporaciones nativas en el continente.

Además, ha dicho algunas verdades ocultadas u olvidadas, como que aún no se había acuñado el termino lawfare, cuando la Corte Suprema de (in)Justicia validó el golpe que derrocó en 1930 al gobierno de la Unión Cívica Radical (UCR), presidido por Hipólito Yrigoyen.

Claro, la actual dirección de ese partido, que integra Juntos Por el Cambio, expresa los mismos intereses que impulsaron el derrocamiento del líder radical, por lo que no vacila en considerar que las palabras de la vicepresidenta son “Una falta de respeto a un Presidente que nunca necesitó fueros para evitar a la Justicia«.

Memoria selectiva de esta caricatura de UCR, al servicio del “régimen” conservador que nació para combatir: olvida los años en que una CFK sin fueros enfrentó una justicia venal, pero para peor omite decir que, al ser derrocado y perder los fueros, con su salud quebrantada Yrigoyen fue acusado de corrupto, indagado y dictada su prisión preventiva, hasta un indulto que llegó en 1932, meses antes de su muerte. De “corrupción” fue acusado el gobierno radical del presidente Alfonsín y la manipulación del término también sirvió para derrocar el de Arturo Illia.

La conducción de CFK es estratégica en tanto busca subordinar la táctica al objetivo trazado, la caracterización de la situación, el camino y las alianzas para enfrentarla. Así también debería serlo para quienes dentro del gobierno que integra optan por conciliación, que no es pluralidad ni dialogo, sino subordinación a los intereses minoritarios, que postergan o claudican ante la definición de redistribuir la riqueza y hacer pagar la crisis a los que la generaron y lucraron con ella, convocando a una gran movilización para recuperar y democratizar la democracia.

Quienes entendemos que lo estratégico contempla necesariamente el llamado a la participación popular, activa y militante, alertamos acerca de la desorbitación en ciertos despachos oficiales, conocida, pero hace instantes puesta en evidencia en un relato del decano de los periodistas parlamentarios, Armando Vidal. A minutos de terminar la presentación de CFK, mientras se desataba la ofensiva política y corporativa por los medios, la TV pública -que debe informar a millones que no tienen cable y ni siquiera acceden a los diarios- dedicaba sus minutos a un programa acerca de…la monogamia.

Armando, en reivindicación de su larga raigambre peronista -que no es la nuestra- bautiza a la vicepresidenta como una “reina plebeya” y remata su comentario en clave tanguera: “No habrá ninguna igual, no habrá ninguna, ninguna con su piel y con su voz”.

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