Eduardo Camin
Tiempo de trabajo y conciliación de la vida laboral y personal en el mundo es un estudio integral dado a conocer por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que enfoca dos de los principales aspectos del tiempo de trabajo —las horas de trabajo y la ordenación del tiempo de trabajo (u horario de trabajo)— y sus efectos sobre la conciliación.
En el informe se examinan las horas de trabajo desde diversas perspectivas y se observa que, a nivel mundial, más de un tercio de las personas ocupadas trabajan habitualmente más de 48 horas semanales, mientras que una quinta parte se encuentra en el extremo opuesto del espectro, es decir, trabaja menos de 35 horas semanales (a tiempo parcial).
Por otro lado, tras analizar las horas efectivas de trabajo en comparación con la preferencia horaria de los trabajadores, se constata que trabajar más horas de las deseadas repercute negativamente en el grado de conciliación percibido por los trabajadores.
Asimismo, el informe ofrece un panorama general de las medidas relacionadas con el tiempo de trabajo adoptadas por los gobiernos y las empresas en respuesta a la crisis durante la pandemia de la Covid-19, como el trabajo compartido o la reducción de jornada y el teletrabajo a domicilio, que ayudaron – en parte – a mantener las organizaciones en funcionamiento y a evitar despidos.
Las principales conclusiones del estudio sugieren la necesidad de promover la reducción de las horas de trabajo y de ofrecer modalidades de ordenación flexible del tiempo de trabajo, como el horario flexible y el teletrabajo, de manera más generalizada; lo que contribuiría a mejorar la conciliación del trabajo con la vida privada y, por lo tanto, serían beneficiosas para los trabajadores y los empleadores.
En realidad, en la Declaración de Filadelfia –carta fundacional de la OIT- se afirma rotundamente que «el trabajo no es una mercancía» (art. I, a)). Aunque este principio pueda parecer un tanto idealista, simplemente reconoce el hecho evidente de que, a diferencia de las mercancías (bienes y servicios), los trabajadores son personas que albergan esperanzas, sueños y aspiraciones para sí mismos y sus familias.
En dicha declaración se afirma asimismo que «todos los seres humanos, sin distinción de raza, credo o sexo tienen derecho a perseguir su bienestar material y su desarrollo espiritual en condiciones de libertad y dignidad, de seguridad económica y en igualdad de oportunidades» (art. II, a)).
Es decir, el trabajo remunerado no se limita a satisfacer las necesidades materiales de los trabajadores, sino que les brinda la oportunidad de aspirar a su realización personal en la vida. En el mundo de hoy, esto puede entenderse en el sentido de que los trabajadores necesitan conciliar de forma saludable la vida laboral y privada. El tiempo de trabajo ha sido un aspecto central de la labor de la OIT desde sus orígenes y, de hecho, constituye el objeto del primer Convenio de la OIT, sobre las horas de trabajo (industria), 1919 (núm. 1).
Desde los albores de la Revolución Industrial, la limitación del número de horas de trabajo ha sido una cuestión importante relacionada con la protección de la salud de los trabajadores, incluido su bienestar en un sentido más amplio. Frente a las jornadas laborales excesivas de aquella época, que comportaban altos costos sociales y sanitarios, surgió un movimiento favorable a limitar el número de horas laborables —primero para las mujeres y los niños y más tarde para todos los trabajadores—, que culminó con la adopción del Convenio núm. 1
Durante el siglo siguiente, el tiempo de trabajo siguió ocupando un lugar destacado en los debates sobre el trabajo y el empleo, atendiendo no solo al número de horas de trabajo, sino también a la ordenación del tiempo de trabajo o los horarios, esto es, a cómo se distribuye la jornada laboral.
Ambos aspectos del tiempo de trabajo —el número de horas y la ordenación del tiempo de trabajo (horario laboral)— son factores clave para determinar en qué medida los trabajadores pueden conciliar el trabajo remunerado con la vida privada a fin de satisfacer, en particular, las responsabilidades familiares y otras necesidades personales.
Por ejemplo, el tiempo de trabajo excesivo (más de 48 horas semanales) impide conciliar la actividad profesional y la vida privada de los trabajadores. Cuando la ordenación del tiempo de trabajo establece horarios predecibles o flexibles, también ayuda a conciliar el trabajo con la vida personal, mientras que los horarios impredecibles tienen el efecto contrario. En resumen, tanto el número de horas como la ordenación del tiempo de trabajo influyen en la conciliación de la vida laboral y personal de los trabajadores
La limitación del número de horas de trabajo para proteger la salud de los trabajadores se considera importante desde hace más de un siglo. En cambio, la búsqueda de un equilibrio entre el trabajo y la vida privada como aspiración social destacada se planteó mucho más tarde, a raíz de una mayor concienciación de los responsables políticos sobre la dificultad de los trabajadores para conciliar la vida personal con el trabajo remunerado.
La concienciación surgió a raíz del declive del «modelo de sustentador masculino» de la familia tras la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral y la consiguiente adopción de un «modelo de doble sustentador», en el que todos los adultos tienen, en principio, un trabajo remunerado.
La reducción de la dependencia económica de las mujeres con respecto a los hombres fue una evolución positiva, pero también trajo consigo nuevas dificultades, ya que muchas mujeres pasaron a tener una doble jornada: una primera remunerada y una segunda jornada de trabajo no remunerado, realizado en el hogar.
Este conflicto entre el trabajo y la vida personal perdura hasta la fecha, sobre todo para las mujeres, que siguen ocupándose de la mayoría de las tareas domésticas y de cuidados en todos los países (Informe OIT 2018). Sin embargo, según varios expertos el conflicto afecta también a los hombres, acaso en proporciones cada vez mayores, a medida que aumenta su dedicación familiar de forma lenta pero persistente,
Además, los cambios demográficos asociados al envejecimiento de la población y a la carga del cuidado de familiares ancianos han intensificado aún más el conflicto entre el trabajo y la vida privada. Este conflicto no sólo hace mella en las personas por el estrés que ocasiona, sino que produce también efectos colaterales en las empresas, como pérdida de productividad y ausentismo. relacionados con la dificultad de los trabajadores para cuidar de sus familiares.
La pandemia ha agravado esas dificultades, al menos en los países más desarrollados, lo que ha llevado a muchos trabajadores a buscar nuevos empleos que les proporcionen una mayor flexibilidad, en particular la posibilidad de trabajar a distancia, para conciliar mejor el trabajo remunerado con la vida privada, al disponer de más tiempo para la familia y para el cultivo de sus propios intereses personales.
Por ello, en los últimos decenios, los responsables de la formulación de políticas han puesto cada vez más empeño en mejorar y facilitar la conciliación.
Los caminos hacia la desalienación ¿sin Marx?
En la actualidad se desarrolla en los países capitalistas occidentales una compleja discusión, académica y política, sobre los cambios que se están produciendo en la realidad laboral, que incluye temas como el sentido del trabajo, la supuesta «crisis de centralidad» del mismo, las formas no mercantiles de trabajo, los cambios en el trabajo asalariado y en la organización social de la producción, las consecuencias de esos cambios en la estructura social, las propuestas políticas de reducción del tiempo laboral o de disociación de trabajo y renta, etc.
Por otra parte, existe ya un volumen de literatura ingente sobre el particular, y de la misma se suele desprender un cierto consenso, a veces algo difuso, en torno a la necesidad de repensar y ampliar el concepto mismo de trabajo tal y como lo hemos conocido.
Desde las ciencias sociales se afirma que la desalienación es “creación”. Lo que significa que el sujeto pueda crear y crearse su proyecto de vida. Claro que este proceso no es individual; la liberación de cada sujeto se encuentra en la liberación colectiva. Pero para que esto ocurra tiene que eliminarse la división del trabajo, el sistema de mercado y la propiedad privada, y aquí tenemos el núcleo central del problema.
En realidad, la única posibilidad de superación es la toma de conciencia, el reconocimiento de la situación de dominación deshumanizado, lo que conduciría a la reapropiación de su trabajo, es decir, reencontrarse con su propio ser. Esto presupone un modelo de sociedad donde las relaciones sociales se establezcan en un marco de reciprocidad y justicia social. Ya lo decía Carlos Marx con meridiana claridad: existir como ser humano es tener conciencia de sí mismo y ser capaz de tomar decisiones.
Si partimos de considerar que las relaciones de explotación de la sociedad capitalista, si bien han sufrido modificaciones desde lo presentado por Marx hasta nuestros días,continúan en vigencia; podríamos aventurarnos a sostener que el individuo alienado sigue teniendo vida.
En definitiva, lo que las tradiciones marxistas y críticas han puesto sobre la mesa de modo harto fructífero es un aspecto relegado e incluso a veces ignorado en algunos de los debates contemporáneos: la cuestión de las relaciones entre el trabajo y la libertad humana, que discute la OIT es todo un tema; pero que se aborda desde una perspectiva hartamente capitalista y determina un debate dialécticamente fraudulento para los trabajadores…
El mundo empresarial pide trabajar más y más y mucho más, mientras millones de trabajadores sin un sustento, navegan en las tinieblas de la incertidumbre.
*Periodista uruguayo residente en Ginebra, ex miembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa de Naciones Unidas en Ginebra. Analista Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
0 Comentarios