La crisis del agua y sus derivados: El Uruguay natural se fue a la mierda

 Por ANTONIO LADRA

En el año 2018, Ciudad del Cabo, en Sudáfrica fue la primer gran metrópolis del mundo que estuvo a punto de quedarse sin agua potable.



Gracias al racionamiento se pudo estirar el tiempo de gracia, pero las soluciones tecnológicas para compensar la sequía que azotaba la zona y asegurar el acceso al agua potable chocaron con la politiquería y hoy a cinco años la falta de agua pende como una espada de Damocles sobre la población africana.

Cualquier semejanza con la realidad uruguaya no es casualidad, es lo que ocurre hoy en Uruguay, cuando la zona metropolitana, donde está radicada el 60 por ciento la población está viviendo lo mismo que Ciudad del Cabo y el sistema político solo atina a trasladar culpas y no son capaces de unirse para encontrar soluciones.

A esta altura es inadmisible que a lo único que se apuesta es a que la naturaleza se digne a pensar en este pequeño pais, que llueva, el pensamiento mágico se ha apoderado de las autoridades, mientras siguen monitoreando para ver qué medidas pueden tomar.

¿Qué significa monitorear? Según la RAE: Controlar el desarrollo de una acción o un suceso a través de uno o varios monitores. Los monitores en este caso son los análisis meteorológicos. A esta altura, escuchar estas palabras de las autoridades parece un chiste de mal gusto. No son necesarios más diagnósticos sino acciones, las acciones que no tomaron cuando quienes monitoreaban alertaban de esta situación ya hace años. Mientras tanto, la población está con el ábaco en la mano, con una cuenta regresiva hacia el día en que el agua potable ya no salga más de las canillas, “el día cero”.

Por su iniciativa y no por una acción coordinada del gobierno, la gente ya está tomando sus propias medidas, aunque no es algo extendido lamentablemente. Algunas de las medidas las toman los que pueden, como por ejemplo dejar de usar el agua que sale de las canillas y acudir a la compra de bidones, lo que ha hecho colapsar a las empresas embotelladoras que se han visto desbordadas por la demanda. Es que el agua que sale de las canillas ya no se sabe que es y la gente no la usa ni siquiera para bañarse.

Pero ha provocado otro problema y es la cantidad de envases de plástico no retornables que se suman y que no son procesados.

El agua que da OSE afecta la maquinaria de las empresas, daña los tanques de cobre de los calefones, provoca a quien se le anime a tomarla o a cocinar con ella problemas gástricos y el precio sigue siendo el mismo. ¡Un escándalo!

Ayer publique un tuit donde resumía lo anterior: Agua: el gobierno monitorea la situación para tomar eventuales medidas. ¿Monitorea? ¿Eventuales medidas? ¿No es suficiente lo que está pasando?: revientan los calefones, aumentan los casos de gastroenterocolitis, la industria afectada.

Amen de la catarata de insultos que recibí por usuarios reales o no de esa red social, hubo uno que me inquirió en buenos términos sobre que proponía si no llovía.

Mi respuesta fue: Yo no soy gobierno, yo no soy de la oposición, yo no soy el presidente de OSE, yo no soy ingeniero, yo soy un ciudadano que nunca creyó que iba a vivir esta situación con el agua y que no acepta que a esta altura se diga “monitoreamos la situación” declaraciones del subsecretario de Medio Ambiente Gerardo Amarilla.

Y es esto ni más ni menos, ciudadanos que reclamamos al sistema político que se deje de caranchear y que se ponga de acuerdo en hacer algo para evitar el “día cero”.

El agua es un derecho inherente al ser humano, pero desde hace un tiempo hay voces cada vez más poderosas que hablan de ella como un producto al que hay que darle un valor y gestionarlo como algo comprable y vendible.

El agua es un componente fundamental de nuestra esencia viva, por lo que hablar de negocio con aquello de lo que estamos constituidos en un 70 %, no puede ser aceptado.

A finales del 2020 nos despertamos con la noticia de que el agua comenzó a cotizar en el mercado de futuros con base en el índice Nasdaq Veles California Water. Esta medida, aparentemente beneficiosa para mejorar la administración del recurso en zonas con escasez, contradice el hecho de que el agua es considerada un derecho fundamental por las Naciones Unidas.

La Organización Mundial de la Salud estimó en el 2017 que 785 millones de personas carecen de un servicio básico de agua, 435 millones extraen agua de pozos y manantiales desprotegidos y 144 millones toman agua sin ningún tipo de tratamiento. Por otro lado, más de 800 mil personas mueren al año por diarrea o enfermedades relacionadas con consumir agua no tratada o contaminada.

¿Y saben qué? Si en nuestro pais no se toman medidas acordes, rápidas, efectivas y duraderas, vamos a pasar a engrosar esas tristes cifras que no hace tanto las veíamos lejanas.

Por ahora tenemos, donde vive la mayoría de la población, agua no potable con todas sus consecuencias y miles de envases de plástico que no son tratados.

Señores, sépanlo, el Uruguay natural se fue a la mierda.


FUENTE: El Acontecer

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