María Rizzo y Matías Strasorier
El 2 de julio, la vicepresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, eligió el acto de homenaje a Juan Domingo Perón en Ensenada, provincia de Buenos Aires, para plantear lo siguiente: “yo creo que la gran discusión que se viene en el mundo no es acerca del capitalismo, esta es mi percepción, sino de quién conduce el proceso capitalista”.
En dos oraciones, la vicepresidenta expuso dos modelos diferentes: “el capitalismo que conduce el mercado, las corporaciones, produce exclusión, transferencia de ingresos… Pero hay otro capitalismo que conduce el Estado y planifica, y no soy pro China por favor. Por favor, no empiecen con las estupideces “Cristina es pro China”, dijo, disipando las dudas malintencionadas que siempre aparecen.
Y afirmó: “y esto es Perón puro, Perón decía que el proceso capitalista lo tiene que conducir el Estado. Esto también es peronismo, ojo, esto también es peronismo. El famoso capitalismo del Estado, la tercera posición equidistante del liberalismo y del marxismo”.
Ese Estado conduciendo es lo que durante 2003 y 2015 impulsaron junto con Néstor Kirchner desde el gobierno nacional, con un programa político y económico materializado en políticas públicas concretas. Programa que revivió a la Argentina, desde las cenizas de aquella crisis de 2001 para dejarla en diciembre de 2015 con satélites en órbita, jóvenes con computadores en las escuelas, un salario mínimo vital y móvil de más de 600 dólares.
Ésto, solo por nombrar algunas de las políticas de ese Estado conducido mientras el mundo estallaba, principalmente desde la explosión de la burbuja financiera de las hipotecas subprime en 2008, momento inicial de una crisis del sistema social de producción capitalista que todavía no encuentra vías de resolución.
Increíblemente, en Argentina la “crisis del 2008” se asocia a “la 125”, una resolución mediante la cual el gobierno, presidido por Cristina Fernández de Kirchner, pretendía subir el porcentaje de la alícuota correspondiente a los derechos de exportación, principalmente de soja. El Estado argentino amortiguó el impacto de la crisis global, sin embargo, lo que marcó a fuego ese año fue la disputa por el control del comercio exterior de cereales y oleaginosas.
Lo que estaba en juego en realidad, era el control sobre el principal sector generador de divisas, de las genuinas y de las otras, en Argentina.
La crisis global de la fase financiera del sistema capitalista iniciada en 2008, encuentra una salida en las nuevas tecnologías como nuevos medios de producción, que dan el salto de escala reduciendo los tiempos sociales de producción. La virtualización, digitalización e informatización de la economía y de la vida. En la disputa por esos medios apareció la República Popular China.
La experiencia del Estado Chino conduciendo el capitalismo
El Estado de la República Popular China interviene en la producción agroalimentaria de manera inteligente: ¿cuáles fueron las decisiones estratégicas que llevaron a la República Popular China a convertirse en una potencia?
El gigante asiático, desde las políticas de reformas lanzadas por Deng Xiaoping en 1978 durante el 3° Plenario del 11° Comité Central del Partido Comunista Chino, fue aumentando su protagonismo geopolítico. Para ello, el crecimiento y desarrollo de su población fue fundamental. Garantizar la seguridad alimentaria de 1.500 millones de ciudadanos y el ascenso social de una clase media elevó la demanda global de proteínas, por ende, del consumo de soja y maíz como principales fuentes alimenticias para producción de proteínas de origen animal.
En los 10 años comprendidos entre 2008 y 2018, la demanda global de soja aumentó el 239.88%, mientras que para los cereales fue del 385%, a expensas de la demanda china; en el resto de los países no se registraron fluctuaciones importantes.
Esta situación convirtió a China en el principal importador de porotos de soja con el 62% del mercado, seguido por la Unión Europea con el 11%, y en menor medida, México con el 4%, Egipto con el 2% y Japón con el 2%. En 2017/18 se comercializaron 150 millones de toneladas (Mtn) de porotos de soja, los principales exportadores de porotos fueron Brasil con el 53%, Estados Unidos con el 32% y, en menor medida, Argentina, Canadá y Paraguay.
En materia de nuevas tecnologías, China fue pionera al invertir más de 70 mil millones de dólares principalmente en «capitales intangibles», información y conocimiento. Mediante la creación de redes de telecomunicaciones para transmitir información sobre irrigación, densidad de los plantíos y siembras, profundidad y cantidad en la colocación de las semillas, logró reducir en un 15% la emisión de dióxido de carbono (CO2) sobre la superficie sembrada, aumentar un 11% más la producción de maíz, arroz y trigo y disminuir entre el 15 y 18% del uso de fertilizantes.
Las ganancias de productividad ascendieron a 12.200 millones de dólares en términos de valor, debido a mayores rendimientos y menores insumos. El trabajo realizado durante 10 años sobre 21 millones de campesinos – productores agrícolas (10% del total), distribuidos en 37,7 millones de Ha en unidades productivas de 0,6 Ha promedio, se dio a conocer en una publicación de la revista Nature en marzo del 2018.
Una demostración de que es posible ejecutar un modelo agroalimentario productivo y sustentable, de unir Ciencia-Tecnología-Sociedad con el Estado interviniendo inteligentemente en favor de quienes producen y trabajan, garantizando la seguridad alimentaria de la población.
En materia de comercio exterior de cereales y oleaginosas, China incidió estratégicamente, comprendiendo la importancia de estas materias primas para el desarrollo de su plan. En 2014 COFCO, empresa estatal china, compró a Nidera y Noble Agri. La primera se fundó en Rotterdam (Países Bajos) en 1920, con incidencia en las regiones de las que ha adoptado sus siglas: Nederland (Países Bajos), Indies (Indonesia), Deutschland (Alemania), England (Inglaterra), Rusia y Argentina. La segunda fue adquirida completamente por COFCO en diciembre de 2015.
En materia de agroinsumos, el gigante asiático tomó la decisión política de intervenir sobre el mercado y fusionó su empresa estatal China National Chemical Corporation (ChemChina) con Syngenta. En 2017 invirtió 43.000 millones de dólares (monto equivalente a la deuda tomada por Argentina con el FMI), adquiriendo el 95 % de las acciones del grupo suizo. De esta manera, el estado chino fusionó la séptima empresa de química (ChemChina) con la tercera en genómica y la primero en química (Syngenta).
En materia financiera, China cuenta con el Agricultural Bank of China o Banco Agrícola de China, que a finales de 2008 se convirtió en el segundo mayor banco del gigante asiático, a pesar de que en abril de 2007 sufrió un robo de 51 millones de yuanes, robo récord en el país. En 2009 dicho banco se reestructuró en sociedad anónima de responsabilidad limitada, en julio de 2010 cotizó en la bolsa de valores de Shanghái y en mayo de 2021 la capitalización de mercado era ya de 140 billones de dólares.
En la actualidad, cuenta con 23.670 sucursales nacionales, 459.000 empleados y sedes en Londres, Tokyo, New York, Frankfurt, Sydney, Seúl y Singapur. Ofrece productos de banca corporativa y de banca minorista. Entre las principales líneas que presenta el banco encontramos:
- Préstamos de capital de trabajo para trabajo temporal en épocas de producción;
- Extensión de crédito o líneas de financiamiento de comercio internacional a corto plazo (12 meses);
- Préstamos para la construcción de mercados de circulación de productos básicos;
- Préstamos de reserva de fertilizantes fuera de temporada;
- Préstamos de para urbanización/infraestructura rural para mejorar la producción local y las condiciones de vida;
- Microfinancimiento a hogares de agricultores;
- Tarjeta de débito Kins Farmer’s;
- Tarjeta de crédito Farmer’s Benefit, entre otras. Lo que convierte a este banco en un actor fundamental para fomentar el trabajo y el desarrollo de la agricultura moderna china.
El Estado chino intervino inteligentemente en el sector agroalimentario en los eslabones estratégicos, garantizando la seguridad alimentaria de la población y el desarrollo de un modelo agroalimentario. Como resultado, se observa el ascenso social, con una clase media que se proyecta alcance los 500 millones de personas en 2030.
Estado planificador o Estado facilitador
En diciembre de 2019, Alberto Fernández se encontró con un escenario más parecido al que se encontró Kirchner en el 2003, que al que dejó Cristina en 2015. Por si alguno dudaba, la Argentina posmacrismo era la Argentina pos-Alianza, un Estado que entregó al mercado la conducción, que se subordinó al sector financiero entregando el control de la economía, y subsumió a quienes producen y trabajan al plan de las trasnacionales.
Salario mínimo vital y móvil (SMVM) por debajo de los 240 dólares, los programas de ciencia y tecnología desfinanciados, al igual que los de promoción de la economía, los organismos públicos desmantelados, principalmente los de asistencia al sector productivo nacional, como resumen de las políticas ejecutadas por el gobierno encabezado por Mauricio Macri y que arrodillaron el Estado argentino al mercado.
Sin embargo, Argentina tiene las condiciones para intervenir inteligentemente en el sector agroalimentario, construyendo un modelo productivo y sustentable, inclusivo y federal. Las condiciones para fundar una estructura integral en materia de ciencia y tecnología, insumos-producción- distribución- comercialización, con interacción público-privada que garantice la seguridad alimentaria de los argentinos y argentinas, y la distribución de las riquezas que generan quienes producen y trabajan.
La dupla YPF Agro y Vicentin son los cimientos; la articulación entre Bioceres y la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) con los organismo e instituciones como el Instituto Nacional de Tecnología Agraria (INTA), el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa y las universidades
Junto a ello la recuperación de la marina mercante; y finalmente el rol de Banco Nación como estructura financiera. Este camino ya lo transitó el país entre 2003 y 2015, con un proyecto nacional y popular conduciendo. Hoy, retomar el rumbo, mejorar los yerros y profundizar los aciertos es la tarea. Un Estado Planificador interviniendo inteligentemente y conduciendo, el capitalismo es posible en Argentina.
*Rizzo es médica veterinaria, Maestrando en Desarrollo Regional y Políticas Públicas de FLACSO, y co-Directora del Centro de Estudios Agrarios. Strasorier es Analista agropecuario y Director del Centro de Estudios Agrarios, Argentina (CEA), asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico.
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