Por Ana Laura Dagorret*-
Una serie de movimientos geopolíticos auspiciados por China y Rusia en el continente asiático dan cuenta de una profundización contundente de la multipolaridad al tiempo que se consolida el declive estadounidense en la región.
En las últimas semanas una serie de acuerdos y acercamientos entre diferentes países asiáticos han ganado el centro de debate por sus implicaciones a nivel regional y global. Tanto el fracaso de occidente en sus diferentes contiendas bélicas en la región como el cuestionamiento internacional de la hegemonía de Estados Unidos y sus estrategias para la dominación abrieron el camino para la profundización de un nuevo orden mundial, donde las hasta hace poco potencias contrahegemónicas han tomado la iniciativa para la consolidación de la multipolaridad.
Así como la mayoría de los acuerdos y aproximaciones, el más reciente de estos movimientos estuvo auspiciado por China. En lo que fue la primera conversación telefónica de Xi Jingpin con el presidente ucraniano Volodymir Zelensky desde el inicio de la operación militar rusa en Ucrania, Xi se ofreció como mediador del conflicto para su resolución a partir de los 12 puntos que presentó su gobierno en marzo. “El diálogo y la negociación son la única salida viable” destacó el mandatario en la charla telefónica de una hora que llega tras un intenso despliegue diplomático del Gobierno chino.
Este despliegue se vio también en el reciente acercamiento entre Arabia Saudita (aliado tradicional de Estados Unidos en la región) con Irán, cuyo primer encuentro se dio en suelo chino. “La República Islámica de Irán y el Reino de Arabia Saudí han decidido reanudar sus relaciones diplomáticas y reabrir sus embajadas en dos meses”, reza el comunicado conjunto de los países.
Esta aproximación trajo consigo una ventana de posibilidad para la resolución de la guerra que Arabia Saudita libra en Yemen contra los hutíes, respaldados por Irán en el conflicto que ya tiene nueve años. Los saudíes y los mediadores omaníes fueron recibidos por el jefe del Consejo Político Supremo de los hutíes, Mahdi al Mashat, para abordar «el levantamiento del bloqueo» impuesto por Arabia Saudita sobre las zonas controladas por los hutíes.
En la misma línea se dan las negociaciones entre Siria y Turquía a instancias de Rusia e Irán para la retirada de tropas turcas en los territorios kurdos de Siria, a 12 años del inicio de la guerra en el país gobernado por Bashar Al Assad. Todos estos movimientos dan cuenta tanto de los límites de la injerencia estadounidense en un territorio pensado desde siempre para la conquista como de la estrategia china en la región.
“Lo fundamental en relación a los acercamientos y los acuerdos que se están viendo en el último tiempo en el Medio Oriente es que responden a una estrategia macro que consiste en la configuración de lo que se denomina como el nuevo triángulo de seguridad del Medio Oriente” sostiene el profesor de geografía y analista de geopolítica argentino Kevin Bryan.
El analista explica que dicho triángulo de seguridad está compuesto por Turquía, Arabia Saudita e Irán, quienes han logrado acuerdos y acercamientos con los auspicios tanto de Rusia como China. También destaca que “dentro de ese proceso hay otros países que se benefician, sobre todo aquellos que en los últimos años sufrieron conflictos que han sido muy extensos, muy sangrientos y que han traído una consecuencia geopolítica importante para las potencias de todo el sector asiático”.
La intención de consolidar la paz en una región atravesada por las guerras impulsadas desde occidente responde a una estrategia china. Se trata de la consolidación de la Nueva Ruta de la Seda, la apuesta geopolítica comercial del gigante asiático que atraviesa el corredor de Asia Central y conecta con Europa. En este contexto es que se dio también la cumbre entre Irán, Rusia, China y Pakistán para seguir la situación en Afganistán, en cuya declaración conjunta los cuatro países apuntaron contra Estados Unidos por su fracaso en el país tras 20 años de presencia y una retirada caótica.
Desde esta lógica, el analista explica que la gran diferencia con Estados Unidos es que China desarrolla una estrategia de estabilización global que se manifiesta en los recientes acuerdos mediados por este país como respuesta que neutraliza la contraofensiva guerrerista norteamericana en la región. Al mismo tiempo ofrece la capacidad de financiación de proyectos de infraestructura para el beneficio de su estrategia y de los intereses de los países que la conforman. “Se trata concretamente de un beneficio comercial dentro de la multipolaridad con una perspectiva integralmente asiática” explica Bryan.
Ante esta acelerada pérdida de influencia norteamericana, la respuesta se hace presente en la isla de Taiwán. “Cuando China realiza todos estos movimientos, la apuesta fuerte de Estados Unidos es presionar sobre uno de los puntos calientes que tiene la geopolítica internacional que está en Taiwán”. A esta ofensiva se le suman los ejercicios militares norteamericanos en Filipinas y los acuerdos militares Aukus y Quad en Asia Pacífico, los cuales constituyen un verdadero cinturón bélico al cual China responde con iniciativas comerciales y desarrollo de infraestructura.
En términos más amplios, lo cierto es que la pérdida de influencia del imperialismo en Asia Occidental ha forzado un redespliegue importante en América Latina, otra de las regiones donde la presencia china viene creciendo con fuerza. Los acuerdos comerciales del gigante asiático con Brasil para la utilización de yuanes o reales en sus transacciones, así como el viaje del ministro de relaciones exteriores de Rusia Sergei Lavrov a varios países de la región dan cuenta de una presencia marcada así como de la intención de varios países de desarrollar una política exterior soberana. Ante estos movimientos, Kevin Bryan apunta que “Estados Unidos sigue teniendo fuerte presencia y en Argentina, por ejemplo, se ve como el endeudamiento del país con el FMI es usado como mecanismo de presión constante para intentar frenar las inversiones y la cooperación con China”.
Si bien la posición internacional más autónoma que demuestra tener Brasil con sus últimos movimientos se presenta como una posibilidad, tanto la influencia norteamericana en los gobiernos como las dificultades de integración en la región facilitan la injerencia. “La perspectiva en líneas generales sería que América Latina tiene algunos elementos como para tratar de mostrarse un poco más pujante. El problema es que hay enormes condicionantes a la hora de pensarse como una región más autónoma propiamente para que pueda sacar un provecho pleno y completo de la multipolaridad” sostiene el analista.
Más allá de los movimientos que surjan en nuestra región, lo cierto es que en Asia Occidental empieza a mostrar una cara diferente a la pretendida por el imperialismo norteamericano. Con el auspicio de China y los movimientos diplomáticos necesarios para una normalización del área, el mapa político de la región muestra tanto la profundización de un orden mundial multipolar como el declive de la hegemonía estadounidense a nivel global.
*Ana Laura Dagorret es analista de política internacional, coautora del Manual breve de geopolítica y parte del equipo de PIA Global.
FOTO DE PORTADA: Reuters.
0 Comentarios