Se cumplen el primer centenario del Partido Comunista de China. Resulta más que interesante analizar algunas de las peculiaridades de estos 100 años de vida para comprender cómo llegaron a ser una de las principales potencias del mundo.
En principio hay que hacer un poco de memoria. Es necesario recordar que la cultura y tradición del gigante asiático es milenaria, una de las más antiguas que tienen vigencia hasta nuestros días. Y si bien no siempre fue igual, ese imaginario colectivo, esas tradiciones e historia común, son en gran medida una de las principales fortalezas del presente de esa nación.
Cabe recordar, además, que antes de la victoria de la Revolución encabezada por Mao Tse-Tung, los británicos invadieron China (en el siglo XIX) e intentando imponer su forma de comprender el mundo: desde una mirada occidental y bajo la influencia judeo-cristiana. El profesor venezolano en asuntos internacionales, Miguel Ángel Del Pozo Roquete analiza estos hechos y como influyeron en el devenir del pensamiento chino en un recomendable artículo publicado estos días.
También es importante analizar la influencia de la soviética luego de la revolución del 17. Este sería otro factor clave en la construcción del comunismo con características chinas, ese que hoy ostenta el gigante asiático. El colega Sergio Rodríguez Gelfesntein analiza este hecho particular, desde la llegada de las ideas comunistas provenientes de occidente hasta el triunfo de la revolución.
Lo concreto es que desde aquella jornada de 1921 en la que 50 militantes se propusieron desarrollar al país bajo las ideas del marxismo, la República Popular China tuvo un norte concreto. El PPCh poco a poco fue copando cada rincón de la vida política e institucional del país. Tal como sostiene el Director del Observatorio de la política China, Xulio Ríos: “la historia del PCCh es, en gran medida, la historia de la propia China en los últimos cien años”.
Como analizan varies autores, la vida política del gigante asiático tuvo mutaciones y momentos de cambio que abrieron puertas a otros caminos, sin que ello signifique perder de vista el objetivo principal: recuperar el lugar en el mundo que ellos creen merecer.
Mao y la Revolución Cultural
Durante el tiempo de Mao Tse-Tung (1935-1978) la fuerza de la ideología y la voluntad como instrumento motivador buscaron dar respuestas a un país atrasado y deshecho por décadas de guerras. Con una impronta ofensiva, Mao intentó recuperar el control de todo el territorio chino, desmembrado por la guerra y la ocupación occidental, especialmente el Tíbet y Taiwán.
No es casual que fuera precisamente Mao quien diseñara el concepto de “Una sola China” según el cual el país sólo tendría relaciones diplomáticas con aquellos países que desconozcan a la Taiwán como Estado independiente. En paralelo el líder chino buscó reposicionar a su país en el orden internacional. Y dadas las condiciones en las que había quedado el país en el período de post guerra, Mao se alió con la URSS para impedir que EEUU o Japón puedan atacarla. De hecho junto con la URSS apoyaron a los norcoreanos en su enfrentamiento con los ejércitos norteamericanos y de la ONU entre 1950 y 1953.
Pero, tras la muerte de Stalin, Mao se fue alejando paulatinamente de su alianza con los soviéticos (incluso llegaron a tener un breve conflicto fronterizo en el 69), y dado que no podía aliarse con EEUU por su apoyo a Taiwán, optó por despegarse de la lógica de bloques (impuesta por la Guerra Fría) y apoyar a los países en vías de desarrollo. Allí comenzó a vincularse, por ejemplo, con países como Tanzania o Zambia a quienes concedió un préstamo sin intereses para que puedan construir un ferrocarril entre ambas naciones.
Ya para 1971 Mao había conseguido un asiento en la ONU, con la consecuente expulsión de Taiwán. Una victoria bajo la política de “Una sola China”. Paralelamente comenzó a incrementar las relaciones políticas con EEUU y al año siguiente, luego de más de dos décadas sin relaciones con EEUU, el propio Richard Nixon visitaría Pekín.
Deng XIaoping y la “apertura al mundo”
En 1978 tras casi dos años de la muerte de Mao, Deng Xiaoping será quien tome las riendas de la nación, abriendo una etapa de reformas y aperturas que buscaban fomentar las inversiones externas. Deng entendió que para que eso sucediera debía lograr que los países capitalistas vean China como un país fiable y dispuesto a tener buenas relaciones.
Este período se caracterizó por la diplomacia y no por las armas. Fruto de esa política recuperaría el control sobre Hong Kong y Macao, que habían sido colonias británica y portuguesa respectivamente. Bajo el diseño de “un país, dos sistemas”, otorgó a esos territorios un carácter semi autónomo a cambio de que volvieran a pertenecer a China.
La era de Deng Xiaoping no sólo estuvo marcada por la recuperación territorial, también siguió creciendo en la arena internacional y en 1979 se establecieron relaciones diplomáticas con EEUU, lo que obligó a este último a renunciar a sus relaciones con Taiwán. Sin disparar un tiro Deng privó a la isla de su mayor aliado, aunque continuarían extraoficialmente.
Según algunes analistas la mancha en el zapato de la gestión de Deng fue la pésima gestión de las manifestaciones de la plaza de Tiananmén en 1989, donde se estima que luego de la represión militar quedó un saldo de entre 200 y 10 mil muertes. Este episodio, haría comprender a Deng y a su sucesor que cualquier error similar podría llevarlos a confrontar con la famosa “Comunidad Internacional”, dando origen años a la doctrina de “desarrollo pacífico”.
La era Xi
Pasaron 20 años desde la salida de Deng Xiaoping hasta la llegada de Xi Jimping al poder. En un contexto donde China ya era la segunda economía del mundo (encaminada a convertirse en la primera) y uno de los actores de peso en el concierto de naciones.
Con Xi a la cabeza, China parece estar dispuesta a enfrentarse a cualquier otra potencia que pretenda generarle ruidos internos. De ahí la política de control total sobre los intentos separatistas o las protestas contra del Estado Central. Sea en Taiwán, Hong Kong, el Tíbet o Sinkiang, el mandatario chino ha advertido a países como el Reino Unido o EEUU que “cualquier intento para poner en peligro la soberanía y seguridad de China o desafiar el poder del Gobierno central es absolutamente inadmisible”.
Bajo la era Xi, China se catapulta buscando convertirse en la primera potencia global. Ambiciosos planes como la iniciativa Belt and Road o su plan tecnológico Made in China 2025, ya instalado como líder en el desarrollo de las redes 5G y 6G, en Inteligencia Artificial e incluso metiéndose en la carrera aeroespacial.
Si bien China es el mayor emisor de Gases de Efecto Invernadero, Xi Jimping se ha propuesto reconvertir la matriz energética del país asiático, siendo hoy por hoy el mayor productor de energía eólica, hidroeléctrica y solar, duplicando y hasta triplicando a su sucesor directo, que en todos los casos es EEUU.
Además de ser “la fábrica” del mundo, China ha ocupado lugares estratégicos en áreas que serán vitales para el futuro del planeta, por ejemplo el sector tecnológico. A modo de ejemplo, China es uno de los países con mayores reservas comprobadas y el principal productor de “tierras raras”, minerales claves para la industria tecnológica y para la militar.
Algunas apreciaciones finales
Como se puede observar el devenir de China en el último siglo estuvo anclado a la Partido Comunista Chino, a su disciplina y a saber acomodarse a los tiempos que corrían en cada momento histórico.
Un objetivo a largo plazo con una estrategia precisa y concreta, paciente para avanzar a paso firme y diversas tácticas que fueron mutando de acuerdo a las lecturas geopolíticas y geoeconómicas de cada momento. Características que le permitieron adaptarse sin perder de vista le objetivo final.
Bajo los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica (respeto mutuo por la soberanía y la integridad territorial; no agresión mutua; no interferencia en los asuntos internos de otros países; igualdad y beneficio mutuo; y coexistencia pacífica), la China de Xi Jimping avanza hacia el centenario de la Revolución del 49, anunciando la erradicación la pobreza extrema de todo el territorio, que es lo mismo que haber sacado de esa condición a más de 800 millones de personas y proponiéndose concluir la obra que comenzara hace un siglo.
Bibliografía
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