Irán versus Estados Unidos y una disputa más allá del fútbol

 Por Ana Dagorret

Iraníes y estadounidenses se medirán el martes 29 en la última fecha de la fase de grupos del mundial de Qatar, reavivando una enemistad histórica que cobra especial relevancia ante el actual cuadro de crisis política iraní producto de una guerra híbrida inducida y ante las discusiones acerca de los valores occidentales defendidos por los norteamericanos.



El mundial de Qatar trajo consigo una serie de discusiones acerca de las rivalidades que existen por fuera de la cancha. Enfrentamientos entre ex colonias y sus colonizadores, así como entre países considerados desarrollados con otros del denominado tercer mundo ponen sobre la mesa debates que nada tienen que ver con el fútbol pero si con las relaciones de dominación, injerencia y dependencia a lo largo de muchos años. Una disputa sobre la cual sin dudas se pondrán los ojos en los próximos días será el partido entre Irán y Estados Unidos, quienes se enfrentarán para definir quién ganará la clasificación a los octavos de final por el grupo B, donde también disputan Gales e Inglaterra.


La rivalidad que existe entre ambos países, que sin dudas tendrá un rol determinante en la disputa del próximo 29 de noviembre, radica en su contexto histórico y geopolítico. Las tensiones comenzaron ya en 1953, luego del apoyo brindado por la agencia de inteligencia estadounidense (CIA) al golpe de estado que derrocó al primer gobierno elegido democráticamente en Irán.


Hasta entonces, ambos países tenían una relación de amistad que se vio interrumpida tras la elección de Mohamed Mossadegh como primer ministro iraní. Mossadegh había intentado auditar los documentos de la Anglo-Iranian Oil Company (AIOC), con el fin de limitar el control de la compañía sobre las reservas de petróleo iraníes.​ Ante la negativa de la AIOC a cooperar con el gobierno iraní, el parlamento votó para nacionalizar la industria petrolera de Irán y expulsar a los representantes corporativos extranjeros del país. 


Después de esta votación, Gran Bretaña instigó un boicot mundial al petróleo iraní para presionar económicamente a Irán.​  Juzgando que Mossadegh no era confiable y temiendo la influencia soviética en el país, el primer ministro británico Winston Churchill y la administración Eisenhower decidieron derrocar al gobierno de Irán. Las conclusiones de los funcionarios de inteligencia británicos y las solicitudes del gobierno del Reino Unido fueron fundamentales para iniciar y planificar el golpe. 


Con el éxito del golpe y el derrocamiento de Mossadegh, la CIA instala en el gobierno a la monarquía Pahlavi, conocida como Shah debido al nombre completo del monarca Shah Mohammad Reza Pahlevi. Una vez de vuelta en el poder, el Shah impulsó la creación del servicio secreto iraní al mando del monarca, conocido como SAVAK y con el apoyo logístico de la CIA. El objetivo era controlar a la oposición interna a través de mecanismos extremos, lo cual le valió a este servicio la calificación de uno de los más sanguinarios del mundo. 


La idea de la instalación de un gobierno pro occidental era principalmente salvaguardar los intereses del imperialismo en la región. Para ello, el proyecto del Shah era el de impulsar el desarrollo de una nación con características occidentales, que pudiera modificar en la estructura cuestiones sociales, económicas y culturales. 


Según explica el periodista de política internacional Santiago Montag, “El proyecto consistía en una serie de reformas modernizadoras políticas, económicas, sociales y culturales que tendrán enormes repercusiones estructurales para el país para avanzar contra los sectores tradicionalistas y religiosos. (…) El objetivo era conformar una burguesía afín a sus intereses y conquistar base de apoyo entre los trabajadores y campesinos, al tiempo que fortalece lazos con el imperialismo norteamericano comprándole armas y técnicos militares a quienes les daría inmunidad diplomática.”


Bajo esa lógica de transformación estructural cuyo ejemplo era Estados Unidos, era necesario el combate incisivo a los focos de resistencia al régimen, los cuales comenzaron a profundizar a partir del golpe de estado y de la persecución contra los opositores. 


Esta resistencia aparece principalmente en dos ámbitos clave: los bazares, que eran los establecimientos donde los trabajadores informales se reunían para trabajar, practicar su fé y socializar, y las mezquitas, donde comenzó a divulgarse el discurso de Ruhola Jomeini. Esta sería una figura clave en este proceso, quien desde la ciudad de Qom empezó a denunciar las consecuencias para el pueblo iraní y su atodeterminación del vínculo del Shah con el imperialismo norteamericano, dándole a la resistencia un perfil profundamente antiimperialista.


Sólo en agosto de 2013, sesenta años después del golpe de Estado, el gobierno de los Estados Unidos reconoció formalmente su papel en el derrocamiento de Mossadegh al publicar una gran cantidad de documentos gubernamentales previamente clasificados que demuestran que el país estaba a cargo tanto de la planificación como de la ejecución del golpe, incluido el soborno de políticos iraníes, funcionarios de seguridad y oficiales de alto rango del ejército, así como propaganda pro golpista.​ Se cita a la CIA reconociendo que el golpe se llevó a cabo «bajo la dirección de la CIA» y «como un acto de política exterior de los Estados Unidos, concebido y aprobado en los niveles más altos del gobierno».


Con la consolidación del golpe y el apoyo fundamental del imperialismo norteamericano, comienza a ejecutarse en Irán una política de exterminio contra los opositores al régimen. En 1963, ya con Jomeini liderando la resistencia al Shah y a su “revolución blanca”, la monarquía impulsó una represión feroz a las manifestaciones contra la prisión de Jomeini. Se calcula que unas 15 mil personas fueron asesinadas en dicha ocasión durante los tres días de protesta.


El descontento no se debía únicamente a la prisión del líder. El desarrollo económico fomentado por el régimen había causado grandes diferencias de clases en la sociedad: mientras el 42% de la gente de Teherán no tenía una casa y vivía en las barriadas, los sectores acomodados y cercanos al régimen vivían en palacios. A su vez, la intrusión de potencias mundiales en los asuntos internos del país alimentaba la insatisfacción creciente. El modelo de sociedad occidental que prometía progreso a imagen y semejanza de Estados Unidos era, como en todos los rincones donde el imperialismo domina, para beneficio de unos pocos.


Ante la imposibilidad de debilitar a los rebeldes y debido a la popularidad que empieza a adquirir Jomeini, es que debe exiliarse entre Irak y Francia. Sin embargo, la salida de Jomeini del país no apaga la llama revolucionaria, alimentada por una serie de actos de guerra inducidos por Estados Unidos a través de la SAVAK. Según relata el periodista Ryszard Kapuscinski, además de desapariciones y torturas durante el reinado del Shah, la SAVAK tenía métodos que iban desde quemar los párpados de sus víctimas hasta lanzarlos contra planchas de hierro al rojo vivo para quemarlos. Entre los detenidos se destacaban los intelectuales ya que la SAVAK actuaba como una Policía del pensamiento que se encargaban de reprimir de tal modo que era inclusive prohibido tocar músicas en la calle con críticas contra el Shah o la dictadura.


Uno de los hechos más violentos ejecutado por la SAVAK fue en 1977, luego de una serie de manifestaciones que se dieron en varios lugares del país desde el primer día del Ramadán. En el cine Rex en la ciudad de Abadan, se proyectó una película sobre la vida degradada durante los años de la Revolución Blanca llamada The Deer. Durante la proyección, La SAVAK encerró a los 420 espectadores e incendió el cine.


Con el aumento de la violencia por parte de la monarquía también aumenta el sentimiento de repudio al gobierno y a la injerencia estadounidense en el país. A su vez, la profundización de una crisis económica producto de la reducción del precio del petróleo a nivel internacional, el sentimiento antiimperialista y la reivindicación de la identidad cultural iraní como contracara de los valores occidentales impulsados por la monarquía eran las consignas que movilizaron a miles de iraníes contra el Shah. Las huelgas en sectores claves de la economía terminaron debilitando por completo al gobierno y abriendo espacio para la consolidación de la revolución.


Quien retorna a Irán para impulsar esta nueva etapa es Ruhola Jomeini en febrero de 1979, al tiempo que el Shah debe huir del país, siendo acogido por los EEUU bajo el pretexto de brindarle atención médica para tratar su cáncer. En términos geopolíticos, EEUU perdía al que había sido su principal aliado en el Golfo en plena Guerra Fría. Esta pérdida, que sucedida tras la reciente derrota en Vietnam, supuso también una humillación para el gigante americano, quien desde entonces nunca cesó con las hostilidades. La consolidación de la revolución islámica consolidó en el poder a un gobierno con un fuerte discurso anti estadounidense y anti imperialista, lo cual se ha ido reforzando ante los constantes y cada vez más agresivos ataques de Estados Unidos desde 1979 hasta la fecha.


Tras décadas de guerra económica, acciones de terrorismo bélico e informativo así como intentos de desestabilización del gobierno, las tensiones más grandes entre ambos países se vivieron entre 2016 y 2020 durante el gobierno de Donald Trump. La retirada de forma unilateral del pacto nuclear que el país mantenía con Irán junto con las sanciones económicas para debilitar al gobierno iraní profundizaron aún más el sentimiento antiestadounidense. En 2020, el asesinato del general Quassem Soleimani, el segundo hombre más poderoso de Irán luego del lider supremo Alí Jamenei por orden de Trump, fue casi una declaración de guerra para los persas. El presidente iraní Ibrahim Raizi llegó a expresar en el acto en homenaje a Soleimani que “la mano de la venganza saldrá de la manga de la nación musulmana”.


La enemistad de décadas entre Irán y Estados Unidos adquiere especial importancia debido a la crisis social que atraviesa Irán tras la muerte de Mahsa Amini, una joven de 22 años que en septiembre fue detenida por la policía de la moral por negarse a seguir las normas estatales sobre el uso del hijab. La muerte de la joven desató una ola de protestas en el país, las cuales ganaron una gran cobertura por parte de los medios occidentales. Como suele suceder en caso de gobiernos enemigos, el objetivo que esconde la visibilización a gran escala de las protestas es el de debilitar al máximo al gobierno con el fin de abrir las puertas -otra vez- a la instalación de un régimen que le permita al imperialismo una injerencia más directa. 


No es el objetivo de este artículo abordar las características del gobierno iraní, lo cual sin duda requiere una lectura cuidadosa y fundamentada del proceso histórico y político del país -algo que lejos está de hacer la cobertura de los medios occidentales de lo que sucede en Irán-. Lo que se busca es explicar por qué el enfrentamiento entre las selecciones de Estados Unidos e Irán el próximo martes 29 de noviembre adquiere relevancia más allá del fútbol. 


Así como fueron los cuartos de final del Mundial de 1986 donde Argentina enfrentó a Inglaterra todavía con la sangre en la boca de los muertos de la guerra de Malvinas, la disputa entre Irán y Estados Unidos también tendrá como atenuante el peso de décadas de hostigamientos por parte del país norteamericano al pueblo iraní. Durante el partido que se disputará en la última fecha de la fase de grupos de Qatar serán sin dudas todas estas cuestiones las que estarán en juego durante los 90 minutos.


*Ana Dagorret es periodista de política internacional, coautora del Manual breve de Geopolítica y parte del equipo de PIA Global.


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