El caso Astesiano y los desesperados intentos del oficialismo para quitarle importancia

 

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La hipocresía nos mata. El caso del jefe de seguridad del presidente de la República, el señor Alejandro Astesiano, es realmente preocupante a tal punto que lo que originó la investigación, esto es la entrega de pasaportes uruguayos a ciudadanos rusos ya es algo nimio.



Es que Astesiano se valía de todas las posibilidades que tenía para acceder a recursos que excedían las vinculadas con la custodia personal de Luis Lacalle Pou y su familia.
En su celular quedaron explicitadas sus gestiones, su forma de actuar y aquel momento en que se dijo que solo se accedía al 2% del contenido del celular le dio una suerte de respiro a quienes se saben involucrados. Porque no olvidemos que desde un principio el Poder Ejecutivo intentó minimizar el rol de Astesiano en la estructura de la seguridad presidencial, incluso recordemos que en una intervención, más de bufón que de prosecretario de la presidencia, Rodrigo Ferrés atinó a decir que no era el jefe de custodia del presidente.
Nadie le creyó, ni los propios correligionarios.

Pero tenía razón Ferrés, Astesiano no era el jefe de custodia del presidente. Era mucho más. Astesiano arreglaba reuniones. Astesiano conseguía pescado fresco, quien sabe que quiere decir eso. Astesiano actuaba impunemente desde su escritorio, en el piso cuatro de la Torre Ejecutiva, a pocos metros del despacho del presidente. Astesiano actuaba como lo que alguien definió, también para quitarle fuelle a las denuncias: un facilitador, alguien que hacía gauchadas, tanto que usó todos los recursos humanos y tecnológicos que estaban a su alcance para realizar actividades delictivas en provecho propio y de su banda, que vaya uno a saber quién más la componía.

Cuando la fiscal indagó en su despacho de la Torre Ejecutiva había, por ejemplo, registros de cámaras de vigilancia del Ministerio del Interior y copias de legajos policiales O sea, era más que un facilitador.


En cualquier país republicanamente desarrollado este escándalo hubiera provocado la caída del presidente o de un Primer Ministro y de todos cuantos están al tanto de las actividades de quien creímos que era un simple patovica.


El propio presidente y gran parte de la prensa, donde me incluyo, hemos dicho que con el caso ha quedado demostrado que nuestro sistema funciona bien y que el país es fuerte institucionalmente. Lo hemos dicho porque Astesiano fue detenido en la propia casa presidencial tras un pedido realizado por la fiscal actuante en el caso, la doctora Gabriela Fossati.


Pero hoy debo decir, dado el volumen y la entidad de lo que se viene descubriendo día a día que hemos sido muy hipócritas. Nuestro sistema no es fuerte institucionalmente, nuestro sistema parece ser más bien cómplice. Es increíble que en la Torre Ejecutiva no se les mueva un pelo, y lo que buscan es desmentir a los periodistas que investigan el caso, atacarlos, menospreciarlos y acusarlos de ser operadores políticos.


Claro, es muy difícil para ellos entender que lo que hacen los verdaderos periodistas es hacer periodismo, ni más ni menos.


Y son tan verborrágicos y están tan listos para hacer conferencias de prensa que no se les ocurre defender la institucionalidad, ni por asomo. No piensan que este es un caso delicado. Solo piensan en cuidar sus sillones y sus posaderas. El nerviosismo que hay en la torre ejecutiva por esta caja de pandora es mayúsculo toda vez que se abre la canilla de la información sobre los chats del patovica del presidente. Y en las redes sociales la disputa por el relato entre oficialistas y oposición, acerca de lo que representa la indagatoria, cobra ribetes de escándalo.


Mientras tanto, el presidente y sus asesores rezan para que Uruguay siga en Catar por aquello de pan y circo, al tiempo que miran con tranquilidad que el caso Astesiano no los afecta: las encuestas le siguen dando bien.

Como escribió Washington Beltrán en el año 1920: ¡Qué tupé!


Fuente: El Acontecer 

https://elacontecer.com.uy/2022/11/27/el-caso-astesiano-y-los-desesperados-intentosdel-oficialismo-para-quitarle-importancia/


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