Publicado el 24 de octubre de 2018
La derecha uruguaya sigue generando una estrategia para imponer un imaginario colectivo de continuo malestar en la población, cultivando la sensación de inseguridad e indefensión, para luego poder justificar cualquier tipo de intervención externa: diplomática, política, de inteligencia, militar, ante la dificultad en desalojar al centroizquierdista Frente Amplio del gobierno.
La derecha uruguaya sigue generando una estrategia para imponer un imaginario colectivo de continuo malestar en la población, cultivando la sensación de inseguridad e indefensión, para luego poder justificar cualquier tipo de intervención externa: diplomática, política, de inteligencia, militar, ante la dificultad en desalojar al centroizquierdista Frente Amplio del gobierno.
Ahora trató de reiventar el fantasma del terrorismo, con una especie
que señala que al fiscal argentino Alberto Nisman lo mató una célula
iraní de Hezbollah, con contactos en Venezuela, con base en la Triple
Frontera (Brasil Argentina y Paraguay) y Uruguay (en Montevideo), según
los servicios de inteligencia estadounidenses. ¿Será un personaje del
humorista argentino Peter Capusotto o una mala serie de Netflix, que
intenta ser compleja y termina siendo un culebrón mal contado? Pues no,
nada de eso: es la declaración de Graciela Bianchi, una diputada
uruguaya.

De estas declaraciones se desprenden algunas preguntas: ¿Por qué los
servicios de inteligencia de EU le brindan información a una diputada de
la oposición de un país donde no se perpetró el asesinato?, ¿desde
cuándo tiene esa información?, ¿por qué la presentó en los medios antes
que ante la justicia? Sin duda, la especie tenía su cometido: insuflar
inseguridad en la población.
Pero ¿quién es Graciela Bianchi? Diputada del parlamento, se ha
erigido a sí misma como la defensora de la República. Exfrenteamplista,
conocida por su tono prepotente y resentido, recaló en las filas del
hererrismo en el Partido Nacional hace algunos años. Su papel, tanto en
el parlamento en redes sociales, así como también en declaraciones
públicas, ha sido vergonzoso.

Pero
esto no es solo un delirio ni un “espectáculo” político. Es una
estrategia de generar un continuo malestar en la población. Cultivar la
sensación de indefensión, para luego poder justificar cualquier tipo de
intervención: diplomática, política, de inteligencia, militar, etc.
De esta manera el Estado de excepción se vuelve la regla. Bianchi
derrapó atrozmente y ya la cúpula de su partido le soltó la mano. El daño ya está hecho y parece que surgen conspiraciones terroristas
en el seno de la sociedad uruguaya. Pero Bianchi no está sola, la
derecha en Uruguay tiene un abanico de opciones para derrotar al Frente
Amplio.
Pasen y vean:
-Verónica
Alonso (Partido Nacional), quien junto a pastores evangélicos y
fanáticos religiosos asociados a movimientos continentales se posicionan
contra “la ideología de género” y a favor de un solo tipo de familia
convencional.
-Carlos Iafigliola (Partido Nacional), conservador en lo social que
quiere echar por tierra la Ley de interrupción voluntaria de embarazo,
entre otras.
–Jorge Larrañaga (Partido Nacional) y su campaña
“vivir sin miedo” para sacar militares a la calle. Pero el mismo
Larrañaga ha manifestado que él no vive con miedo.
-Edgardo Novick (Partido de la Gente) empresario que paga salarios de
hambre en sus tiendas comerciales. Es un antimujiquista y su campaña la
sostiene su fortuna ya que carece de ideas.
-Ernesto Talvi (Partido Colorado), asociado internacional capitalista
de la Red Atlas. Un visionario que a fines del siglo XX dio buenos
augurios sobre la situación económica del Uruguay; tres años después el
laís padeció la peor crisis de su historia. La Red Atlas acaba de
desembarcar con nombre y apellido en Uruguay a través del movimiento
encabezado por la guatemalteca, Gloria Álvarez, Acción Republicana.

Para cerrar, afirmó que el ultraderechista candidato a la presidencia
de Brasil le merece su respeto.”Hay que ser tolerantes con Bolsonaro”,
dijo, tan tolerantes como Silva Valiente lo es con las políticas de
género que no le gustan.
Embriagados de coyuntura.
Así está el panorama, Nos asustan y nos abruman los Bolsonaro, los
Trump, que parecen seres salidos de otra realidad, de una ficción.
Quedamos en shock ante lo obsceno y burdo de algunas declaraciones, pero
no advertimos las pequeñas muestras cotidianas que nos deja la
reacción; el taxista que pide pena de muerte, el compañero de trabajo
que quiere que eliminen a los sindicatos, el jefe que acosa a una
colega, el vecino que quiere que maten a los indigentes.
Todas estas pistas nos conducen a la bestia, pero caminamos con la cabeza gacha, matizando
y relativizando un sentido común fascista, hasta que se escucha el
golpeteo en su pecho. Como dice el pensador portugués Boaventura de
Sousa Santos, vivimos en sociedades políticamente democráticas y
socialmente fascistas; y eso viene en ascenso.
Uruguay no será una excepción de lo que ocurre en la región. La
estrategia es continental, desde hace décadas se viene gestando y es
orquestada desde el norte. Uruguay no es una potencia mundial, pero el
interés que despierta en los planes imperialistas, demuestra que cada
territorio se debe disputar y que el enemigo es implacable.
El mundo de unos pocos donde la desigualdad y la miseria serán cada
vez mayores, contra un mundo donde quepamos las grandes mayorías. Y allí
se visualizará claramente quienes luchan con y para el pueblo.
Los partidos políticos podrán dejar de existir, los Estados-nación
también. Las formas y las disputas coyunturales pueden mutar. Pero hasta
que no arranquemos de raíz este sistema, la disputa será siempre de los
de abajo contra los de arriba. “Si las barbas de tu vecino ves arder…,
organízate y al fascismo haz de barrer”, responden los universitarios
uruguayos.
* Estudiante de Licenciatura en Psicología, Universidad de la
República, Uruguay. Analista asociado al Centro Latinoamericano de
Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
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