Por Gonzalo Armua
El discurso de Javier Milei en el Foro Económico Mundial de Davos es una pieza que merece ser analizada con detenimiento, no solo por su contenido, sino también por lo que representa dentro del espectro ideológico y político que busca consolidar. Es evidente que este discurso no sólo reafirma un conservadurismo de mercado extremo, sino que también se inserta en una matriz hipercolonial que perpetúa desigualdades y subordinaciones en el orden global.
La ideología del mercado como dogma
Milei se presenta como el apóstol de un capitalismo desregulado, donde el mercado no solo es el motor de la economía, sino también el único juez de las relaciones humanas. En su discurso, ataca con vehemencia lo que denomina “ideología woke”, el ambientalismo, a los “zurdos” y otras corrientes críticas del sistema, que son retratadas como un “cáncer” que “distorsiona” los valores occidentales.
Pero el mandatario omite que las luchas sociales no son caprichos ideológicos, sino expresiones históricas de resistencia frente a un sistema que ha concentrado riqueza y poder a costa de la explotación de personas y bienes comunes. El presidente reduce complejidades sociales a simplificaciones peligrosas, ignorando que las luchas por la justicia climática y social son movimientos que cuestionan a las estructuras de poder –incluyendo el capitalismo– que perpetúan y reproducen desigualdades. Para el líder argentino, cualquier crítica al mercado es un anatema, lo que revela un desconocimiento profundo de los procesos históricos y sociales que configuran nuestra realidad.
Colonialismo ideológico y subordinación cultural
El carácter hiper colonial del discurso radica en su permanente subordinación a las narrativas e intereses del Norte Global. Su defensa de Elon Musk como un “pionero maravilloso” y su alianza con figuras como Donald Trump, Giorgia Meloni y Benjamín Netanyahu demuestran que su proyecto político sólo reproduce una visión que celebra a las élites globales y desestima las necesidades y luchas de los pueblos de la periferia.
Esta subordinación contrasta marcadamente con los conservadurismos nacionalistas de los países del Norte Global. Mientras estos últimos utilizan discursos imperialistas y xenófobos para reforzar sus intereses geopolíticos y proteger su hegemonía económica, el conservadurismo de mercado colonial, como el promovido por Milei actúa como una extensión funcional de este orden. Se posiciona como una herramienta de saqueo económico y alineamiento ideológico que perpetúa la dependencia de los países periféricos. Y lo peor, es que lo hace con alegría, cual mono de circo frente a los aplausos de los espectadores.
Ambas formas de conservadurismo representan las dos caras de una misma moneda: mientras el Norte Global refuerza sus posiciones hegemónicas con discursos de exclusión, los líderes de la periferia adoptan modelos que reproducen esas dinámicas de subordinación. Este juego de espejos no es casual, es estructural. Consolida una jerarquía internacional que beneficia exclusivamente al centro del sistema global.
También se abre otro debate entre quienes ven en Milei la expresión de la decadencia de un sistema que todavía puede rescatarse por su eficiencia en la producción y distribución de bienes, servicios y derechos. En este relato, Milei iría contra los verdaderos valores occidentales. Pero vale la pena recordar que los mejores años del capitalismo en términos de distribución de riqueza y ampliación de derechos no surgieron de forma espontánea, sino bajo la presión de la competencia con el bloque socialista después de la Segunda Guerra Mundial. Sin la existencia del comunismo como alternativa real, el capitalismo no tiene incentivos para generar bienestar. Fue esta pugna la que obligó a las potencias del Norte a ceder en ciertas demandas sociales y económicas que mejoraron las condiciones de vida de sus poblaciones y así desarrollar Estados de Bienestar. Esto demuestra que el capitalismo, por sí solo, no genera equidad ni justicia.
Provocación estratégica como herramienta política
El discurso del “libertario” también puede interpretarse como una forma de provocación estratégica, un recurso utilizado para polarizar el debate público y consolidar su base política. Al atacar con virulencia movimientos y luchas consideradas progresistas o emancipadoras, busca desviar el foco de las críticas estructurales hacia su gestión. Esta estrategia busca reforzar un discurso que consolida alianzas con sectores conservadores a nivel global que comparten su ideología de mercado, que lo ven como uno de los propios liderando un estado con bienes y ubicación estratégica para su saqueo.
La provocación también actúa como un mecanismo para posicionarse como un «outsider» del establishment político, aunque en realidad reproduce y refuerza las lógicas dominantes del capitalismo global. Este doble juego le permite captar atención mediática y establecer una narrativa donde cualquier oposición a su discurso es interpretada como parte de una «conspiración ideológica» en su contra. Su ataque contra el “wokismo enfermizo”, es parte de una narrativa que deslegitima las luchas sociales contemporáneas como si fuesen el principal problema mundial.
Su propuesta de formar un frente común con Trump, Meloni y Netanyahu no es más que una reproducción de la subordinación histórica de América Latina a los intereses del Norte Global. Esta alianza refuerza una lógica de dependencia que perpetúa las estructuras coloniales en el sistema internacional, que se puede rastrear hasta la conquista de América. La ausencia de referencias a los problemas específicos de América Latina en su discurso también es reveladora. Mientras el líder argentino habla de “ideologías peligrosas”, ignora las cuestiones estructurales que afectan a nuestra región: la desigualdad, la pobreza, el extractivismo y la deuda externa. Esta omisión no es casual; es el reflejo de una visión política busca consolidar un modelo que beneficia a las élites.
La economía como excusa para la deshumanización
En el centro del discurso de Milei está la idea de que el mercado es la solución a todos los problemas. Como si el mercado fuese un espacio neutral, y no un campo de disputa donde se perpetúan desigualdades estructurales, donde siempre ganan los más poderosos, que por lo general son los más sanguinarios y herederos de sus padres, muchos de ellos millonarios gracias a contratos con el Estado. La desregulación que defiende no es otra cosa que la renuncia del Estado a su responsabilidad social de proteger a los sectores más vulnerables. Lo que defiende en el fondo es un “capitalismo gore” que es libre de engullir todo a su paso.
El discurso de Davos no es solo una declaración de principios, sino también una hoja de ruta para un proyecto político que combina el conservadurismo de mercado más extremo con una lógica hiper colonial actualizada a estos tiempos de redes sociales como X. Este proyecto además de ser regresivo, es peligroso.
América Latina necesita liderazgos que no solo desafíen el orden global, sino que también sean capaces de construir una visión soberana y emancipatoria. Milei lejos de representar esta posibilidad, se inscribe en una tradición que subordina nuestros pueblos a los intereses coloniales y del mercado global.
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