Neoliberalismo, Psicología(s) y subjetividad post pandémica

Nicolás Centurión 




La palabra farmacia viene de pharmakos, que era el nombre que daban los griegos a las víctimas humanas de los sacrificios ofrendados a los dioses en tiempos de crisis.

 La enseñanza del miedo.

 Eduardo Galeano. 

La incertidumbre es el denominador común de esta era posmoderna. Las certezas que ayer parecían fortalezas, hoy se desgranan con el devenir de los cambios sociales, políticos y culturales. Los metarrelatos que ayer aunaban a miles de millones en todo el mundo parecen haber sido reemplazados por utopías de corto alcance, con sueños que ya vienen con fecha de vencimiento y horizontes con obsolescencia programada. 

Los marcos que estructuraron las verdades incuestionables van cediendo en sus escuadras y permiten cambios. Para algunos esto implica una posibilidad de cambio, para otros un miedo a lo desconocido y resistencia a lo novedoso. 

Es necesario hacer un breve racconto de dónde venimos para ver dónde estamos y aventurar hacia dónde podemos ir. 

El siglo XIX fue denominado por el historiador británico Eric Hobsbawm como el siglo corto, desde 1914 con el inicio de la Primera Guerra Mundial hasta 1991 con la disolución de la URSS. Este hecho significó posicionar a Estados Unidos como potencia mundial hegemónica y configurar un mundo unipolar. 

Francis Fukuyama, asesor de George W. Bush, sentenció “el fin de la historia y del hombre”. Estas palabras fueron la premisa para coronar a Estados Unidos in aeternum como potencia mundial. Pero la realidad trae aparejada consigo muchos movimientos y cambios. En su propio “patio trasero” se desarrollaron sucesos que pusieron en tela de juicio el unipolarismo. El caracazo en Venezuela, el alzamiento de los Zapatistas en Chiapas, México; los levantamientos en el Río de la Plata debido a la crisis económicopolítica, la guerra del gas y el agua en Bolivia, entre otros. La historia seguía pariendo revoluciones, revueltas, guerras, conflictos y, justamente, estaba viva. 

Es interesante la cita de Fukuyama intentando poblar la subjetividad mundial con su discurso, de un determinismo y una clausura histórica que a las claras es absurdo. Esta frase es prima hermana del “No hay alternativa” de la primer ministra británica Margaret Thatcher y forma parte de un arsenal de axiomas que instalan una narrativa y una visión del mundo neoliberal. 

Eric Hobsbawm en su libro “Historia del siglo XX” resume las etapas del capitalismo en tres. La primera de libre comercio en el siglo XIX, la segunda de imperialismo clásico a principios del siglo XX y una tercera de posguerra con mayor regulación estatal. El neoliberalismo, podemos asegurar, es una cuarta etapa de este capitalismo en descomposición como bien expresa el profesor en Historia de la Universidad de Buenos Aires, Nicolás Íñigo Carrera 

¿Esta pandemia conjugada con la crisis económica, política y social a escala global es la apertura de una quinta fase del capitalismo? ¿O estamos entrando en una fase post-capitalista? ¿Cuáles serán las estrategias de salvataje del propio sistema? Retomando a Íñigo Carrera, descomposición no es caída ni desaparición, puede durar décadas y décadas… 

Antes que haya finalizado la primera década del siglo XXI, precisamente en el 2008, se desarrolló la crisis de las subprime y la burbuja inmobiliaria. Un hecho significativo de la misma fue la quiebra del banco Lehman Brothers. Los hacedores de las crisis, como ha sucedido a lo largo de la historia, socializan las pérdidas y privatizan las ganancias. 

Las clases populares fueron las que más sufrieron el impacto. Este sistema tiene dos vías, de abajo hacia arriba para transferir los recursos de las mayorías a ese 1% que posee más riqueza que el 50% de la población mundial, explicado por el informe OXFAM de 2017. La otra vía es de arriba hacia abajo donde se hace pagarle a las mayorías las pérdidas de los grandes capitales. Un ejemplo de ello es cuando las deudas del sector privado se las transfieren al sector público. 

En ese 2008-2009 el salvataje a los bancos fue hecho más que con celeridad. Los bancos por encima de la vida, el sistema financiero especulador en el centro de este sistema. Lo humano, lo humano puede esperar. 

Un antecedente de este proceder sucedió cuando JP Morgan Chase se negó en más de una ocasión a ceñirse a las leyes de antiblanqueo de capitales en Estados Unidos. Este país a su vez se negó a llevar a juicio al HSBC y así lo justificó el ayudante del fiscal general Lanny A. Bauer: “si las autoridades estadounidenses hubiesen decidido presentar cargos criminales, HSBC habría perdido su licencia bancaria en Estados Unidos casi con toda seguridad, el futuro de la institución se habría visto amenazado y todo el sistema bancario se habría desestabilizado”. 

En 2012 se creó el Consejo de Riesgo Sistémico para evitar una crisis a la del 2008, pero los coletazos de esta golpearon en el 2013 y a fines de 2019 la misma era inminente. Coincidentemente a principios del 2020, una pandemia sin precedentes en estos tiempos modernos tuvo lugar. Además del contexto económico-financiero, el motor de la historia seguía terco funcionando. El eje gravitacional mundial se iba corriendo lentamente y posicionándose del otro lado del océano Pacífico, precisamente en China. 

El ascenso de este país como potencia mundial era visible desde hace varios años. Incluso en el debate Arrighi-Wallerstein, el primero aventuraba el camino del gigante asiático en tiempos en que la frase de Fukuyama era incuestionable prácticamente. 

Varios analistas tienen opiniones encontradas: que la pandemia de Covid-19 es una tapadera de la verdadera crisis, que la crisis se dio a raíz del Covid-19. Lo cierto es que en setiembre de 2019 se inyectó más de 200 millones de dólares en bancos norteamericanos para su salvataje encubierto. 

Nuevamente los bancos por encima de la vida. El capital ficticio por encima de las personas. Asistimos a una crisis sistémica del capitalismo. Las tribunas y palestras se agolparon de agoreros del fin del mundo y del capitalismo; otros apuntaban a que esta crisis es una más de este sistema y que luego de un tiempo de incertidumbre se tornaría más robusto con una reorganización intra e inter capitalista mejor posicionada. 

Un debate de similar consistencia tuvo lugar entre el filósofo serbio Slavoj Zizek y el filósofo surcoreano-alemán Byung Chul Han. El primero asevera que el virus tumbará al sistema. Así sin más y sin sujeto revolucionario. El segundo que el capitalismo no se va a acabar por esta crisis y en realidad se vería fortalecido y adoptaría la forma de un Estado cuasi mundial policiaco y de extrema vigilancia. 

Apertura/Clausura 

Se suele decir que la crisis es una oportunidad. Pero, ¿oportunidad para quién? Hemos asistido en medio de esta pandemia a los resultados de cifras exorbitantes de ganancias de las grandes empresas transnacionales como por ejemplo Amazon al mando de Jeff Bezos. Mientras las economías de los países entran en recesión, los grandes capitales siguen apropiándose de más y más riqueza. Entonces la oportunidad de esta pandemia para este tipo de empresas ha sido sumamente aprovechada. Para la clase trabajadora ha sido en detrimento. Los que estaban al borde del abismo se terminaron de caer, el ejército de reserva engrosó sus filas y los que ya estaban en el abismo... 

Para las organizaciones sociales más que una oportunidad, el contexto en el que estamos y el futuro que se aproxima, se convierte en un imperativo de estirar los márgenes de la imaginación y lo posible. Todo pensamiento dogmático se tambalea cuando a las frases incuestionables se les pone al principio y al final un signo de interrogación. 

La pandemia fue un parteaguas, no es mi tarea aseverar o no, si será un cambio de época recordada por historiadores. Ahora sí, a nivel subjetivo los cambios que se han dado en toda la población son sumamente relevantes. La pandemia quitó velos y desmontó algunos de los mitos que sostienen a esta sociedad. Eso no implica que se hayan removido las estructuras de la misma, pero sí se han puesto en duda y a debate y ese es el inicio del cambio. 

Uno de los velos retirados fue el del individualismo. Primero quedó a las claras que solos no se supera esta situación y que las responsabilidades son colectivas. Los “sálvese quien pueda” a título personal son para una retórica meritocrática que sólo brota en el plano del discurso. Otro velo es el del rol del Estado. Un Estado presente, con políticas sociales y públicas al servicio de la población, sistemas sanitarios con infraestructura y presupuesto decente, más profesionales formados con vocación de servicio, han sido claves. Basta solo con imaginar lo que hubiera sucedido si quedábamos a merced del mercado para sobrevivir esta crisis. 

“La nueva normalidad” a la que nos instauraron, es una normalidad donde el otro, el que no soy yo, es un ser peligroso, un agente contagiante o plausible de ser contagiado por mí. Los miedos 245 se democratizaron y se adicionaron a la otredad que ya era temida y estigmatizada (negros, pobres, mujeres, trans, extranjeros, etc.). 

La distancia sanitaria pasa a ser distancia social y distancia subjetiva. Nos preocupa porque el virus nos puede llegar, como si estuviéramos aislados de los otros; o sufrir un accidente de tránsito (mucho más plausible). Nos reconocemos vulnerables, damos cuenta de nuestra fragilidad. 

La pandemia ha mostrado las dos caras de nuestra humanidad: el otro como parte de nuestra existencia, un otro necesario para subsistir y el otro como un riesgo, un obstáculo, un enemigo a extinguir. Por eso no es coincidencia que simultáneamente surjan brotes de dos líneas que a primera vista parecen distantes pero que tienen una raíz en común y que al final del día desembocan en el mismo puerto. Por un lado, lo que se ha dado en denominar el “Capitalismo Verde”. Simplemente un adjetivo más, de los tantos que se le ha querido endosar al capitalismo para maquillarle el rostro, que por cierto tampoco tiene rostro humano. Más que un adjetivo es un oxímoron. Llamar de “verde” al capitalismo es una mayúscula contradicción. El cambio climático, el efecto invernadero, la extinción de especies, el smog, la devastación de los recursos naturales. Todo eso es el capitalismo (y más), lo menos amigable para la naturaleza y nuestro ecosistema. La supervivencia de la humanidad depende de cambiar de sistema. A raíz de esto reapareció el ecofascismo. Primo hermano del “Capitalismo verde”. El ecofascismo es el fascismo disfrazado de ecologismo, donde se propone que el verdadero virus es el ser humano, contrario a los que proponen desde el campo popular que el verdadero virus es el capitalismo. 

Si seguimos su razonamiento, hay demasiados humanos en el mundo, contaminamos todo, derretimos los polos, extinguimos especies. Es cierto. Pero no es el ser humano per se, sino el modo de producción de este sistema que genera estas consecuencias terribles. 

Si damos por bueno que el ser humano es el virus, entonces hay gente que sobra y que debe morir. Allí la cuestión se empieza a complicar: ¿quién decide quién muere y quién vive? Es un dejar morir y un hacer morir. Una necropolítica como señala el camerunés Achille Mbembe. Se refuerza la xenofobia, el cierre de fronteras, el distanciamiento social, el aislamiento físico y moral. El temor al otro. El otro pasa a ser un agente contagiante y contagiado. Y uno mismo también. Todos pasan a ser potenciales enemigos. 

¿Qué tiene para decir la psicología o las psicologías? 

Si le preguntamos a cualquier transeúnte sobre qué profesiones considera para analizar el mundo, la psicología no entraría entre las diez primeras. Esto no es un reclamo ni un intento de victimización, esto muestra a las claras por qué la psicología no está contemplada como disciplina que pueda comprender los fenómenos geopolíticos y sociales. Será entonces que sucede esto porque la psicología estuvo muy abocada a los fenómenos intrapsíquicos muchas veces aislados de la realidad, a lo individual, a los análisis epidérmicos de la sociedad y al estudio del individuo y su contexto apenas a un plan social de alcance comunitario y no teniendo en cuenta un sistema económico-político-social y cultural; un proyecto civilizatorio que construye subjetividad y le asigna categorías a los individuos según su productividad y función social. 

Incluso muchas veces la psicología fue cómplice e instrumento de legitimación de este sistema que no tiene al ser humano como centro de sus desvelos. El capitalismo neoliberal no solo concentra poder y se apropia del plusvalor, sino que también de la subjetividad. Determinados valores, el sentido común, etc.

Muchas veces la psicología actúa como agente paliativo del sistema, de la crisis y de sus desigualdades. Otras tantas es mera espectadora de la realidad y su acontecer, de análisis en la epidermis de la sociedad y forma parte poco de su transformación. “la miseria de la psicología latinoamericana hunde sus raíces en una historia de dependencia colonial que no coincide con el colonialismo iberoamericano sino con el neocolonialismo del “garrote y la zanahoria” que nos han impuesto desde hace un siglo. El “garrotazo cultural” que diariamente reciben nuestros pueblos con frecuencia encuentra en la psicología un instrumento más entre otros para moldear las mentes y un valioso aliado para tranquilizar conciencias al explicar las indudables ventajas de la zanahoria modernista y tecnológica.” señala el psicólogo y jesuita Ignacio Martín-Baró. 

¿Dónde se ubica la psicología en un mundo donde el 1% tiene la misma riqueza que la mitad más pobre de este mundo, unos 3.600 millones de seres humanos? ¿Qué mecanismos son los que operan la mente humana para legitimar y validar este mundo desigual? Se ha estudiado mucho esto, la superestructura, el sentido común, la cultura, la hegemonía, los valores, pero la psicología todavía tiene para darle una vuelta de tuerca más a esta temática. 

Byung-Chul Han hace hincapié en que la psicopolítica recurre a un “sistema de dominación que, en lugar de emplear el poder opresor, utiliza un poder seductor, inteligente (smart), que consigue que los hombres se sometan por sí mismos al entramado de dominación”. Entre new age, inmediatez y “sé feliz cueste lo que cueste” es que vamos transitando por esta época del capitalismo del desastre como dice Naomi Klein. “La industria de la felicidad”, escrito por el economista y sociólogo William Davies nos muestra cómo la industria pone como imperativo la “felicidad” de los consumidores para que no nos preocupemos por temas políticos, sociales, comunitarios, etc. 

Este Capitalismo emocional al decir de Eva Illouz que apela a procesos identificatorios cada vez más primitivos, (cualquier similitud con líderes de derecha y sobretodo de extrema derecha son pura coincidencia) nos sumerge en una realidad de dientes amarfilados, rostros plenos, postales y paisajes que distan mucho de la realidad que simplemente asoma si lo intentamos; por detrás de la pantalla de nuestro dispositivo electrónico preferido. 

Así vivimos, de sobredosis de fármacos y anestesiados en el alma y la conciencia con frases placebo que suenan muy lindas, pero que están hechas para los que comemos 3 veces al día, nos angustiamos porque Netflix anda lento o nos volvemos locos por si hay descuentos en alguna tienda. 

La empatía reposa en una linda imagen de Instagram. La solidaridad cabe en 140 caracteres de Twitter. La conciencia yace en un posteo sesudo en Facebook donde dice lo que le hubiéramos dicho al patrón cara a cara hace unas horas. 

Para ser y estar en este mundo, pero de manera pasiva, siguiendo a Pichon Riviere, no se necesita más que consumir y estar a la moda. Vacuos de toda reflexión y crítica incómoda. Porque eso pesa, molesta, genera compromiso y una acción. Porque deconstruir al mundo, desentrañar sus mecanismos para volverlo a armar de otra manera es desarmarse a uno mismo y volver a reconstruirse. 

Si pretendemos una Psicología de la Liberación primero hay que liberar a la Psicología, parafraseando a Martín-Baró. “Se trata de hacer verdaderas aquellas realidades políticas que constituyen el horizonte de los pueblos latinoamericanos. Se trata de convertir la afirmación de la alienación de las mayorías en un momento dialéctico que sea negado por la verificación liberadora, es decir, en contribuir a que se «verifique», a que se haga realidad y verdad el proceso de liberación de esas mayorías.” 



Referencias Bibliográficas 

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Cadernos de Estudos Escola Nacional Florestan Fernandes (2012) – Gramsci e a formacao política. Ed. Coletivo Pedagogico da Escola Nacional Florestan Fernandes. 

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Galeano E. (1998) Patas arriba. La escuela del mundo al revés. Ed. Del chanchito. 

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Klein N. (2007) La doctrina del shock: El auge del capitalismo del desastre. Ed. Paidós. 

Martín Baró I. (1991) El método en la psicología política. Ed.Anthropos 

Martín Baró I. (2006) Hacia una psicología de la liberación. Psicología sin fronteras: revista electrónica de intervención psicosocial y psicología comunitaria. 

Mbembe A. (2011) Necropolítica. Sobre el gobierno privado directo. Ed. Melusina. 

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Toussaint E. (2017) Sistema Deuda. Historia de las deudas soberanas y su repudio. Ed. Icaria.


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