Por Nicolás Sampedro
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Este 12 de octubre se conmemoró, mas no “celebró”, el desembarco de Cristóbal Colon en la Isla de Guanahaní (hoy Bahamas). Sería el comienzo de la invasión europea sobre Nuestra América. Algo similar a lo que habían hecho en Al-Ándalus. Genocidios expansionistas similares a los que posteriormente realizarían los británicos en Norte América o Asia; o al que llevaron adelante las potencias europeas en África; y que desde 1948 llevan adelante los sionistas en Asia Occidental, fundamentalmente en Palestina.
La teoría decolonial que pensaron y promovieron grandes pensadores como Enrique Dussel, señala que es “la modernidad” (mas no sólo el capitalismo) el orden civilizatorio occidental que se impuso a nivel mundial, fundamentalmente desde la invasión a Abya Yala en 1492. Capitalismo como sistema de ordenamiento económico y de clases, patriarcado de la cristiandad como sistema de ordenamiento de género, el racismo como sistema de ordenamiento y dominación de Europa por sobre el resto, y el dualismo cartesiano como sistema de ordenamiento antropocéntrico en el que lo humano está escindido de lo “natural”.
Si bien esta definición es simplificada y a mero efecto descriptivo (Grosfoguel afirma que hay más de 15 formas de dominación que se entremezclan), nos sirve para comprender algunos elementos de las disputas intestinas que se están viviendo en la actualidad: Hoy la disputa global es civilizatoria. Son las civilizaciones históricamente oprimidas, ninguneadas, pisoteadas y subalternizadas, las que están disputando al Occidente Colectivo la forma en la que el mundo se ordena. Es el grito cada vez más aturdidor (para Occidente) de: ¡Ya basta!
Y posiblemente de aquí a que finalice el año, estemos en un tiempo bisagra en esta disputa, fundamentalmente porque hay dos hechos por demás significativos que pueden tercer el rumbo de la historia venidera: La cumbre de los BRICS en Kazán a finales de octubre y las elecciones presidenciales en los EEUU. Nada de lo que sucede en el mundo hoy está escindido de estos acontecimientos.
La guerra entre la OTAN y Rusia en Ucrania no es otra cosa que una disputa civilizatoria. Es Rusia plantando cara a Occidente, al igual que pasó en Siria en el año 2014. La diferencia es que es en territorio europeo, a la veda de sus fronteras. Espacio vital que no permitirá que termine de caer en las garras de la OTAN, pese a toda la narrativa propagandística y a la aparentemente última gira del comediante usurpador, quien realizó una visita a las principales potencias atlantistas, intentando vender a sus interlocutores su “Plan para la Victoria” o “Fórmula para la Paz”; algo que ya había realizado tanto con el republicano Donald Trump, como con los Demócratas, Biden y Harris.
Esta gira representa la muestra cabal de que Occidente y su payasito cómico perdieron la guerra y empiezan a preparar las condiciones para asumirlo sin asumirlo, al menos discursivamente. Ya en Europa casi nadie cree lo que dice el usurpador quien les ha succionado millones de millones para alimentar la corruptela neonazi, hoy reinante en Kiev.
Ejemplos de sus consecuencias hay de sobras, pero quizás el más concreto es la derrota de las distintas expresiones de la socialdemocracia europea (últimos ejemplos las de Alemania y Francia) a manos de lo que la prensa occidental llama “extremas derechas” o “extremas izquierdas”. Término anquilosado y arcaico que ya no alcanzan para explicar el mundo actual. Pueblos que ven cómo se deterioran sus condiciones de vida mientras sus gobiernos financian una guerra a pedido de los EEUU.
Se saben derrotados y mágicamente, mientras empiezan a reconocer su derrota, estalla la escalada reciente en Asia Occidental, con un sionismo potenciado por más de un año de genocidio ante la mirada cómplice de todo ese Occidente Colectivo. Un Bibi Netanyahu (que en realidad es de familia jázara y de apellido Mileikowsky), dispuesto a incendiar esa región bajo la premisa talmúdica de la construcción del Gran Israel.
Y ahí encontramos otro choque civilizatorio: Islam vs sionismo. Porque no confundamos, no es una disputa entre judíos y árabes, hay miles de judíos a lo largo y ancho del globo que denuncian las atrocidades que se están cometiendo en Gaza, Cisjordania o Beirut a manos del sionismo.
Un genocidio expansivo israelí que Alfredo Jalife señala como una estrategia de “Domicidio“: Borrar la identidad de un barrio, de los ciudadanos que la habitan. Literalmente es crear caos y eliminar o exfoliar el sentido de sociedad, de convivencia y pertenencia a una territorialidad. Precisamente por eso, los ataques sionistas son contra población civil y ya generaron el desplazamiento forzado de más de 1,5 millones de libaneses del sur de Beirut hacia Siria. El famoso “daño colateral” no existe, es lo que buscan: una limpieza étnica, lo cual viola flagrantemente las leyes internacionales. Leyes que nunca respetaron, incluso desde antes de 1948.
Aunque, para pesadilla del psicopatológico talmúdico, según el ex agente del MI6 y ex diplomático británico, Alastair Crooke, más del 90% militar de Hezbollah está intacto. Éste, además, no descarta la posibilidad de que esta organización del Eje de la Resistencia (en Asia Occidental) tenga misiles hipersónicos, que estarían guardando para el momento oportuno, algo que rompe con la propaganda anglo sionista de que “acabaron” con Hezbollah luego de asesinar a su Secretario General, Hassan Nasralla.
La pregunta que medio mundo se hizo esta semana fue ¿Cuál sería la respuesta israelí a la lluvia de misiles lanzados desde Irán como represalia por el asesinato de Nasrallah, Haniya y Nilforoushan? Misiles que dejaron en ridículo al supuestamente infranqueable sistema “Cúpula de Hierro”. Las bravatas vomitadas por el premier Netanyahu y su ministro de Defensa, Yoav Galant, al menos por ahora, quedaron en eso.
Pongamos sobre la mesa algunas diferencias que complejizan la lectura, pero aclaran el panorama: Irán reconoce el tratado de no proliferación de armas nucleares, Israel no; Irán reconoce y acepta la inspección de la Agencia de Energía Atómica, cuya sede está en Viena, Israel no. Israel no dice oficialmente cuantas bombas tienen, y si bien la prensa occidental dice que tiene 150, analistas y especialistas en la materia sostienen que tiene más de 500 bombas.
Mucho se especuló con un supuesto ataque a instalaciones nucleares o de hidrocarburos iraníes, lo cual para varios expertos en la materia sería prácticamente imposible. Bulletin of the Atomic Scientist (de EEUU) sostiene que estamos a milisegundos de un Armagedón (léase guerra nuclear). Sostienen que, si Israel ataca las instalaciones nucleares de Irán, difícilmente podría destruirlas y generaría lo opuesto: que Irán defina adquirir (comprar) o producir, efectivamente, bombas nucleares. Según afirman, para Israel, la única forma de evitar que Irán obtenga la bomba nuclear sería ocupando el país en forma indefinida, cosa que el sionismo no puede ni quiere hacer.
En este contexto al parecer Biden dijo a Netanyahu que si estuviese en sus zapatos también se privaría de atacar campos petroleros. Las monarquías del golfo habrían dicho a la administración norteamericana que no acompañarían tal cosa y que no permitirían el uso de sus espacios aéreos para que Israel ataque Irán.
Según el analista geopolítico brasileño, Pepe Escobar, de producirse un golpe a la infraestructura hidrocarburífera iraní -y la consecuente respuesta de Irán, pagando con la misma moneda- podría elevar el precio del barril de petróleo a 200/300 dólares, lo cual generaría un descalabro inflacionario global, cosa que EEUU no puede permitir que suceda a menos de un mes de las elecciones, ya que ese escenario sería el acabose para las aspiraciones demócratas.
Además, en caso de que Irán considere el ataque israelí como una “respuesta excesiva”, inmediatamente podría cerrar el Estrecho de Hormuz, el famos “Chek Point”, por donde circula un 20% de las exportaciones de petróleo del mundo, con lo cual la ecuación vuelve a ser de descalabro inflacionario global.
Sin embargo, un escenario represalia sobre el sistema nuclear o hidrocarburíefero iraní parece no ser una opción real. Por ese motivo, están promoviendo un cambio de régimen al intentar construir un Guaidó 2.0 iraní con el descendiente del Reza Pahlavi.
En este contexto y en el marco del Foro “Interconexión de los tiempos y las civilizaciones: base para la paz y el desarrollo”, el presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo iraní, Masud Pezeshkián, mantuvieron una reunión bilateral en Asjabad, capital de Turkmenistán. Un claro mensaje de Putin a Occidente: Irán es una línea roja que nadie debería cruzar.
Como se puede observar, en EEUU tampoco conviene una escalada incontrolable en el conflicto entre el sionismo y sus vecinos, pese a que las administraciones norteamericanas siempre lod financiaron, acompañaron y respaldaron. Las consecuencias pueden ser devastadoras, sobre todo si se tiene en cuenta que Kámala Harris sigue cayendo en las encuestas en los famosos “swing states”.
Pese a ser la campaña que día a día sigue batiendo records de recaudación (la actual vice sobrepasó los 1.000 millones de dólares en donaciones en menos de 3 meses) recientemente se conoció un sondeo publicado por la Universidad Quinnipiac que muestra a la candidata demócrata detrás del republicano Donald Trump en Michigan (50 – 47%) y Wisconsin (48 – 46%). Esto da cuentas que por más dinero que pongas, la candidata del 3% lo tiene difícil.
Estamos a sólo diez días de la cumbre de Kazán, a 24 días de las elecciones en EEUU y a 80 días de la asunción de quien gane esa contienda y se convierta en el próximo mandatario norteamericano. En este contexto y sin que hayan aparecido las famosas “sorpresas de octubre” nada puede descartarse. Lo que es seguro es que, si se ven amenazados, no tienen límites.
Nicolás Sampedro
Prefiero escuchar antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.
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