En el campo de batalla de la Guerra Cognitiva

Por Gonzalo Armua


En este artículo nos presenta las características de la “guerra cognitiva”, las estrategias desplegadas por Javier Milei y sus consecuencias.



La guerra cognitiva ha emergido como una de las formas más insidiosas del conflicto en el siglo XXI. A diferencia de las guerras tradicionales, la guerra cognitiva no busca controlar territorios o recursos físicos, sino la mente de los individuos. En su artículo “Cognitive Warfare: A Battle for the Mind,” Francoise Du Cluzel analiza cómo funciona esta nueva forma de conflicto que se enfoca en la manipulación de las percepciones y las emociones y que a través de las herramientas propias de la era digital afecta e influye en las decisiones y comportamientos de las personas.


Para Du Cluzel, que es un estratega militar francés y colaborador de la OTAN, esta nueva dimensión bélica se distingue de la guerra psicológica clásica al aprovechar el vasto alcance de las redes sociales, la inteligencia artificial y los algoritmos. En este nuevo campo de batalla, las emociones humanas se convierten en el objetivo principal, y los actores políticos o económicos que controlan las redes sociales, los algoritmos y la circulación de la información son quienes están en una condición privilegiada para moldear la realidad y ganar este nuevo tipo de guerra.


Se podría decir que tanto Milei como sus militantes de las redes están librando “una batalla cultural” que se asemeja bastante a lo que los teóricos militares de la OTAN vienen desarrollando desde hace algunos años. Desde esta perspectiva su triunfo político no es solamente una respuesta a la frustración de la ciudadanía argentina, sino que además es el resultado de una estrategia llevada adelante para manipular el sentido, las percepciones y las experiencias públicas. Milei ha sido sumamente eficaz para reconocer aspectos vulnerables de la sociedad argentina y construir un discurso que diera respuestas imaginarias a estas debilidades. Sin embargo, al analizar su figura y sus narrativas a través del lente de la guerra cognitiva queda claro que su ascenso y sostenimiento es parte de un proceso más amplio de manipulación y control social.


¿Qué es la Guerra Cognitiva?


En la guerra cognitiva la información no se utiliza solamente para influir en la opinión pública, sino que es fundamental para debilitar la capacidad de las personas para discernir la verdad. En esta guerra la acción se centra en la «dominación de las emociones» y la «desestabilización de la percepción de la realidad». Por tanto el objetivo no es solo convencer al adversario, sino confundirlo y erosionar su capacidad para tomar decisiones racionales. Y entiéndase que el enemigo no es un ejército sino la población civil a dominar. Para esto se utilizan las tecnologías avanzadas, como la inteligencia artificial y los algoritmos, que permiten una personalización masiva de la información. O sea  que los mensajes pueden ser diseñados para atacar las vulnerabilidades específicas de cada individuo o grupo social en lugar de una propaganda uniforme y general.


Entonces, esta nueva dimensión bélica no busca tanto crear nuevas creencias, sino reforzar las existentes y profundizar las divisiones sociales. Este objetivo es particularmente efectivo en un momento histórico donde las redes sociales y los medios de comunicación generan fragmentación social de por sí. Las personas tienden a buscar información que confirme sus prejuicios preexistentes. En este contexto  Javier Milei puede verse como un caso paradigmático: Se presenta como un líder antisistema que promete «libertad» y «destrucción del Estado opresor». pero a la vez oculta las consecuencias de sus políticas que dañan a ese mismo sector. Milei  ha sido hábil en la manipulación de percepciones. Su discurso simplista y provocador ha capturado la atención de una sociedad cansada de, hay que decirlo, privilegios, casos de corrupción y la ineficacia del estado para resolver problemas reales de la población.


La narrativa es clave para el éxito en la guerra cognitiva. La narrativa libertaria se sostiene en una promesa de «liberación» del Estado (el culpable de todos los males), que en realidad implica la desregulación del mercado y la eliminación de las protecciones sociales para los más vulnerables. Al mismo tiempo ,y diariamente, se emplean tácticas de polarización para dividir y enfrentar a la sociedad argentina en polos que corren el foco de las polarizaciones estructurales. De esa forma, el odio se conduce hacia disputas inconducentes: contra los “comunistas” - que puede incluir al foro de Davos o economistas neoliberales que desconfían de las medidas económicas de Milei- , el movimiento feminista y la ampliacion de derechos o a los ambientalistas como enemigos de un supuesto desarrollo, que tampoco esta siendo generado por los libertarios. En lugar de abordar las causas profundas de la crisis argentina (como la concentración de la riqueza, la explotación laboral y la dependencia del capital extranjero), Milei ofrece soluciones fáciles que cualquiera puede comprender pero que, en última instancia, benefician a las élites económicas.


El ataque a la democracia y los desafíos del futuro.


Una de las características más graves de la guerra cognitiva es su capacidad para manipular la voluntad pública de manera tan eficaz que las personas terminan actuando en contra de sus propios intereses. En este sentido la G.C. opera como un elemento fundamental para estabilizar la hegemonía de los sectores dominantes. En el caso de Argentina, el éxito “libertario” ha sido posible gracias a su habilidad para aprovechar el descontento social y canalizarlo para imponer una agenda propia. En este sentido, la retórica de Milei, que demoniza al estado, los partidos democráticos y las organizaciones sociales, es un ataque directo a las bases de la democracia y la justicia social en Argentina. Su discurso polarizador ha profundizado la fractura del tejido social y ha debilitado la capacidad de la sociedad para organizarse en defensa de sus derechos. Enfrentando discursivanente, hasta ahora, a pobres contra pobres, laburantes contra laburantes.  Esto se traduce en en la deslegitimación de las luchas por la justicia económica y social. Los dirigentes del campo popular y las narrativas que promueven la solidaridad y la justicia son constantemente atacados y debilitados por las estrategias de manipulación emocional que buscan desmovilizar a la sociedad y desmantelar las estructuras de resistencia social.


El desafío para el movimiento nacional, popular, humanista es doble. Por un lado, se debe enfrentar a las políticas neoliberales que amenazan con eliminar las conquistas sociales de las últimas décadas. Por otro lado, debe enfrentar y destruir las narrativas anarcoliberales que engañan a la población para que acepte soluciones que solo benefician a una minoría privilegiada. Frente a este panorama, es fundamental llevar adelante una constante y esforzada tarea pedagógica para que la ciudadanía desarrolle la conciencia crítica que le permita reconocer las tácticas de manipulación que están siendo utilizadas para engañarla y perjudicarla. Esto implica no sólo luchar contra las políticas de miseria planificada, sino también construir una narrativa alternativa que ofrezca una verdadera solución a los problemas estructurales de Argentina: una solución basada en la justicia social, la redistribución de la riqueza y el fortalecimiento del estado como garante de los derechos de toda la población. Pero sobretodo identificar a los verdaderos enemigos del pueblo. Esto último no tendrá ninguna posibilidad de interpelación si los enunciadores de ese nuevo proyecto no cumplen en su práctica con lo que pregonan. Porque en la guerra gana no solo el que tiene la mejor estrategia sino el que conozca mejor el terreno y cometa menos errores que el enemigo.


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