Juan Guahán
Cuando estamos llegando a la etapa final de este largo proceso electoral, no dejan de llamar la atención una serie de fenómenos que parecen avanzar a contramano de la lógica política y social. Esta tendencia llega al punto de hacer temer que, además de ir contra la corriente, estemos cerca de cruzar un semáforo en rojo.
Pero ¿de qué se está hablando? En primer lugar, del resultado electoral, el mismo que mandó al tacho de basura de la historia una tradición según la cual era imposible ganar elecciones con el nivel de inflación de nuestro país. El oficialismo acaba de ganar las elecciones de la primera vuelta electoral, llevando como candidato al Ministro de Economía quien –de hecho- actúa como virtual Presidente.
Ese triunfo reciente se da en momentos que la inflación mensual de agosto y setiembre superó el 12% y la estimación de la anual (2023) difícilmente baje del 150%. Esos datos hacían pensar que la suerte del oficialismo estaba echada y la perspectiva de derrota aparecía como un hecho irreversible. Hasta la propia (vicepresidenta) Cristina Kirchner, dejó señales en el sentido que ése era el destino del gobierno para estas elecciones.
Sin embargo, la realidad mostró otra cosa y depositó a Sergio Massa en las proximidades de acceder al sillón de Rivadavia, enfriando el arrollador avance del libertario Javier Milei, con su extremo y reaccionario liberalismo económico, las feroces críticas a todo el espectro político y con algunas actitudes cercanas a la extravagancia.
No es menos llamativa la situación social y política. En medio de esta crisis que afecta a la inmensa mayoría de los argentinos, pero que tiene su mayor expresión en los sectores más humildes y en amplias franjas de los sectores medios, desde hace un tiempo se viene hablando de un posible “estallido”. En esta semana, la neoliberal Patricia Bullrich -quien quedó fuera del balotaje- fogoneó esa idea, seguramente pensando en algún “golpe de mercado”, de sus empresarios amigos, que le permita salir del pozo donde la están enterrando sus erradas políticas.
Lo cierto es que la grave situación social, con una pobreza que supera el 40% y la historia de lucha del pueblo argentino, hacen que no se descarte la posibilidad, no de “golpes de mercado”, sino de naturales rebeldías sociales que bajo la forma de puebladas sean nuevos hitos en nuestra historia, como ya ocurriera en octubre del 45’ con el nacimiento del peronismo; en mayo del 69’ con el “Cordobazo”, con su perspectiva de cambios profundos; o en los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre del 2001, con aquel ¡Que se vayan todos…!
En las actuales circunstancias, la conformista presencia de las conducciones del sindicalismo y la fuerte incidencia de las organizaciones sociales –fundamentalmente las oficialistas- ha fortalecido la posibilidad de amortiguar, sin superar, la crisis existente.
Esto ha permitido que las principales manifestaciones de la crisis se “naturalicen” y eso hace que, aunque tengamos indicadores económicos y sociales mucho peores que los países vecinos -con problemas semejantes- la realidad se desenvuelve en un perpetuo círculo con una infinita capacidad de renovarse cada vez que parece estar cerca de su agotamiento final.
Respecto a las ciertas perspectivas de la candidatura de Massa, José “Pepe” Mujica, el expresidente uruguayo y antiguo militante tupamaro, ofrece una explicación. Sostiene que Massa, actuando como si fuera Presidente, siendo –además- ministro y candidato en medio de esta crisis, puede ganar porque: “En Argentina es posible por una mitología: el peronismo”.
Esta explicación, que se sumerge en profundidades culturales, no da cuenta de otras explicaciones. Una, el futuro incierto que alcanza a todos, menos al gran capital; dos, hasta hace unas semanas atrás el emerger de Javier Milei, parecía incontenible. Errores propios y un cierto temor de la población pueden ser la causa de un corrimiento que provocó la derrota sufrida en la primera vuelta de las generales; tres, los pueblos -en sus comportamientos masivos- buscan las soluciones menos gravosas.
Por eso y mientras no aparezcan alternativas más sólidas, miran por el espejo retrovisor y prefieren refugiarse en conocidas experiencias colectivas, arraigadas en la memoria colectiva, que adentrarse por nuevos senderos.
Por último, hay otra paradoja, a la que estamos asistiendo, relacionada con la eterna deuda externa; la política del Fondo Monetario Internacional (FMI) –como garante internacional de última instancia- y los juegos geopolíticos en los cuales estos temas nos envuelven.
Esta semana el gobierno pagó al FMI los tres vencimientos del mes de octubre, por un total de 2.593 millones de dólares. De ese modo las reservas del Banco Central –luego de esa transferencia- quedaron en 21.181 millones de dólares, el nivel más bajo desde 2006, cuando Néstor Kirchner decidió pagar toda la deuda reclamada por el FMI de una sola vez.
Lo interesante es que Argentina paga los reclamos del FMI -hegemonizado por los EEUU- con yuanes, el dinero de su competidor universal: los chinos. Eso pone sobre el escenario el tema de la Argentina que sigue avanzando por el estrecho sendero que le dejan estas dos grandes potencias. En su despliegue planetario ambas potencias profundizan sus vínculos con estos territorios de poca importancia geopolítica actual, pero de indudable peso en la medida que se acerquen los tiempos donde se agota el actual Tratado Antártico.
Por otra parte, desde el punto de vista más coyuntural, ambos países arrancan algunas ventajas o beneficios. EEUU gana con nuestros posicionamientos o actitudes como parte del mundo occidental (las actitudes de los principales candidatos presidenciales sobre el conflicto palestino-israelí, avalan lo dicho). China sonríe satisfecha porque el FMI –como principal instrumento de la política económica de occidente- acepta a los yuanes como una moneda más en el concierto mundial.
Se trata de una tradicional reivindicación China. Hasta ahora fuertemente resistida por los EEUU. Pero que la crisis de nuestro país ha logrado perforar, pagando –en parte- con monedas chinas sus irracionales obligaciones para cumplir con ese brutal e ilegal endeudamiento con el FMI.
Una aproximaciòn a la integración del nuevo Parlamento
Ya hace varias semanas que se realizaron las elecciones generales para la renovación parlamentaria. Los datos son conocidos, lo que sigue estando en penumbras es la composición de los bloques que resulten de este proceso electoral. Eso continúa –en algunos casos- sin aclararse, por el armado de los bloques.
Recién después del ballotaje presidencial se podrá tener una visión más amplia, aunque ella seguirá siendo incompleta porque varios legisladores elegidos por La Libertad Avanza –que responde a Milei- están anunciando su renuncia a ese bloque, después del acuerdo Milei-Macri-Patricia. La razón invocada para esa decisión, es que se trata de una alianza con la tan vituperada “casta” y que ello les resulta inaceptable. Otros, algo mal pensados, razonan de otro modo.
Consideran que esa situación tiene que ver con el hecho que hay variados caminos –no todos conocidos- donde algunos candidatos de Milei mantienen vínculos con el Partido Renovador (que dirige Massa) y que estas renuncias tienen que ver con esos compromisos.
En términos generales, ninguna fuerza política tiene mayoría propia en alguna de las Cámaras. Siendo el bloque de Unión por la Patria (UP) la primera minoría en Senadores y Diputados. Todo lo demás se irá aclarando en la medida que pase el tiempo y que haya respuestas concluyentes ante dos situaciones novedosas. Una la situación expuesta sobre lo que pasa con los libertarios y las relaciones de algunos sus legisladores con el massismo.
Dos, que es poco probable que haya un solo bloque de Juntos para el Cambio (JxC)). Es difícil imaginar que radicales y PRO mantengan la unidad y actúen juntos en el próximo período legislativo.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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