El Patio Trasero: Chile y el imperialismo estadounidense 1
Por Gabriel Merino
1 Una versión más breve del artículo fue publicada en la revista Caras y Caretas de marzo, 2022.
En noviembre de 2010, cuando ya habían pasado 37 años del fatídico 11 de septiembre
1973 fueron entregados al país transandino casi 24.000 documentos oficiales
desclasificados de los Estados Unidos. Estos mostraban con máximo detalle el apoyo
fundamental de dicho país al golpe de estado liderado por Augusto Pinochet que puso fin
a la vida de Salvador Allende, al gobierno de la Unidad Popular y a la democracia en
Chile. De hecho, allí se lee cómo la CIA ya desde 1971 comienza a presionar y organizar
el golpe que desembocará una la sangrienta dictadura neoliberal de 17 años. Más que un
apoyo, se trata en realidad del comando del plan.
En realidad, desde muchos años antes el gobierno de Estados Unidos había trabajado
para impedir que Allende llegue a la presidencia. Como cuenta en el documental
“Salvador Allende” el embajador estadounidense en Chile entre 1967 y 1970, Edward
Korri, durante la campaña de 1964 los Estados Unidos gastaron 2,7 millones de dólares
de ese entonces (23 millones actuales) de forma directa para que no ganase la coalición
de izquierda. En la entrevista también cuenta Korri cómo a través de distintas instituciones
y partidos llegaron muchísimos más fondos con el mismo objetivo. También reconoce que
el presidente Nixon ordenó a la CIA intervenir años más tarde para que, luego del triunfo
de 1970, el gobierno de la Unidad Popular no pudiese asumir.
Gabriel Garcia Márquez en su ya clásico texto “Chile, el golpe y los gringos” —que como
la Carta abierta a la Junta militar de Rodolfo Walsh tiene la capacidad de condensar con
claridad magistral el significado profundo del golpe—, observa que el Plan Camelot en
1965 desplegado por Estados Unidos para analizar la situación político estratégica del
continente y de algunos países en particular, le confirma al establishment estadounidense
que "Chile iba a ser la segunda república socialista del continente después de Cuba”. Y
agrega García Márquez que, por lo tanto, "el propósito de los Estados Unidos no era
simplemente impedir el gobierno de Salvador Allende para preservar las inversiones
norteamericanas. El propósito grande era repetir la experiencia más atroz y fructífera que
ha hecho jamás el imperialismo en América Latina: Brasil.”
Crisis de hegemonía
El final de los años sesenta y principios de los setenta fueron años clave en la política y la
geopolítica mundial. Una bisagra entre la crisis de la edad de oro del capitalismo y de la
hegemonía estadounidense de la posguerra, y lo que sería la retomada de la hegemonía
estadounidense y la reconstrucción del capitalismo mundial bajo el proyecto financiero
neoliberal.
Algunas de las contradicciones fundamentales que alimentaban la crisis eran:
1) Las presiones competitivas en el Norte Mundial, donde las empresas estadounidenses
se vieron amenazadas en su liderazgo, especialmente por parte de las empresas
alemanas y japonesas.
2) La fortaleza obrera para luchar por salarios y por condiciones de trabajo tanto en el
Norte Global como en algunos países de la semiperiferia (particularmente en América
Latina), que también se expresaba en fortaleza política.
3) La fortaleza de la URSS y el avance de las fuerzas comunistas que gobernaban un
tercio del mundo.
4) La insubordinación del Tercer Mundo que tienen como un hito político central la
conferencia de Bandung en 1955.
La resistencia de Vietnam y el comienzo del retiro de tropas estadounidense a partir de
1968 es todo un símbolo de este proceso. Como también lo es la revolución cubana y el
ascenso de fuerzas nacionales-populares revolucionarias en América Latina. Esta
insubordinación implicaba la ruptura con los mecanismos de la dependencia que
posibilitan al Norte Global (centro) absorber gran parte de la riqueza producida por el Sur
Global (periferia y semiperiferia), lo que perjudica al centro y limita las posibilidades de
acumulación. Un aspecto típico de ello eran las nacionalizaciones de las empresas que
explotaban los recursos naturales.
La llegada democrática al poder de la Unión Popular chilena era parte de esta lucha
contra las relaciones de dependencia y, a la vez, contenía un elemento novedoso en
términos políticos: la vía pacífica al socialismo y a través de los mecanismos republicanos
liberales.
La disputa por el control del cobre
La disputa por el control del cobre chileno está en el centro de la cuestión. Chile era el
principal exportador de cobre del mundo, el segundo productor después de Estados
Unidos y tenía las mayores reservas mundiales. El cobre representaba cerca del 60% de
las exportaciones chilenas, pero solo el 20% de los ingresos del Estado, que Allende
denominaba el “sueldo de Chile”. Casi la totalidad de esa riqueza era controlada por dos
grandes empresas estadounidenses, Anaconda y Kennecott, que junto con Phelps Dodge
y American Smelting formaban un cartel internacional de este mineral clave.
Con el objetivo de que dicha riqueza pase a manos de los propios chilenos, el gobierno de
la Unidad Popular avanzó con la nacionalización del cobre, que fue aprobada por la
unanimidad del Congreso Nacional el 11 de julio de 1971. Allende lo denominó el “Día de
la Dignidad y de la Solidaridad Nacional”. Paradójicamente, la dictadura de Pinochet va a
mantener la empresa estatal surgida de la nacionalización para darle viabilidad al modelo
económico, aunque privatizando parte del proceso productivo, comercial a favor de los
monopolios extranjeros.
La nacionalización del cobre fue sin indemnización—el gobierno estimaba que las súper
ganancias obtenidas en los últimos años eran más que suficientes— y ello justificó el
bloqueo económico estadounidense. Pero en realidad el camino del sabotaje económico
estaba pensado un año antes por parte de Washington, parte de la oligarquía chilena y
sectores de las fuerzas armadas, con el objetivo de preparar el terreno.
Ni bien asume el gobierno Allende, el presidente estadounidense Richard Nixon ordena a
la CIA avanzar con un golpe de estado ante la posibilidad de impedir la llegada del
gobierno a la Moneda. Incluso en una reunión en Washington en 1969 en la que participa
Augusto Pinochet comienza a elaborarse dicha alternativa. Sin embargo, el “Plan de
Contingencia” o “Track 1” no podía llevarse adelante ya que no había condiciones
políticas, económicas y sociales.
Orlando Caputo (quien asumiría como gerente general de la empresa surgida de la
nacionalización del cobre CODELCO y parte del grupo fundador de la Teoría de la
Dependencia) en una entrevista para la revista Reoriente señala que: “En el curso del
primer año se habían nacionalizado 47 empresas industriales, y más de la mitad del
sistema de créditos. La reforma agraria expropió e incorporó a la propiedad social
2.400.000 hectáreas de tierras activas. El proceso inflacionario se moderó: se consiguió el
pleno empleo y los salarios tuvieron un aumento efectivo de un 40 por ciento.”
En este escenario, la inteligencia en el terreno advertía que el resultado de un intento de
golpe podría ser el inverso al buscado. Por lo tanto había que generar las condiciones.
2 Carlos Eduardo Martins, Fabio Maldonado y Gabriel Merino, “Orlando Caputo: La teoría de la
dependencia en el laberinto de la economía mundial (Parte I)”, Revista ReOriente, Nº1, enero-
junio 2021.
Por ello se decidió avanzar con el sabotaje económico y otras operaciones encubiertas
como revelan los propios documentos desclasificados. Pero a pesar del eficacia del
sabotaje, la disparada inflacionaria y la escasez de productos que el bloqueo de Estados
Unidos generaba, en las elecciones de 1973 meses antes del golpe la Unidad Popular
obtuvo el 44% de los votos en las elecciones legislativas. Era un pueblo difícil de
disciplinar. Como señala Gabriel García Márquez, la CIA tuvo que inundar de dólares el
país para apoyar el Paro Patronal de camioneros y completar el total desabastecimiento
con el fin de avanzar en la estocada final. Especialmente en un momento en que el triunfo
del peronismo-Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) en Argentina podía re-generar
una acercamiento en el cono Sur y mayor oxígeno.
Estrategia imperial
Ante las contradicciones generales que describimos, el poder estadounidense fue
elaborando distintas respuestas dentro de una reconfiguración estratégica integral, donde
Chile y América del Sur resultaban fundamental. Por ello el propio Henry Kissinger
aparece como una de las figuras claves del golpe. El famoso consejero de Seguridad
Nacional y posterior Secretario de Estado del gobierno de Richard Nixon, fue una de las
cabezas principales que pesaron la estrategia de Estados Unidos frente a la crisis de
hegemonía, que en el cono Sur cobró la forma del Plan Cóndor, entre otras expresiones.
Y fue el mismo que protagonizó el acercamiento con China para aprovechar las tensiones
del gigante asiático con la Unión Soviética, provocar una fractura en dicha relación y
construir las condiciones geopolíticas para el triunfo estadounidense en la Guerra Fría.
“Deseamos que el suyo sea un gobierno próspero. Queremos ayudarle y no obstruir su
labor", transmitió Kissinger a Pinochet, minutos antes de pronunciar un discurso clásico
sobre Derechos Humanos ante la Organización de Estados Americanos, como se puede
leer en los documentos desclasificados. Kissinger daba una importancia central a Chile ya
que observaba que la “Vía pacífica al socialismo” era una amenaza para la hegemonía de
los Estados Unidos en el mundo. El éxito de Allende habría tenido importancia también
para el futuro de los partidos comunistas de Europa Occidental, especialmente en países
centrales como Francia e Italia.
El golpe en Chile fue el laboratorio del programa político-económico de neoliberalismo
periférico, otro aspecto central de la estrategia por recuperar la hegemonía por parte de
Estados Unidos y que explica el declive que experimenta la región desde principio de los
años ochenta del siglo pasado.
Fue parte de una estrategia integral en la región en donde la inteligencia estadounidense
ya había advertido desde los años cincuenta la posibilidad de un bloque
contrahegemónico con peso real, expresado en la alianza del ABC (Argentina.Brasil-
Chile) que arrastraría a los demás países de la cuenca del Plata: Uruguay, Paraguay y
Bolivia. Esa clave explicativa debe sumarse para entender el golpe en Brasil en 1964, los
golpes en Argentina en 1966 y 1976, golpe en Uruguay en 1970 y golpe 1971 en Bolivia,
etc.
El golpe Chile cuando en Argentina habían pasado solo 3 meses desde la
instauración de un gobierno popular democrático. Con la caída de Allende quedó
completamente rodeada para terminar de caer en 1976. A partir de allí el Plan Cóndor en
el cono sur se desplegó en su máxima expresión y terminó de desarticular/aniquilar a las
fuerzas populares que sostenían a los proyectos nacionales-latinoamericanos de
liberación.
La acumulación sin fin de capital necesita del poder político y militar que la garantice, que
supere sus “obstáculos” y monopolice los aspectos estratégicos de la acumulación. Y el
poder económico acumulado retroalimenta el poder político estratégico. Esta es la
naturaleza del imperialismo capitalista moderno, el modo y la forma de acumular riqueza y
poder. Como se traduce de los documentos, Chile fue un ejemplo clásico y fundamental
de como funciona, lo que también sirve para pesar el presente.
Casi medio siglo después del golpe, la nieta de Salvador Allende, Maya Fernandez,
asumirá el 11 de marzo como Ministra de Defensa del gobierno de Gabriel Boric, que
expresa en parte las luchas populares contra el neoliberalismo y el proceso insurreccional
iniciado en octubre de 2019. Nuevamente el escenario es de crisis de hegemonía
estadounidense, aunque mucho más profunda y sistémica que la anterior. Veremos cómo
actúa Washington ante los posibles cambios que traiga el nuevo gobierno de este territorio
clave de Suramérica. Ya sabemos que no le gusta nada la influencia y presencia
económica de China en el país transandino.
Investigador del CONICET y docente de la UNLP
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