Publicado en 2018
Gerardo Sotelo, auto denominado como progresista, afamado defensor de la República,
adalid de las instituciones, es un caso paradigmático de los tipos de periodistas que ven todo mal
en el país. Fenómeno similar al que sucedió en la vecina orilla.
Muchas veces sus editoriales y publicaciones periodísticas parecen más un ensañamiento y una especie
de reclamo que un trabajo de investigación o una exposición periodística seria.
Un encono disfrazado, una crítica sin nada constructivo detrás de un sin número de palabras
en buen tono. Con la medida justa de acidez para que no se note la provocación. No todos tienen esa
facultad y es destacable.
Pero al punto que voy a es a la tarea de hacer periodismo. Una profesión muy loable pero muy
destructora cuando se lo plantea y que goza de un corporativismo muy pocas veces alcanzable en otros
ámbitos. Varios periodistas piensan que son el nexo entre la clase política y la ciudadanía. Como si la
clase política fuera algo inalcanzable, sumamente lejana, como una especie de dioses; y ellos vendrían
a ser los mensajeros, los semidioses. Y nosotros bueno...simples mortales.
"No maten al mensajero". Claro que no. Si lo que importa es el mensaje. ¿Pero si a caso también estos
personajes son parte del mensaje? ¿Y si son transmisores de una editorial que los supera y los excede
sin que lo adviertan? y así todo pensaran que son libres en su que-hacer profesional. ¿O si logran divisar
esa editorial y son complacientes? ¿O si su postura "neutral", "objetiva", "equidistante", es solo una
fábula que ellos mismo tragaron o en el peor de los casos, que adrede practican?
Porque negar a esta altura del 2018 a ríos y ríos de tinta que han corrido, que no hay una postura personal
, una opinión, una visión de la vida (y sí) una ideología, es poco leal para con los lectores. Aunque
rechine la palabra, en el periodismo hay ideología. Desconfíen de los que se llaman impolutos y que solo
incomodan a un tipo de gobierno o a determinada corriente de pensamiento en nombre de la objetividad.
Bienvenidos los periodistas que salen del closet ideológico. No es pecado decirse de dónde vienen, qué
visión del mundo tienen y cómo querrían que sea. No estoy hablando de posturas partidarias políticas.
Repito, ideología tenemos todos.
Estos tipos de periodistas, como Sotelo (y otros) tienen flechada la cancha y parafraseo a Reynaldo
Sietecase, el periodista debe ser incómodo para todos los partidos, para todos los sectores y para los
del sector público y del privado también (esto último corre por mi cuenta).
Porque los augurios para el continente no son nada alentadores, y estos testaferros del todo o nada,
del pedestal de la pulcritud y el dedo de marfil, prestos para señalar y muchas veces para destruir,
abonan una vez la vuelta de los sectores conservadores de nuestro país.
¿Es culpa de estos personajes? No. Los errores de los gobiernos progresistas y social demócratas han
contribuido y mucho, y la derecha siempre sueña con volver a tomar el Estado. Aunque siempre están
en el poder real.
Pero estos periodistas foguean un ambiente en el que todo está mal. Donde todos son iguales, todos son
corruptos, donde se tocó fondo y parece que vivimos la peor catástrofe de la historia de nuestro país.
Juegan con nuestra subjetividad. No les pido que defiendan a los gobiernos populares de la última
década de este país y el continente. No les pido que sean parte del campo nacional y popular. Pero no
entremos en el juego maniqueo que plantean. Porque pongamos que está mal, pero las peores épocas
fueron otras. Las masacres fueron en otra época. El hambre fue en otra época.
Ellos dicen no estar casados con nada ni con nadie pero sus dianas apuntan para un solo lado. No nos
sumemos a los agoreros del fin del mundo. No nos sumemos a los que gastan litros de tinta en pegarle
al populismo cuando sus definiciones son difusas y solo contrabandean desprecio a lo que traiga
felicidad a las mayorías dentro de sus editoriales.
A la vuelta de la esquina no viene la tan nombrada República, no viene un mercado que se auto
regulará para repartir sapientemente los bienes y servicios. A la vuelta de la esquina viene el retroceso.
Viene el recorte y el ajuste. Los derechos conquistados y la calidad de vida en regresión en nombre de
una herencia maldita recibida. Vendrá una bomba hecha por sus propios relojeros pero con argucia dirán
que se las dejaron los que se fueron. Y así, en nombre de quien sabe cuantas supersticiones tendremos
un retroceso de al menos 5 o 10 años.
Mientras tanto seguirán usando el desgaste y fomentan el odio hacia todo lo del campo popular.
Luego serán los primeros en sorprenderse y gritar ¡a los botes!
Por suerte todavía nos queda Rodolfo Walsh y sus escritos.
El continente se va oscureciendo y solo el significante pueblo desde sus bases podrá dar algo de
luz a nuestra gente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario