Bolivia en la mira de los Estados Unidos

Por Sara Valentina Enriquez Moldez

Hace unos días la Casa Blanca designó a Debra Hevia como la nueva encargada de Negocios en Bolivia. Es decir, la máxima autoridad de aquel país en Bolivia, dado que el año 2008 el expresidente Evo Morales expulsó al entonces embajador norteamericano Philip Goldberg por injerir constantemente en la política local y conspirar contra nuestra integridad. Desde hace 15 años La Paz y Washington no tienen embajadores, y la persona más importante de los Estados Unidos acá es el encargado de negocios, ahora encargada.



Sabemos que la geopolítica yanqui es sumamente meticulosa con cada movimiento que ejecuta, negar esto sería inconsecuente con la historia misma. Desde la consolidación de su hegemonía, e incluso después de los Convenios de Viena de 1961, que supuestamente demarcaron las funciones y límites de las relaciones diplomáticas entre Estados, la política exterior estadounidense se caracterizó fundamentalmente por intervenir, con diferentes métodos, en diversos países –principalmente del Sur Global–. Hoy más que nunca, cuando estamos viviendo los primeros pasos hacia la transición de un mundo unipolar hacia otro multipolar, cualquier toma de decisión en la superpotencia del Norte responde a estrictos lineamientos geopolíticos. Los Estados Unidos son conscientes de su pérdida gradual de hegemonía, por lo que serán doblemente cuidadosos a la hora de decidir nuevos enclaves territoriales, especialmente si se trata de América Latina y el Caribe, o como ellos nos perciben: su reservorio de recursos naturales o patio trasero.

Debra Hevia reemplazó Charisse Philips, quien llegó a Bolivia en agosto de 2020, o sea en plena dictadura, para reunirse y dotar de legitimidad a Jeanine Áñez. Hevia es diplomática de carrera del Servicio Exterior de los Estados Unidos en grado superior, con rango de ministra consejera. Antes ejerció como consejera política en Bucarest, Rumania. Entre sus asignaciones diplomáticas previas están los Países Bajos, Nicaragua, Panamá, Eslovaquia, Bolivia (con otro rango), la Oficina de Asuntos Centroamericanos y el Centro de Operaciones del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Después de estar en la Oficina de Asignaciones y Desarrollo Profesional del Departamento de Estado fue Subjefa de Misión en Quito, Ecuador, de donde viene.

Cabe subrayar que Debra Hevia llegó a Ecuador en agosto de 2020, un año antes de que asumiera la presidencia Guillermo Lasso y con ello vuelva, formalmente, el neoliberalismo en este país. En esa gestión Hevia se caracterizó a lo “demócrata yanqui”, por favorecer acercamientos comerciales, reducir procesos aduaneros y, en resumen, facilitar el neoliberalismo. Pero también por revestirse de “progre” organizando programas como el Providing Opportunities for Women’s Economic Rise (“Power”), con lógicas que presuponen que el sistema está bien y que solo se necesitan reformas para la inserción de mujeres a él.

El sábado 16 de septiembre la cuenta de Facebook de la Embajada de los Estados Unidos en Bolivia publicó un video en el que se presentó su nueva Encargada de Negocios, dando inicio a una novísima imagen de la misión diplomática. En el mencionado video Hevia habló sobre la hospitalidad boliviana, la marraqueta y el Illimani. Las pretensiones de la embajada norteamericana son claras: mostrar una aparente figura más humana y cálida. Por supuesto que dicha imagen diplomática responde a directrices de estrategia geopolítica. El hecho de que exista un cambio de enclave territorial, que sea mujer, que hable de valores democráticos, de “igualdad” de género y de cultura, no es casualidad.

Lo que estamos viviendo actualmente, con un atinado ejemplo, es la expansión del feminismo burgués en búsqueda de la reproducción del capitalismo, con la estrategia de utilizar “objetivos feministas” como medio para obtener ganancias materiales o en el imaginario colectivo.

Los Estados Unidos, en su crisis por pérdida de hegemonía, toma acciones y siempre que el capitalismo está en crisis necesita “aliados” para su restauración o supervivencia, así es como vende la imagen de integrar a “otros” marginados en su forma política liberal legal, sean las mujeres, las razas no blancas, o cualquiera que esté disponible para ser útil y ayudar a darle continuidad a un sistema de mercantilización de todo. Nos están vendiendo al empoderamiento femenino como una estrategia de marketing político del imperialismo.

Recordemos que la construcción del golpe de Estado de 2019 fue elaborada por los Estados Unidos en coordinación con diversos actores nacionales (oposición y agroindustria), como también internacionales (Unión Europea y Organización de Estados Americanos), porque reconocen la importancia geopolítica de nuestro país y la riqueza en recursos naturales que poseemos. Lo que podemos evidenciar con los cables de Wikileaks e informes de think tanks estadounidenses en los que se hace explícito el carácter estratégico de determinados recursos bolivianos (en especial, el litio y el gas) y la necesidad de eliminar los obstáculos para garantizar su acceso a estos.

La historia del intervencionismo de los Estados Unidos en Bolivia es extensa e ininterrumpida. Por lo tanto, debemos estar atentos a sus nuevas estrategias, actores y discursos. Acá en el Sur es usual escuchar que en los Estados Unidos no hay golpes de Estado porque no hay embajador de los Estados Unidos.

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