Nicolás Centurión
El presidente uruguayo Luis Lacalle Pou vuelve a hacer un papelón a nivel internacional, esta vez en la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) escenificada esta semana en Buenos Aires. Ya en el inicio de su alocución planteó que “no venía a lamentarse”. Una frase que de por sí adelanta lo contrario.
Siguió su intervención diciendo que “no venía con actitud autocomplaciente” con el brío de siempre de Lacalle de espetarle en la cara a quien sea y donde sea lo que piensa. Otra actitud altanera que lo caracteriza. Recordemos el episodio del “lastre” en la cumbre del Mercosur contra Alberto Fernández, presidente de Argentina o el cruce con Díaz Canel de Cuba.
Lacalle insistió con un área de libre comercio entre los países que integran la CELAC. Planteó que para que “este tipo de foros subsistan no pueden tener el carácter de club de amigos ideológicos.” Lacalle olvida que manifestó en su momento “coincidencias” con el Grupo de Lima, un grupo ideológico si existió y alentó… y que la realidad lo supo enterrar.
En ese entonces saludó al ficticio presidente interino Juan Guaidó de Venezuela –digitado por Washington- en férrea oposición al gobierno de Nicolás Maduro, caracterizado por el propio Lacalle como una “dictadura”.
Pero ¡vaya que el tiempo trae con él sus cosas! Con el cambio en la geopolítica mundial, la guerra de Rusia y Ucrania, la necesidad de Estados Unidos de petróleo, Washington ha mermado un poco las sanciones contra Venezuela y ha enviado vasos comunicantes de relación bilateral con el país petrolero. Pues también Lacalle ha enviado un embajador a Venezuela. Curioso en un país que lo califica como “dictadura”.
Lacalle, al acto de su asunción presidencial, no invitó a Díaz Canel de Cuba, a Daniel Ortega de Nicaragua ni a Nicolás Maduro, por considerar dichos países bajo dictaduras. Muy plegado al discurso del triángulo y el eje del mal de Estados Unidos, Lacalle siempre dijo que no se podía guiar por afinidades ideológicas en su gobierno sino por los intereses nacionales.
A su vez invitó a la dictadora Jeanine Añez de Bolivia, hoy presa por golpista y a Jair Bolsonaro, que perdió el gobierno ante Lula da Silva, y se fue en avión a Estados Unidos sin entregarle el mando y sin reconocer su victoria. Además, es el principal señalado por ser el autor intelectual e instigador de los ataques fascistas a la sede de los tres poderes brasileños el 8 de enero pasado.
Luis Almagro, Iván Duque, Mario Abdo, Sebastián Piñera y el monarca español Felipe VI completaron la nómina de la derecha iberoamericana en ese primero de marzo de 2020.
“Sí sé que venga quien venga por Uruguay” hablando de las próximas reuniones de CELAC “representará los intereses nacionales”. Sería interesante algún día también que Lacalle y tantos otros dirigentes de la derecha puedan explicitar cuáles son dichos intereses nacionales.
Nunca quedan claros y parece que son intereses que trascienden ideologías, tiempo, coyuntura y más. Mera intuición, pero el estudio histórico así lo demuestra, que esos intereses nacionales son más como lo retratara el periodista argentino Rodolfo Walsh: «Cuando la oligarquía habla de patria en realidad habla de clase»
Los diez minutos de Lacalle Pou dejaron nuevamente en evidencia su afán por liberalizar las relaciones comerciales del Uruguay, sin importar el ámbito en el que se encuentre. En el caso del Mercosur, ni el gobierno del ex presidente Bolsonaro le siguió el apunte y ahora con el gobierno de Lula Da Silva, menos aún. Su homónimo Mario Abdo de Paraguay, siendo muy cercano a Lacalle, tampoco tuvo una postura muy firme con respecto a la flexibilización de dicho bloque regional.
El Tratado de Libre Comercio (TLC) con la República Popular China sigue en negociaciones y por parte de los asiáticos se han brindado declaraciones con una cautela que contrasta con la aceleración del oficialismo uruguayo que poco condice con la realidad. Se han hecho anuncios de intención de que Uruguay se integre al Tratado del Transpacífico. Otra cuestión que ha quedado en el aire.
El discurso de Lacalle -de integración, de diálogo, aunque solo comercial-, se licua en un continente en plena disputa, de cambios de gobierno, de intentos de desestabilización e incluso de la propia correlación de fuerzas de la hegemonía mundial entre Estados Unidos y China. Solo basta repasar las últimas declaraciones de la responsable del Comando Sur, la general Laura Richardson. sobre los recursos naturales de América Latina y una plausible injerencia estadounidense.
Lacalle, con un gobierno en retirada, no encaja ni tiene respaldos regionales que lo impulsen a llevar adelante sus cometidos. Su postura queda en un limbo que no condice con los tiempos que corren, incluso para los intereses de la propia derecha continental.
Quedó desdibujado en el concierto regional y se mueve en foros internacionales con ínfulas de ser un presidente con mucho más prestigio, poder y gravitación de la que realmente tiene. Su postura dialoguista y aperturista, hace agua en un continente convulso, de derechas cada vez más ultras e intransigentes y una izquierda timorata y progresista, donde igualmente nunca va a tener lugar.
No por ello implica que Lacalle sea un moderado ni un tibio, porque a la interna de Uruguay está llevando un feroz ajuste en el Estado, mientras los grandes exportadores acumulan grandes ganancias y las depositan en el exterior.
Simultáneamente pone en marcha reformas de la educación y de la seguridad social, donde en la primera se mercantiliza cada vez más la enseñanza y la segunda implica que los trabajadores trabajen más años y perciban menos dinero. Ni hablar de miles de uruguayos que siguen comiendo gracias a las ollas populares y los casos de corrupción que salpican a gente de confianza del círculo íntimo del propio presidente.
El punto es que internacionalmente, Lacalle Pou está aislado. Se envalentonó con el proyecto de flexibilizar el Mercosur y las elecciones de varios países le fueron apagando la luz a sus posibles socios políticos.
Como corolario, en conferencia de prensa en la cumbre de la CELAC en Buenos Aires le preguntaron a Lacalle «¿Por qué se va a reunir con el enviado de Estados Unidos? (el exsenador Christopher Dodd) y ¿por qué es la única reunión bilateral en Buenos Aires?» A lo que contestó, sin siquiera sonrojarse: «Es la única reunión porque fue el único que me pidió en realidad…»
* Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
0 Comentarios