Camilo Rengifo Marín
A pocos días de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales colombianas del 19 de junio, donde más de 39 millones están habilitados para votar, el centroizquierdista Gustavo Petro encabeza las encuestas ante el inesperado contrincante, Rodolfo Hernández, el outsider trumpista y admirador de Adolfo Hitler, al que desde los medios hegmónicos promocionan en un empate técnico con el candidato progresista.
Colombia está en la ola de consolidación de una centroizquierda en el poder, por primera vez en el país. Petro y la coalición Colombia Humana han protagonizado una campaña complicada y plagada de amenazas y atentados, incluyendo un plan de una banda de narcotraficantes, para atentar contra su vida.
Uno de los desafíos de la centroizquierda es revertir el histórico desinterés y el abstencionismo en las elecciones. El 29 de mayo superó el 45 por ciento de los habilitados para votar.
Es el ejercicio efectivo y la reafirmación de la más vieja de las democracias del continente, afirman los epígonos del régimen político. Es una democracia fincada en la formalidad del voto, en medio de la imparable cascada de masacres por parte de militares, paramilitares y narcotraficantes, de asesinatos de líderes sociales y comunitarios, así como de firmantes de la paz pactada entre Gobierno y Farc en 2016.
El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador mandó un abrazo a Gustavo Petro, al lamentar que el político de izquierda enfrenta una “guerra sucia de lo más indigno y cobarde” de los conservadores sin ética, comentarios que la cancillería colombiana se dio por aludida y que calificó de “una injerencia desobligante en los asuntos internos de nuestro país”
Gustavo Petro, un economista de 62 años del centroizquierdista Pacto Histórico, se impuso en la primera ronda electoral con poco más del 40% de los votos, superando al empresario Rodolfo Hernández de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, con algo más del 28% de los sufragios.
La oligarquía colombiana que ha gobernado por décadas en Colombia, ha contado con el apoyo irrestricto de los gobiernos estadounidenses, para ejecutar esta hegemonía de la derecha política, económica y militar del país del norte, que ha tenido –hasta ahora- con Iván Duque el último de los actores proestadounidenses, el “exitoso” modelo que muestran a la región y al mundo los gobiernos de Donald Trump y Joe Biden por igual.
Colombia es un país con una profunda crisis económica, derivado no sólo de la pandemia de la Covid 19, sino también de la inexistencia de cambios estructurales de un modelo político, económico y social, que ha generado un país con una profunda brecha social y económica en uno de las naciones más neoliberales del continente.
Los sucesivos gobiernos, ligados al paramilitarismo y al narcotráfico, crearon un país subsidiario de Estados Unidos y de Israel. El gobernar de esta manera es lo que ha posibilitado la conformación de un verdadero portaviones de los intereses de Washington en el continente sudamericano: ocho bases militares del Pentágono, agresor de su vecino venezolano, centro de espionaje regional y, como si fuera poco, centro de producción y distribución de drogas, para los propios Estados Unidos y Europa.
Segunda vuelta
Las elecciones se desarrollan en medio de una crisis severa del sector público de salud, con escasísima protección económica a los sectores más golpeados por la pandemia, la inseguridad crónica y los altísimos niveles de corrupción, abusos de poder, el nepotismo y una crisis que alcanza también aspectos éticos, que hacen impresentable, por ejemplo, que el candidato de la derecha, Rodolfo Hernández diga que su bandera de lucha sea acabar con la corrupción, cuando él ha sido acusado de la misma conducta, cuando alcalde de Bucaramanga.
Nunca un candidato en primera vuelta había sacado una votación tan alta como Gustavo Petro. Doscientos años de historia han sorteado el poder entre conservadores y liberales que han pretendido mutar como partido de la U, Cambio Radical, Centro Democrático, Colombia Justa, Verdes, Oxígeno, Centro Esperanza, etc. Nunca las ideas de izquierda que hoy están representadas en el Pacto Histórico han estado tan cerca de ser gobierno.
Le ganó al presupuesto millonario que destinó el gobierno Duque a los alcaldes, gobernadores, fiscales que apoyaban a Fico Gutiérrez, violando la ley de garantías electorales. Les ganó a los empresarios que amenazaron a los empleados con despedirlos si no votaban por Fico, a la procuradora Cabello al destituir a la mansalva a Daniel Quintero (alcalde de Medellín.)
Le ganó a los medios tradicionales de comunicación parcializados, que privilegiaban las noticias a favor del candidato uribista y lanzaban campañas difamatorios y falsas, además de alimentar las ideas del Petro expropiador. Venció a la desinformación de Semana, W Radio, el Colombiano, El tiempo, Caracol, RCN, a los 45 clanes que apoyaron a Fico y, que hoy, migraron a la campaña de Hernández, recuerda John Jairo León Núñez en Las2orillas.
A pesar que los principales dirigentes del Centro Democrático (uribismo) y los principales partidos tradicionales (Liberal, Conservador, La U y Cambio Radical) se alinearon con Fico Gutiérrez, se observa que en relación a los 10.373.080 de votos obtenidos por Duque en la segunda vuelta de 2018, 5.315.070 de esos electores decidieron alinearse con el “outsider” Hernández, que le quitó 638.139 votos al centro y/o a otros sectores, pero el grueso de su votación proviene de los partidos que apoyaron a Duque en 2018.
La pregunta que se hacen los analistas es si esto es resultado de una orden o una estrategia oculta del uribismo para jugar con dos candidatos, para finalmente unificarse y derrotar al progresismo, o si hubo un brote rebelde dentro del uribismo y los partidos tradicionales, con quienes se cansaron de seguir detrás de esas camarillas o buscar un camino para salir de la confrontación con la izquierda. Encontraron en Hernández una alternativa para no votar al uribismo… pero tampoco al Pacto Histórico.
Lo cierto es que casi la mitad de la población –según los resultados de la primera vuelta- se resiste a apoyar a Petro y al Pacto Histórico. Y es allí donde la centroizquierda debe afinar su estrategia para no espantar votos: no todos los que apoyan a Hernández, el candidato vendido como “emergente, de cambio”, son uribistas porque no apoyan a Petro . La autocrítica del progresismos debiera centrarse en no lograr romper con el abstencionismo, que aparece como la única forma de ganar en la segunda vuelta.
“Nos dejamos llevar a una campaña de tensiones, ataques y tramas de calado tradicional, politiquero y personalista. Similar a como nos dejamos provocar en el estallido social. No orientamos ni controlamos a nuestros “petristas fanáticos” que son un lastre pesado. No fuimos lo suficientemente cuidadosos en la escogencia de algunos candidatos al Senado que se han convertido en una carga “maluca” que nos la explotan los contrarios”, señala Fernando Dorado desde la mirada del Pacto Histórico,
Añade que tras la primera vuelta, el Pacto Histórico continua en la misma senda de recibir apoyos y hacer acuerdos “por arriba”, pasando de ser una fuerza que retaba al establecimiento oligárquico y quería cambiar a las instituciones cooptadas y al servicio del gran capital, los grandes terratenientes y al narcotráfico, a tener que llamar a los partidos tradicionales y a los grandes empresarios a defender las “instituciones democráticas”.
Esas instituciones “que están siendo amenazadas por el candidato Hernández (el antipolítico, antisistema, populista, autoritario y uribista). Hemos pasado de arañar al cielo a nadar en el purgatorio. Tenemos todo para ganar, si corregimos”, afirma Duque.
Obviamente, Rodolfo Hernández no es garantía de cambio en Colombia, pero advierten que cuanto más se lo ataque más se le ayudará a crecer. Es cierto que puede convertirse en un Trump, Bolsonaro, Bukele o Duterte, porque existen las fuerzas sociales y tendencias políticas y culturales a nivel global que empujan en esa dirección, aprovechando los errores y de la debilidad de los demócratas y de las izquierdas. En gran medida Hernández es “nuestra creación” (de igual manera a como la “izquierda armada” construyó a Uribe), añade
“Vivir sabroso” y la emocracia
l slogan de la campaña presencial de Gustavo Petro y Francia Márquez en el Pacto Histórico –Vivir sabroso- ha despertado las críticas a través de las redes sociales, señalando que invita a la dependencia, la vagancia y a esperar subsidios del Estado, por lo que la mejor opción es “trabajar mucho y duro”.
“Vivir sabroso ha sido parte del lenguaje tradicional que en nuestras comunidades hemos usado siempre, no es de ahora. Si va al Chocó la gente habla de vivir sabroso, así como si va al Cauca, a a cualquier región del Pacífico. No significa que seamos vagos, como lo han querido hacer creer y desdibujar ese contexto que para nosotros es parte de nuestra identidad. Vivir sabroso es vivir con derechos”, indicó Francia.
Francia Márquez, una mujer afro que se pagó sus estudios de derecho trabajando como empleada doméstica y que jamás ostentó un cargo público, se ha convertido en un fenómeno que ha roto todos los esquemas de la política local. Frente a ella, Hernández difícilmente podrá argumentar que representa los intereses de las élites. Francia sostiene un poderoso mensaje feminista con el que atacar al exalcalde de Bucaramanga, que suele hacer comentarios machistas.
Los estrategas de Petro saben que son dos hombres los que se disputan la presidencia, pero que serán las mujeres las que decidan quién acaba en la Casa de Nariño.
Por su parte, el poeta y ensayista Carlos Fajardo afirma que Colombia sufrió en las pasadas elecciones del 29 de mayo el triunfo de la emocracia (política de las emociones), social y cotidiana, no de la democracia moderna, racional, pensante, reflexiva, donde se manejan las ideologías con base a las pasiones inmediatistas y populistas. Espontaneísmo visceral, desprecio al pensamiento racional democrático, una pasión ideológica, enajenada, lo cual desafía cualquier sensatez, cualquier alteridad, cualquier respeto a la diferencia.
“Sus consecuencias son predecibles: odio combinado con fe y creencia, dogmatismos, persecuciones, acusaciones y, por ende, paranoias y atrocidades”, dice. Hoy, las ideologías se organizan con base en la emoción pasional de los ciudadanos, gracias a los medios tradicionales, a las redes digitales y a las lógicas del mercado neoliberal.
* Economista y docente universitario colombiano, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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