Por Nicolás Sampedro
Los “jinetes del apocalipsis” siguen provocando al oso euroasiático. Parece que nada les está impedido en el amplio espectro de agresiones, si pueden contar la historia que desean. Sun Tzu y el tao parecen pilares de la paciencia infinita del Zar, pero ¿cuánto durará?
La semana que concluye, comenzó ajetreada y con una catarata de titulares e informes repetidos ad infinitum: “Ucrania destruyó 40 bombarderos rusos”, “este ataque es el equivalente al Pearl Harbor ruso”, “es como Hiroshima y Nagasaki”. Todo un ensalzamiento mediático de algo que ni fue muy, ni fue tan.
La gran mayoría de los expertos a los más altos niveles del análisis, coinciden en que no hay evidencias fácticas que lo que la prensa hegemónica occidental relata sea verdad. ¿Los ataques a bombarderos rusos fueron un duro para Rusia? Sí, pero muy lejos está de ser un acto que cambie el destino del conflicto a favor del decrépito payaso usurpador del cargo presidencial.
Lo ocurrido el domingo pasado, tan solo un día antes del segundo cónclave de las negociaciones directas entre Rusia y Ucrania en Estambul, fue un golpe publicitario del Occidente Colectivo. ¿Humillante para Rusia? Por supuesto, deja ver que existen fallas en sus sistemas vigilancia y control, pero no es un golpe significativo. Tal como lo afirma el canciller ruso Serguéi Lavrov, al final de cuentas el conflicto “se resolverá en el campo de batalla”.
Cabe recordar que a lo largo de este conflicto han existido varios hechos propagandísticos promocionados y publicitados por Occidente como la “solución final”, la “gran contraofensiva” usando su narrativa para intentar generar una condición de negociación inexistente sobre el terreno. Golpes anteriores terminaron con pérdidas significativas en el campo de batalla para Kiev y parece que esta no será la excepción. Un dato: mayo fue el mes en que las tropas rusas lograron controlar más territorio desde el inicio de la Operación Especial: más de 200 Km2.
Según relatan los analistas no occidentales mejor informados, hay un consenso generalizado en las estructuras de poder y de toma de decisiones del Kremlin: nada de lo ocurrido puede haberse hecho sin que estén involucrados, como mínimo, la CIA y el MI6. Queda determinar si el Mossad no metió la cola también.
Pero los ataques con drones a bases militares no fueron los únicos, también sucedieron varios actos terroristas hacia trenes (que transportaban civiles) y puentes en distintas regiones de Rusia. Producto de lo cual Putin se preguntaba en estos días si hay que seguir negociando con un gobierno ilegítimo que comienza a comportarse como una organización terrorista, de la cual, obviamente, están siendo cómplices las potencias occidentales.
Pese a la caterva mediática, lo que primó en las primeras horas/días fue el silencio, tanto de la parte rusa como de la norteamericana. Rubio llamó a Lavrov para ofrecerle sus condolencias por los actos terroristas contra civiles, pero no mencionó nada de los ataques con drones. Mientras tanto el Jefe del Pentágono, Pete Hegseth, seguía en vivo los ataques.
Según analistas, la investigación rusa está intentando determinar quién/quienes fueron los que dieron la “luz verde” final. ¿Sabían Trump, Starmer y Netanyahu que tales acciones iban a suceder? Si la respuesta es sí, y según lo establece la doctrina nuclear rusa, estos hechos podrían ser catalogados como una declaración de guerra.
Recién entre el jueves y el viernes hubo respuesta rusa: Ataques masivos a instalaciones militares y logísticas ucranianas. Putin hizo una declaración pública calificando como actos terroristas lo acontecido y al tiempo, Trump sostuvo públicamente que “Ucrania dio a Rusia una razón para “bombardearla hasta el infierno“.
Poco y nada se habló de que, pese a todo, la parte rusa continuó con sus compromisos de intercambio de prisioneros y de cadáveres para que los familiares de los soldados ucranianos abatidos puedan dar un último adiós a sus seres queridos. Este sábado, el líder de la delegación rusa, Vladímir Medinski, afirmó que se encontraban en el punto acordado para el intercambio pero que la parte ucraniana no sólo no asistió, sino que “aplazó por tiempo indefinido tanto la aceptación de cadáveres como el intercambio de prisioneros de guerra”.
Nada puede sorprendernos si en esta misma semana, el Secretario General del al OTAN, Mark Rutte, declaró públicamente muy campante: “Somos más poderosos que el imperio romano, el imperio napoleónico, somos los más poderosos de la historia mundial“.
Lo que sucedió esta semana fue que el Occidente Colectivo, con o sin el conocimiento de Trump, destruyó dos tratados entre potencias nucleares que habían sobrevivido al período de la guerra fría, estamos hablando del tratado New Start (Tratado de reducción de armas estratégicas), refrendado en 2010 y que culminaría en 2026; y el tratado SALT, firmado en 1972 por Breznev y Nixon, para la limitación de la fabricación de misiles balísticos con capacidad para transportar armas nucleares.
Está claro que al Occidente Colectivo, a los anquilosados reductos del globalismo financierista, a la maquinaria de guerra representada por el complejo industrial militar, al Deep State, no les interesa la paz. Siguen soñando despiertos con infligir una derrota estratégica a Rusia. Cosa que difícilmente sucederá sin que ello nos lleve a un Armagedón.
Y pese a que ya hubo respuestas militares en el terreno de batalla, la investigación rusa sigue su curso. Quizás habría que proponerle a Occidente que no se tome tan a la ligera lo sucedido. El ex presidente y actual vicepresidente del Consejo de Seguridad de la Federación de Rusia, Dmitri Medvédev, fue categórico: “Todo lo que deba ser destruido, será destruido. Aquellos que deban ser eliminados, lo serán”.
Los “jinetes del apocalipsis” siguen provocando al oso euroasiático. Y parece que nada les está impedido en el amplio espectro de agresiones, mientras pueden contar la historia como ellos lo desean. Del otro lado del mostrador, Sun Tzu y el tao parecen ser los pilares de una paciencia infinita del Zar Vlady. La pregunta es ¿Cuánto durará? ¿Será tiempo de los Oreshnik?

Nicolás Sampedro
Prefiero escucha antes que hablar. Ser esquemático y metódico en el trabajo me ha dado algún resultado. Intento encontrar y compartir ideas y conceptos que hagan pensar. Me irritan las injusticias, perder el tiempo y fallarle en algo a les demás.
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