Eduardo Camin
Cincuenta millones de personas vivían en situación de esclavitud moderna en 2021: 28 millones de ellas eran obligados a trabajos forzados y 22 millones estaban atrapadas en matrimonios forzados que, según las últimas Estimaciones mundiales sobre la esclavitud moderna, es la antítesis de la justicia social y el desarrollo sostenible.
Estas estimaciones revelan que casi una de cada 150 personas en el mundo se encuentra en esa terrible situación. Peor aún: el número de personas en situación de esclavitud moderna ha aumentado en 10 millones en los últimos cinco años. Las mujeres y los niños siguen siendo desproporcionadamente vulnerables.
La esclavitud moderna se da en casi todos los países del mundo, y atraviesa líneas étnicas, culturales y religiosas. Más de la mitad (52%) de todos los trabajos forzados y una cuarta parte de todos los matrimonios forzados se encuentran en países de renta media-alta o alta.
Trabajo forzoso
La mayoría de los casos de trabajo forzoso (86%) se dan en el sector privado. El trabajo forzoso en sectores distintos de la explotación sexual comercial representa el 63% del total, mientras que la explotación sexual comercial forzosa representa el 23%. Casi cuatro de cada cinco personas sometidas a explotación sexual comercial forzada son mujeres o niñas.
El trabajo forzoso impuesto por el Estado representa el 14% de las personas sometidas a trabajo forzoso. Casi una de cada ocho personas que realizan trabajos forzados son niños (3,3 millones). y más de la mitad de ellos se encuentran en situación de explotación sexual comercial.
Los primeros meses de la pandemia de Covid-19 estuvieron acompañados de numerosos informes sobre el trabajo forzoso vinculado a la crisis. Las perturbaciones de los ingresos a causa de la pandemia provocaron un mayor endeudamiento entre los trabajadores y, con ello, se observó un marcado aumento de la servidumbre por deudas entre algunos trabajadores que carecían de acceso a los canales de crédito formales.
La crisis causó un deterioro de las condiciones de trabajo de tal magnitud que en algunos casos propició el trabajo forzoso de un sin números de trabajadores. Sin embargo, se sabe poco sobre la manera en que han evolucionado los riesgos de trabajo forzoso desde el inicio de la crisis y una vez que se puso fin a los cierres estrictos de los centros de trabajo en la mayoría de los países y la economía mundial comenzó su frágil recuperación.
Subsisten muchos motivos de preocupación al respecto. El Banco Mundial señala que la pobreza extrema—una importante métrica del riesgo de trabajo forzoso— sigue siendo muy superior a la tendencia anterior a la pandemia y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló que la recuperación del empleo se ha estancado en una gran parte del mundo.
Por otra parte, sostiene el Informe, las personas en situación de trabajo forzoso son sometidas a múltiples formas de coacción para obligarlas a trabajar en contra de su voluntad. La retención sistemática y deliberada del salario, utilizada por los empleadores abusivos para obligar a los trabajadores a permanecer en un puesto de trabajo por miedo a perder los ingresos acumulados, es la forma más común de coacción, experimentada por el 36 por ciento de las personas en situación de trabajo forzoso.
En segundo lugar se sitúa el abuso de la vulnerabilidad por medio de amenazas de despido, que experimenta uno de cada cinco trabajadores en situación de trabajo forzoso. Las formas más graves de coacción, como el confinamiento forzoso, la violencia física y sexual y la privación de lo necesario para satisfacer las necesidades básicas, son menos comunes, pero no por ello menos importantes.
Matrimonio forzado
Se estima que 22 millones de personas vivían en un matrimonio forzado en un día cualquiera de 2021. Esto indica un aumento de 6,6 millones desde las estimaciones globales de 2016.
La verdadera incidencia de los matrimonios forzados, en particular los que involucran a niños de 16 años o menos, es probablemente mucho mayor de lo que las estimaciones actuales pueden captar; estas se basan en una definición estrecha y no incluyen todos los matrimonios infantiles que se consideran forzados porque el niño no puede dar legalmente su consentimiento para casarse.
El matrimonio forzado está estrechamente vinculado a actitudes y prácticas patriarcales muy arraigadas y depende en gran medida del contexto. La abrumadora mayoría de los matrimonios forzados (más del 85%) fue impulsada por la presión familiar. Aunque dos tercios (65%) de ellos se dan en Asia y el Pacífico, si se tiene en cuenta el tamaño de la población regional, la prevalencia es mayor en los estados árabes, con 4,8 personas de cada 1.000 en la región en situación de matrimonio forzado.
Más de dos tercios de las personas obligadas a casarse son mujeres. Esto equivale a unos 14,9 millones de mujeres y niñas. Pero los hombres y los niños también son objeto de esta práctica. Tres de cada cinco personas que viven en condiciones de matrimonio forzoso lo hacen en países de ingresos medianos bajos. Sin embargo, las naciones más ricas no son inmunes a este flagelo, ya que el 26 por ciento de los matrimonios forzosos ocurren en países de ingresos altos o de ingresos medianos altos.
Los miembros de la familia son los principales responsables de la gran mayoría de matrimonios forzosos. La mayoría de las personas que declararon sobre las circunstancias de un matrimonio forzoso señalaron que fueron obligadas a casarse por sus padres (73 por ciento) u otros familiares (16 por ciento)
Los migrantes, especialmente vulnerables al trabajo forzoso
Los trabajadores migrantes tienen tres veces más probabilidades de realizar trabajos forzados que los trabajadores adultos no migrantes. Si bien la migración laboral tiene un efecto ampliamente positivo en las personas, los hogares, las comunidades y las sociedades, este hallazgo demuestra cómo los migrantes son especialmente vulnerables al trabajo forzoso y a la trata de personas, ya sea por la migración irregular o mal gobernada, o por las prácticas de contratación injustas y poco éticas.
«Es escandaloso que la situación de la esclavitud moderna no mejore. Nada puede justificar la persistencia de este abuso fundamental de los derechos humanos», dijo el Director General de la OIT, Guy Ryder. «Sabemos lo que hay que hacer, y sabemos que se puede hacer. Es fundamental contar con políticas y regulaciones nacionales eficaces. Pero los gobiernos no pueden hacerlo solos. Las normas internacionales proporcionan una base sólida, y es necesario un enfoque que incluya a todas las partes. Los sindicatos, las organizaciones empresariales, la sociedad civil y los ciudadanos de a pie tienen un papel fundamental que desempeñar», añadió.
António Vitorino, Director General de la OIM, dijo que este informe subraya la urgencia de garantizar que toda la migración sea segura, ordenada y regular. “La reducción de la vulnerabilidad de los migrantes al trabajo forzoso y a la trata de personas depende, en primer lugar, de marcos políticos y jurídicos nacionales que respeten, protejan y hagan realidad los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos los migrantes -y de los migrantes potenciales- en todas las etapas del proceso migratorio, independientemente de su situación migratoria”, señaló.
Añadió que “toda la sociedad debe colaborar para revertir estas impactantes tendencias, incluso mediante la aplicación del Pacto Mundial sobre Migración».
Grace Forrest, Directora fundadora de Walk Free, señaló que «la esclavitud moderna es la antítesis del desarrollo sostenible. Sin embargo, en 2022, sigue apuntalando nuestra economía mundial. Es un problema creado por el hombre, relacionado tanto con la esclavitud histórica como con la persistente desigualdad estructural. En una época de crisis agravadas, una auténtica voluntad política es la clave para acabar con estos abusos de los derechos humanos.»
Acabar con la esclavitud moderna
El informe propone una serie de medidas que, tomadas en conjunto y con rapidez, supondrían un avance significativo para acabar con la esclavitud moderna. Entre ellas se encuentran mejorar y hacer cumplir las leyes y las inspecciones de trabajo; poner fin al trabajo forzoso impuesto por el Estado; reforzar las medidas para combatir el trabajo forzoso y la trata de personas en las empresas y las cadenas de suministro; ampliar la protección social, y reforzar las protecciones legales, incluida la elevación de la edad legal para contraer matrimonio a los 18 años sin excepción.
Otras medidas son abordar el mayor riesgo de trata y trabajo forzoso para los trabajadores migrantes, promover la contratación justa y ética, y un mayor apoyo a las mujeres, niñas y personas vulnerables.
Una vez más nos vemos sometido frente al problema de fondo relativo a los derechos humanos que no es tanto el de denunciarlos como concepto deliberativo, sino el de protegerlos y aplicarlos, pues la cuestión de su fundamentación ya ha sido resuelta por la Declaración Universal de 1948 de Naciones Unidas.
Además, la propia Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo, congregada en Filadelfia en su vigésima sexta reunión, adoptó el 10 de mayo de 1944, la Declaración de los fines y objetivos de la Organización Internacional del Trabajo y de los principios que debieran inspirar la política de sus miembros.
La Conferencia reafirmó los principios fundamentales sobre los cuales está basada la Organización y, en especial, los siguientes: el trabajo no es una mercancía; la libertad de expresión y de asociación es esencial para el progreso constante; la pobreza, en cualquier lugar, constituye un peligro para la prosperidad de todos.
Asimismo reafirmó la lucha contra la necesidad debe proseguirse con incesante energía dentro de cada nación y mediante un esfuerzo internacional continuo y concertado, en el cual los representantes de los trabajadores y de los empleadores, colaborando en un pie de igualdad con los representantes de los gobiernos, participen en discusiones libres y en decisiones de carácter democrático, a fin de promover el bienestar común
Conviene recordar entonces, de manera sinóptica, que el despliegue de la idea de dignidad humana en tanto núcleo central de los derechos humanos abarca el concepto de trabajo forzoso, y por ende el concepto derivado de la esclavitud moderna.
Proclamar dialécticamente los derechos humanos en su lucha contra el trabajo forzoso, significa fundamentalmente crear aquel horizonte de sentido mediante el cual los individuos aislados pueden expresarse, afirmarse a sí mismos como una comunidad de hombres libres e iguales. Claro, se trata de la autoproclamada democracia del capitalismo. “esa” de libertades y privilegios pero para unos pocos, es decir de una cierta idea de dignidad humana, reñida con la realidad, que esbozan los informes.
*Periodista uruguayo acreditado en la ONU- Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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